Cuarta reunión, palabras de inicio


Palabras de apertura del EZLN en la reunión con ONG’s, colectivos, grupos... realizada en el poblado Juan Diego, San Miguel, del Municipio Autónomo Francisco Gómez, los días 26, 27 y 28 de agosto del 2005.



Buenos días, compañeros y compañeras:



Sean todos y todas bienvenidos y bienvenidas.



Para empezar, les queremos explicar cuál es el formato de la reunión. Primero decimos nuestra palabra nosotros. Es lo que voy a hacer ahora. Después todo el que quiera participar lo hace, sólo se apunta con los compañeros de Rebeldía para no hacer bulla y así todos podamos escuchar y tomar el apunte. Hay aquí también grupos y colectivos culturales y artísticos, así que si alguno quiere expresar su pensamiento con una canción, un baile, una obra de teatro, un cartel, una fotografía, una escultura, un cuento, una poesía, un video o lo que sea el quehacer de cada quien, pues claro que se puede, nomás avisen para organizarnos bien.



Estamos aquí, todos, para sacar propuestas que, junto a otras que ya se han dado y otras más que surgirán en las reuniones posteriores, habremos de discutir en una reunión próxima de todos los que le hemos entrado a la Sexta y a la “Otra Campaña”. Así que no hay que preocuparse de si sus pensamientos no se concretan todavía. Nosotros y los compañeros y compañeras de la Revista Rebeldía estamos tomando apuntes y vamos a informar a todos lo que se diga aquí y en las otras reuniones. Así todos conoceremos las propuestas de todos y podremos, juntos, decidir.



Como acostumbramos, les informo del último reporte de los compañeros y compañeras de la Revista Rebeldía sobre la Sexta y la “otra campaña”. Tenemos, hasta el día 24 de agosto:



48 organizaciones políticas de izquierda.

95 organizaciones indígenas.

135 organizaciones sociales.

287 ong´s, grupos, colectivos.

1079 individuos

286 en lo internacional.



Compañeros y compañeras de Colectivos, Grupos y Organizaciones No Gubernamentales:



La gran mayoría de los asistentes el día de hoy son jóvenes, somos jóvenes. Hay jóvenes en el calendario y habemos los jóvenes que nos autodenominamos “jóvenes con experiencia”, cuidando de no aclarar si la experiencia es buena o mala. Hay también familias o delegados familiares que están con nosotros hoy porque no podrán asistir el día que les toca. Sean también bienvenidos.



El ser colectivo es también una característica mayoritaria. Y no me refiero a colectivo como un grupo de personas, sino colectivo en el sentir, en el decidir y en el hacer, es decir en el compromiso.



Los lugares donde resisten y luchan y sus modos son diferentes. Hay colectivos de defensa de los derechos humanos, de lucha de género, de análisis y reflexión, de arte y cultura, de estudiantes, de jóvenes jóvenes, de defensa de los recursos naturales, de rescate de los saberes, de respeto a la diferencia sexual, de maestros, de búsqueda de la conciliación y la paz, del derecho a decidir sobre el propio cuerpo, de salud, de zapatismo civil.



A nosotros nos parece que con ustedes nos entendemos bien. Y no es que se dio así como así, o sea que, cómo luego se dice ahora: hicimos “click”, o que hubo “química”. Fue algo que se fue construyendo, en algunos casos desde antes del inicio de nuestro alzamiento. En estos casi doce años, construimos, juntos, un lenguaje común, un modo de hablarnos y escucharnos.



Tal vez por eso es que ustedes nos entienden mejor. Y tal vez por eso ustedes no se han tragado ese cuento engañabobos de que le estamos haciendo el juego a la derecha y favoreciendo el regreso del PRI, como si el uno y la otra se hubieran ido algún día.



Ustedes tienen su historia. Alguna ya la conocemos más o menos. Otras las iremos conociendo en sus propias palabras y modos. Conoceremos su experiencia. Porque es esa experiencia la que buscamos como ayuda y compañía para la “otra campaña”.



