TERCERA REUNIÓN, Palabras de inicio


Agosto 20, 2005



Bienvenidos compañeros y compañeras de las Organizaciones Sociales y Movimientos que suscriben la Sexta Declaración:

Bienvenidos los que llegaron:

Bienvenidos los que no pudieron venir:

Compañeros y compañeras:

Al inicio de cada una de estas reuniones preparatorias, es nuestra costumbre informar de cómo van las adhesiones a la Sexta y a la “Otra Campaña”. Hasta el día 17 de Agosto, según el informe de los compañeros y compañeras de la Revista Rebeldía, teníamos lo siguiente:

Organizaciones Políticas: 47

Organizaciones Indígenas: 92

Organizaciones Sociales: 67

o­nG’S, colectivos, grupos 275

Individuales 1,010 personas

Esto es sólo en lo que se refiere a la página electrónica. Pensamos, tal vez con ingenuidad, que serán más cuando, con su apoyo, haya locales para tal efecto en otras partes de México, y cuando empecemos el recorrido por la República Mexicana.

Hoy, hay aquí reunidas organizaciones y movimientos sociales de izquierda. La inmensa mayoría ha suscrito la Sexta y han manifestado su voluntad de participar, primero en la preparación de la “Otra Campaña”, y luego en su realización. Hay algunas organizaciones que están aquí y que no se han sumado a la Sexta, o que sólo están de acuerdo con algunas partes. Hay también observadores nacionales e internacionales. Aunque no es ésta la reunión que les corresponde, están aquí para conocer la palabra y las posiciones de todos los que quieran hacerlas públicas. A todos y a todas les damos la bienvenida.

En la pasada reunión preparatoria con las organizaciones políticas de izquierda que suscriben la Sexta Declaración, les hacíamos nosotros, los del EZLN, un reconocimiento doble: uno por mantenerse en el pensamiento de izquierda cuando la moda es el centro, la moderación y la claudicación disfrazadas de “madurez”, y otro por haber atendido a nuestra invitación a pesar de las desatenciones y menosprecios que habíamos tenido para algunas de ellas en ocasiones anteriores. Asumí entonces mi error y les pedí disculpas. Hoy repito uno y las otras, aunque ahora a sus organizaciones y movimientos sociales.

Con lo que ha pasado en las últimas semanas, quisiéramos agregar, de nosotros hacia ustedes, un reconocimiento más a las organizaciones y movimientos sociales que mantienen su adhesión a la Sexta y a todos y todas quienes se han sumado a últimas fechas.

Como es público, la posición del EZLN respecto al proceso electoral, y en particular hacia el PRD y el señor López Obrador, ha recibido ataques, críticas, señalamientos y acusaciones provenientes de casi todo el espectro de lo que se conoce como “opinión pública”. Lo menos que se ha dicho es que se trata de un berrinche de un “Marcos” panzón y desgastado. Algunos señalamientos han ido más lejos y decretan que le estamos haciendo el juego a la derecha, pues al criticar al PRD y a López Obrador estamos, implícitamente, llamando a votar por el PRI o por el PAN. No sólo, por insinuaciones o acusaciones directas, se dice que ha habido un “arreglo” (o un “pacto”, para hablar en sus términos) entre el EZLN y la derecha, particularmente entre Marcos y el salinismo, para impedir que Andrés Manuel López Obrador llegue a la presidencia. Hay quienes nos acusan de ruines y hacen notar la coincidencia entre nuestras palabras y la enésima reaparición del primer “innombrable”. Paradójicamente no ha habido ninguna argumentación racional en contra de lo que hemos dicho (y seguiremos diciendo). Si acaso, dicen que estamos exagerando en la denuncia sobre las agresiones perredistas, en la traición a los Acuerdos de San Andrés y en el señalamiento de que el proyecto de López Obrador no es de izquierda, ni siquiera de izquierda reformista, sino francamente neoliberal.