Hay más cosas en común: la experiencia en el trabajo pequeño, en el que empieza con todo en contra, el que es ninguneado y despreciado por los grandes. Bueno, no sólo despreciado, también calumniado y denigrado, perseguido, encarcelado (como el ecologista preso en Guerrero, Felipe Arreaga) y asesinado física y moralmente (como Digna Ochoa y Pável González).



Nosotros vemos en ustedes más de un espejo. Su rebeldía. Su desinterés y sacrificio. Su nada esperar a cambio. Su pagar rigurosamente la cuota de entrega que demanda la lucha por un lugar para los que no hay lugar. Su empeño en construir algo mejor.



Algunos colectivos luchan con el análisis y la discusión; con la información y la propaganda; con las leyes; con las movilizaciones; con las denuncias; con las asesorías; con proyectos; con demandas; contando y haciendo una historia en la que los que no tienen lugar encuentran su lugar; cantando una canción que haga sentir y que haga pensar; con una música que declare Municipios Autónomos en Rebeldía a los pies, los brazos, la cintura, la cabeza, el cuerpo todo, y repita la ancestral alegría del baile; con una pintura, una fotografía, un cartel, un video, una película, una imagen que está siempre incompleta, esperando que una mirada, un oído, un corazón le ponga la parte que le falta; con una narración que no sólo es espejo de lo que fuimos o somos, también de lo que queremos ser; con un ensayo, un análisis, un estudio, que muestra el mecanismo oculto de un mundo que simula progreso escondiendo no sólo que en ese progreso no están los más, también que ese progreso se construye sobre la explotación, el desprecio y la represión de los más.



Si algo pudiera definir, en síntesis, a los que están hoy aquí es el doble despropósito que los anima: el despropósito de emprender una lucha gigantesca, y el despropósito de hacerlo con un grupo pequeño, con apenas un puñado de mujeres, hombres y otr@s.



¿A quién se le ocurre luchar por los derechos de la mujer en un mundo donde el patriarcado invade hasta el pensamiento llamado progresista?



¿Quién se atreve a defender los derechos humanos de quienes tal vez ni siquiera saben que los tienen, y para lograrlo se enfrenta a autoridades, militares, policías, carceleros, y a la apatía y el cinismo?



¿Quién comete la osadía de desafiar a los grandes medios de comunicación y ensaya otra forma de producir y circular conocimiento, arte, cultura e información?



¿A quién se le ocurre estudiar y analizar, y poner esos análisis y estudios al servicio de los que son peatones en la autopista de la modernidad, en lugar de contratarse en una gran empresa y engordar la billetera y la conciencia?



¿A quién se le ocurre luchar por la paz en lugar de aplaudir las guerras?



¿A quién se le ocurre enorgullecerse y defender su diferencia cuando ésta es vista como anormalidad criminal?



¿A quién se le ocurre ir a contrapelo de las modas y buenas conciencias y decir “no” donde muchos dicen “sí”?



¿A quién se le ocurre sumarse a la “otra campaña” cuando hay campañas electorales?



¿A quién se le ocurre adherirse a la Sexta en lugar de adherirse a un spot publicitario?



¿A quién se le ocurre hacerle caso a la conciencia, y no hacerle caso a las encuestas?



¿A quién se le ocurre ser rebelde con causa, en lugar de limitar su rebeldía a un trozo de su calendario generacional?



¿A quién se le ocurre convertirse en pingüino si nació pollo?



Seguramente, los agentes que el gobierno, los empresarios y los partidos políticos han enviado para que les informen lo que aquí pase, después de oírnos a nosotros y después de oírlos a ustedes, escribirán en su reporte: “Falsa Alarma. Nada de qué preocuparse. Son pocos, están locos, y no se han dado cuenta de lo uno ni de lo otro. Fin del reporte.”





Compañeros y compañeras:



Queremos aprovechar la reunión con ustedes para seguir explicando más de la Sexta Declaración y de la “Otra Campaña”.



La Sexta contiene una historia, es decir una experiencia, la propia, la del EZLN. Esta historia contiene pasado y presente. Creemos que ustedes han sustituido las partes que dicen “De lo que somos” y “De dónde estamos” y han puesto ahí su propia historia, su experiencia. No sólo su historia, también su modo de contarla, de explicarla y de explicarse. Creemos que, por sus caminos y sus modos, llegaron a las mismas conclusiones de esas dos partes: 1) recelo y desconfianza hacia arriba, y 2) constatar los límites de la acción propia.



La Sexta plantea una concepción de la realidad. Una idea de lo que es el mundo, el continente, el país, y el horizonte geográfico inmediato. Esta idea es también, en su concepción, una toma de posición, es decir, una definición: esto soy en este lugar, en este tiempo, con esta experiencia. Suponemos entonces que comparten parte o la totalidad de esa idea sobre el mundo, el continente y el país, y agregan la de su respectivo horizonte geográfico inmediato, el reconocimiento de la explotación, el desprecio y la represión, así como el reconocimiento de otras resistencias y rebeldías.



La Sexta plantea un problema, el límite de la acción local, y plantea una definición frente a ese problema. Dice “no” y dice “sí”.



No a tratar de organizar sometiendo las sucesivas realidades en las que se ubica el quehacer propio, no a subsumir, no a subordinar, no a absorber; ni tampoco a organizar jerárquicamente las otras experiencias organizativas. O sea no a hacer una organización nacional, una continental y una mundial que absorban y subordinen a los otros en lo local, lo nacional, lo continental y lo mundial.



Sí a reconocer que en la realidad propia y en las que ésta se incluye (nacional, continental, mundial) hay otros esfuerzos, es decir, otras organizaciones, con el mismo pensamiento y el corazón en el mismo lugar, es decir, a la izquierda, pero con diferentes historias, es decir, experiencias, pasados y presentes.



La Sexta plantea que el reconocimiento doble, el de los límites y el de la existencia de lo “otro”, obliga al respeto a la diferencia, al encuentro y al acuerdo común.



Es así como la Sexta se define frente al mundo, frente a Latinoamérica, frente a México y frente a nuestra localidad.



La Sexta invita a unión entre los que comparten esa definición con un reto: otra forma de hacer política; un objetivo: construir un programa nacional de lucha de izquierda anticapitalista; y un destino: una nueva constitución, que es otra forma de decir, un nuevo acuerdo para una nueva sociedad.



La Sexta propone un modo: escuchar y aprender. Y propone cómo hacer esa escucha y ese aprendizaje: con “otra campaña”.



Y hasta ahí. Pocas definiciones y muchas cosas por definir. Y, entre las cosas por definir, está la de cómo nos vamos a organizar todos para esa locura de caminar todo el país para escuchar y aprender de quienes son como nosotros y resisten y luchan.



Hemos dicho antes, en la pasada reunión, que en cada uno de nosotros hay una idea de la figura y el color de lo que será la “otra campaña”, y que ésta tendrá el color y la figura que acordemos entre todos.



El reto, pensamos nosotros por lo que hemos escuchado, visto y leído, es encontrar una figura y un color que no signifique desdibujar ni desteñir lo que cada quien es en donde es y con su historia. Una figura y un color que pueda contener todas las figuras y colores que se congregan hacia un mismo destino y con el mismo objetivo.



Como parte de ese reto, está el problema éste de la estructura organizativa. Siendo esquemático, se abren dos grandes posiciones sobre lo que debe hacerse para la “otra campaña”:



Una, la estructura centralizada en decisiones y líneas de acción: se hace esto y se hace así. Implica un centro de mando y una periferia de subordinación. Es, sobre todo, una estructura de cuadros: a través de ellos sube la información y el “sentir” de sus ámbitos de acción, los lugares donde se mueven y actúan. Arriba se procesa la información y el “centro” interpreta esos informes y “sentires”, toma decisiones y da indicaciones. Entonces, a través de los cuadros, bajan los análisis y trabajos. Esta estructura se basa en el convencimiento sobre puntos claves: una identidad que define, un objetivo común, un destino en el que ese objetivo se logra, un plan para caminar hacia ese destino y llegar a él, y un plan para concretar el objetivo.