Si a pesar de que, adhiriéndose a la Sexta, son también sospechosos, todos, de hacerle el juego a la derecha, de haber pactado con el salinismo o el foxismo (si es que hay alguna diferencia), y de estar en posibilidad de arruinar la llegada de un gobierno de izquierda (sólo una posibilidad, tampoco crean que nos dan mucho peso en las encuestas o en las urnas), ustedes han venido hasta acá, con las incomodidades y desgaste que eso implica, pues claro les decimos que nos admira, se los reconocemos y lo saludamos.

Nosotros estamos diciendo todo esto a ustedes, a ustedes y a todos los que han decidido caminar con nosotros en la Sexta. Sabemos que sólo una parte de lo que digamos aparecerá en los grandes medios de comunicación, sabemos que sólo una parte tomarán los críticos que ahora proliferan, sabemos que sólo una parte será tomada para reforzar sentencias y complicidades. Nuestra posición completa, la que hemos ido planteando en las reuniones que hemos hecho, y que habremos de ir completando en ésta y en las que siguen, tal vez sólo será conocida por ustedes, por quienes se interesen en saber todo lo que decimos, y por quienes acceden a los medios alternativos de comunicación. Tal vez, quienes nos llaman la atención por groseros y desacomedidos, deberían intentar no quedarse en las declaraciones que se resaltan, comprensiblemente, en los medios, y entrarle a todo lo que hemos dicho, decimos y diremos, sobre la Sexta, sobre la “Otra Campaña”, sobre el mundo y sobre México. Tal vez entonces se darían cuenta de que, junto con nuestro “modo” de reclamar, está también nuestro “modo” de explicar, de explicarnos. No estamos escondiendo nada, todo está claro y a disposición de quien quiera ver, oír, comprender.

Nosotros suponemos que ustedes, y todos los que se han sumado a la Sexta, han encontrado en ellas, en la Sexta y en la Otra Campaña, algo que no encontraban en otra parte. Ni en los partidos políticos institucionales, ni en las campañas pre-electorales y electorales, ni en los proyectos de esos partidos.

La Sexta ha planteado sólo líneas generales, y ha ofrecido que las concreciones que esas líneas demandan no sean producto de la organización que convoca, el EZLN en este caso, sino la discusión y el acuerdo, basados en el respeto a los modos de cada quien y en igualdad, de todos los que decidan hacer este camino y construir esa “otra cosa” que en cada uno tiene una figura y un color, y que tendrá la figura y el color que acordemos entre todos.

Así que hoy, a nombre de mis compañeros y compañeras, mujeres, hombres, niños y ancianos del Ejército Zapatista Liberación de Nacional, les reitero: tienen aquí, en la Sexta y en la Otra Campaña, un lugar. Un lugar que respetaremos. Ofrecemos respeto y trato de iguales a todo aquel que camine a nuestro lado. Ni mando ni subordinación. Ni fusiones ni escisiones. No patrocinadas o promovidas por nosotros. Cada quien tenemos nuestra historia, nuestra experiencia, nuestra forma organizativa. Conservándolas o enriqueciéndolas, caminaremos juntos, y, juntos, iremos construyendo lo que decidamos, en colectivo, construir. La Sexta es clara en lo que dice y clara en lo que no dice: vamos a tratar de hacer otra forma de política, vamos a tratar de construir un programa nacional de lucha, de izquierda y anticapitalista, y vamos a impulsar la demanda de una nueva Constitución. Todo esto lo vamos a hacer con los trabajadores del campo y de la ciudad, con los desposeídos, con los perseguidos por su diferencia, con los inconformes que se rebelan y luchan contra las injusticias, con los que saben que la libertad no se obtiene con permiso del opresor, sino arrebatándosela. Ése es el “Qué”. Cómo, cuándo, dónde, con quién, a qué ritmo, con qué paso, por cuáles caminos, con cuál compañía, lo habremos de ir definiendo entre todos.

Quienes suscriben la Sexta y quienes participen en la planeación y realización de la “Otra Campaña”, encontrarán siempre en nosotros, los zapatistas del EZLN, un oído atento y respetuoso, un interés sincero en conocer su historia y planteamientos, y un compromiso honrado en cumplir, aún a riesgo de la vida propia, con los acuerdos a los que lleguemos.