La otra, la estructura amplia, sin jerarquías, que traza líneas generales por consenso de los participantes, y deja a la iniciativa, creatividad, imaginación e inteligencia de cada persona o colectivo la concreción de esas líneas. No hay verticalidad sino horizontalidad. Hay acuerdo en un objetivo común y, cada quien en su lugar y con su modo, es decir, con autonomía e independencia, camina hacia ese objetivo.



Sobre estas opciones organizativas habremos de opinar todos y decidir entre todos.



Les decimos esto porque, así como hay quien se preocupa por decidir o no una orientación electoral, o sumarse o no a proyectos que ya existen, crear o no frentes o agrupaciones, hay también quién se preocupa en cómo nos vamos a organizar para la “otra campaña”.



Ahora, ya para terminar, permítanme contarles…



Una pequeña historia



Este lado del terreno en el que nos encontramos se llama ahora Nuevo Poblado Juan Diego. Es parte del Municipio Autónomo Rebelde Zapatista Francisco Gómez. Pero no siempre se llamó así. Antes era una finca que llevaba el nombre de “Santa Rita”. La finca tenía alrededor de 6000 hectáreas y su último propietario fue el señor Adolfo Nájera Domínguez, de Comitán, Chiapas, México. Hace mucho tiempo, en lo que fue “Santa Rita” trabajaron los abuelos y padres de algunos de nuestros compañeros y compañeras zapatistas. Trabajaban limpiando potreros y sembrando postes para el alambrado del terreno. Les pagaban 7 pesos por una jornada que iniciaba a las 6 de la mañana y terminaba a las 6 de la tarde. 12 horas de trabajo por 7 pesos.



Hace unos 13 años, cuando los habitantes de la comunidad de San Miguel querían ir a pescar, recoger caracol o a cortar leña, el finquero Adolfo no lo permitía. Para impedirlo tenía sus guardias blancas, vaqueros que portaban armas para amenazar a los indígenas que no respetaran la prohibición. El cerco de alambre en el que trabajaron sus padres y abuelos 12 horas diarias, junto con las armas de los guardianes de la finca, les impedían a los pobladores de San Miguel el acceso al río y el paso por brechas y veredas que atravesaban la finca. Ni ellos ni sus animales podían poner un pie en cualquiera de las 6000 hectáreas.

Si alguna vez, por un descuido, se cruzaba un caballo u otro animal, las órdenes del finquero eran claras: lo que estaba en su terreno era de su propiedad. Así que los animales eran robados y escondidos en algún lugar, hasta que el legítimo dueño se resignara a su pérdida.



Así era: los indígenas habían levantado, de sol a sol (y no en sentido figurado), una cerca que los mantenía fuera. Fuera de las buenas tierras, de la modernidad, de la justicia.



La comunidad de San Miguel hizo entonces una su asamblea y sacó el acuerdo de pedir una plática con el señor Adolfo Nájera. Fue la comisión a hablar con él y le plantearon, en buen modo, que a la población de San Miguel le permitiera el acceso al río y que no molestara a los animales que se pasaban a su finca. La brecha que dividía San Miguel de la finca Santa Rita estaba aquí nomás, a unos 200 metros de donde ahora nos reunimos con ustedes. El finquero nunca entendió y no les hizo caso. Se burló de ellos, los maltrató, los amenazó y los corrió. Al otro día mandó reforzar el cerco de alambre de púas. Para hacerlo contrató, por 14 pesos la jornada de 12 horas, a los mismos indígenas de San Miguel. Las matemáticas no son mi fuerte, pero me parece que la distancia entre los abuelos y los nietos sería entonces de unos 30 ó 40 años y 7 pesos de diferencia. Tampoco sé mucho de economía, pero creo que eso es lo que se llama explotación.



La comunidad se reunió otra vez y se hicieron cuentas:



De un lado, estaban cientos de indígenas, con unas cuantas hectáreas de malas tierras, llenas de pedregal y en pendientes donde no se podía ni caminar. Las tierras de los indígenas eran ésas que se pueden ver allá: una parte de la ladera de la Sierra de la Corralchén.



Del otro lado de la brecha estaba una persona con 6000 hectáreas de buena tierra, en terrenos planos, fértiles y con buena agua.



Les decía entonces que en la asamblea de la comunidad hicieron cuentas: poco y malo para muchos de un lado; mucho y bueno para sólo uno del otro lado. Hicieron entonces lo que hacían todos los campesinos: solicitaron parcela. Y, como dice la canción, solicitando parcela los años fueron pasando. Sus comisiones recorrieron todas las oficinas del gobierno federal, entregaron todo tipo de papeles, hicieron cooperaciones entre todos para enviar comisiones a todos lados, aunque hubiera dado lo mismo que no fueran. Nunca hubo solución a sus demandas de tierra.



Llegó entonces, a platicar con sólo algunos de los pobladores, un hombre. Era él indígena como ellos, moreno como ellos, tzeltal como ellos, mexicano como ellos. Su nombre de lucha era “Hugo”, pero se hacía llamar “el señor Ik´”, jugando con el doble sentido de la palabra “Ik´” que en tzeltal puede significar “negro” y “viento”. El señor “Ik´” se llamaba en realidad Francisco Gómez. Con su hablar pausado explicaba la explotación, el desprecio, la represión. Hablaba de rebeldía y de organización. “Hay una palabra”, les decía el Señor Ik´, “que se llama zapatista y que habla de que la tierra es de quien la trabaja y que debemos organizarnos y luchar por nuestra libertad como campesinos y como indígenas y como mexicanos que somos”. Probablemente era ya la madrugada. Lo que estaba platicando el señor Ik´ era secreto y había que cuidarlo.

Por eso el señor Ik´ caminaba de noche, hablaba de noche, se aparecía de noche. Quienes lo escucharon esa vez, cuando la mañana no alcanzaba aún a salpicar siquiera la oscuridad de la noche, dijeron que estaban de acuerdo. Ya se iba el señor Ik´ y un compañero le dio una bola de pozol y le preguntó: “¿Y cómo se llama nuestra organización?”. El señor Ik´ metió la bola de pozol en la morraleta y le respondió. “Todos nos llamamos Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.



Se fue el Señor Ik´. Caminó otras noches, apareció en otros pueblos y otras madrugadas lo encontraron hablando con indígenas de la región. Primero unos pocos, luego decenas, luego pueblos enteros, regiones. Pero no siempre fue así. Llegó el momento en que el Señor Ik´ ya no hablaba, sino que escuchaba. Escuchaba la indignación y la rabia. Ya antes había escuchado eso, pero entonces había una diferencia: eran una rabia y una indignación organizadas en colectivo.



Escuchaba y caminaba otra vez de noche el Señor Ik´, y otra madrugada estaba en nuestro cuartel, frente mío, tomando una taza de café sin azúcar, no porque así nos gustara sino porque no había. El Señor Ik´ inició su plática con un informe de su último recorrido por pueblos y asambleas. No era un informe de lo que había dicho, sino de lo que había visto y escuchado. Terminó. Nos quedamos callados. El Señor Ik´, sin que aparentemente viniera al caso, empezó a recordar otra madrugada, muchos años antes, cuando apenas lo conocimos y acampamos cerca de su pueblo. Yo le había contado entonces la historia de la lucha de Ulises contra el gigante de un único ojo: Polifemo. El Señor Ik´ había reído de buena gana cuando le narré la parte donde Ulises dice que se llama “nadie” y derrota al cíclope. El Señor Ik´ recordaba la narración a su modo y me la estaba contando de nuevo. De pronto se quedó callado, encendió un cigarrillo con una varita que hizo arder en la leña del fogón. Quedó con la ramita encendida un rato y luego me miró a los ojos y me dijo: “Oí, compañero Subcomandante, de ahí que yo creo que ya va siendo la hora de nadie”.



Como el Señor Ik´ entonces había decenas de compañeros, líderes naturales de sus comunidades y de sus regiones, haciendo lo mismo que él y diciendo lo mismo que él: “ya va siendo la hora de nadie”. Era el año de 1992. Hicimos entonces la consulta. Se votó la guerra.



El año de 1993 se nos fue en preparativos. Llegó así mayo, 23 de mayo. Aquí arriba, en esa sierra que se ve bien desde aquí, nosotros teníamos un cuartel insurgente. Se llamaba “El Calabazas”. Una columna de federales había entrado a la cañada y, haciendo base en La Garrucha, había subido a la sierra. Nuestras fuerzas y las federales chocaron. Después de algunos combates, nuestras tropas se replegaron y fueron acogidas por los pobladores de San Miguel y luego acompañados por ellos hasta una zona segura.



Todo el EZLN se replegó entonces. Según nuestro pensamiento, el alzamiento debía iniciar cuando lo decidiéramos nosotros, no el enemigo. Desde mucho antes habíamos aprendido que no debíamos nunca sujetarnos a los tiempos del poderoso, sino que teníamos que seguir nuestro propio calendario e imponerlo al de arriba. Así lo seguimos haciendo. Por eso se desesperan con nuestro modo.



El primero de enero de 1994, ya era de día cuando todavía pasaban por esa carretera las columnas de combatientes del EZLN rumbo a Ocosingo. Más de 1,200 hombres y mujeres del llamado “Tercer Regimiento de Infantería Zapatista”, más otro tanto del “Quinto Regimiento”, pasaron por ésta y otras tierras de la Selva Lacandona, les quitaron sus armas a las guardias blancas de los finqueros y con ellas tomaron la cabecera municipal. Después de varios días de combatir en el mercado de Ocosingo contra tropas aerotransportadas del Ejército Federal, las tropas zapatistas se replegaron.



Después pasó lo que pasó y la mayoría de ustedes lo saben porque fueron actores principales.



Todas las fincas en esta zona fueron recuperadas y, después de 1995, sus tierras repartidas por la Comisión Agraria del Municipio Autónomo Rebelde Zapatista (MAREZ) Francisco Gómez. Sin pedirle permiso a nadie, los indígenas zapatistas derrumbaron el cerco que rodeaba la finca Santa Rita y las tierras fueron repartidas entre habitantes de San Miguel y del poblado Ach´ Lumal, que quiere decir: tierra nueva.



Entonces los compañeros se reunieron y volvieron a hacer cuentas, pero no de hectáreas, sino de muertos.



En la batalla de Ocosingo, el 2 de enero de 1994, cayó en combate un compañero miliciano de San Miguel, cuyo nombre de lucha era Juan. En la comunidad Nueva Estrella, otro compañero miliciano fue asesinado por el ejército federal cuando la traición Zedillista, en febrero de 1995, su nombre de lucha era Diego. Los compañeros pensaron, hicieron cuentas, recordaron. El nuevo poblado tomó entonces el nombre de “Juan Diego”.



Nombraron así no a la muerte, sino a la lucha.



Ésta es la pequeña historia que les quería contar sobre este lugar. Les pido pues a todos los que ahora nos reunimos que saludemos a los hombres, mujeres, niños y ancianos de “San Miguel” y del nuevo poblado “Juan Diego” que hoy nos reciben. Saludémoslos con nuestro modo, con un aplauso.



Bueno compañeros y compañeras, lo que sigue es que nosotros escuchemos ahora su palabra.



Muchas gracias compañeros. Bienvenidos.