En suma, quienes se consideran de izquierda anticapitalista y buscan un lugar donde se les respete y se respete su independencia organizativa, la Sexta y la “Otra Campaña” es uno de esos lugares. No el único. Ha habido, hay y habrá, felizmente, otros espacios. Nosotros tenemos éste y a él sean todos bienvenidos.

Hemos manifestado nuestro interés en establecer relaciones primero, y más adelante, si es de común acuerdo, alianzas con organizaciones políticas de izquierda, con organizaciones indígenas, con organizaciones y movimientos sociales, con organizaciones no gubernamentales, colectivos, grupos, individuos, y con quienes no se sienten parte de ninguno de esos rubros y que llamamos “otros, otras”, según los siguientes principios:

No a hacer acuerdos arriba para imponer abajo, sino a hacer acuerdos para ir juntos a escuchar y a organizar la indignación; no a levantar movimientos que sean después negociados a espaldas de quienes los hacen, sino a tomar en cuenta siempre la opinión de quienes participan; no ha buscar regalitos, posiciones, ventajas, puestos públicos, del Poder o de quien aspira a él, sino a ir más lejos de los calendarios electorales; no a tratar de resolver desde arriba los problemas de nuestra Nación, sino a construir desde ABAJO Y POR ABAJO una alternativa a la destrucción neoliberal, una alternativa de izquierda y para México.

Sí al respeto recíproco, a la autonomía e independencia de organizaciones, a sus formas de lucha, a su modo de organizarse, a sus procesos internos de toma de decisiones, a sus representaciones legítimas, a sus aspiraciones y demandas; y sí a un compromiso claro de defensa conjunta y coordinada de la soberanía nacional, con la oposición intransigente a los intentos de privatización de la energía eléctrica, el petróleo, el agua y los recursos naturales.

Es nuestro compromiso y lo cumpliremos.

Compañeros y compañeras:

Como hemos hecho en las reuniones anteriores, seguiremos explicando más de lo que pensamos y sentimos en torno a la Sexta y a la otra campaña, es decir, en torno al mundo y a México.

En nuestro país, esa etapa del capitalismo que se conoce como la globalización neoliberal, ha destruido primero y luego reordenado la política de arriba y a sus ejecutores. Nuevos pactos entre nuevos actores han suplido las viejas reglas del sistema político mexicano. Sectores de gran poder han dejado de confiar la política a los profesionales de la política y, tendencialmente, se han destruido las mediaciones entre el poder económico y el poder político. En el caos provocado por esta destrucción está emergiendo lo que nosotros llamamos la “Sociedad del Poder”, un selecto grupo de intereses, una élite que es quien en realidad dicta la imposición de políticas económicas y políticas políticas. La clase política en México tiene ahora el papel de administrar esa imposición y sus resultados, es decir, sus consecuencias. Es por eso que los partidos políticos institucionalizados pueden mutar, sin pudor alguno, de principios, programas y planes. Nunca como antes la diferenciación entre los que hacen política arriba se había visto tan simplificada: sólo colores y siglas. Ya ni los personajes los diferencian. Allá arriba ya no se juegan proyectos de Nación, sino proyectos de administración. Los políticos arriba semejan gerentes buscando empleo, ofreciendo en multimedia su capacidad, carisma, don de mando, organigramas con muchas flechas y plazos, a sus empleadores. El reto ahora no es una nueva relación social, sino una nueva administración de la destrucción neoliberal aún en proceso.

Según nuestra apreciación, el desorden provocado por el Neoliberalismo en nuestro país preocupa y ocupa a los de arriba, a esa “Sociedad del Poder”. La violencia del crimen organizado es sólo uno de los focos rojos que arriba ven en el mapa que arriba nos imponen como camino y destino. El reto para ellos no es buscar la salida en la reconstrucción de las relaciones sociales, sino administrar su destrucción. Y para eso es necesario un buen administrador, con un buen equipo de administradores y con un buen plan de administración. Así, los “equipos” (o “teams”, para usar la jerga empresarial) presentan sus propuestas.

El equipo blanquiazul sólo demostró que en 4 años podía igualar lo que al equipo tricolor le tomó 70 años, y poco o nada tiene ya que ofrecer. Cumplió su parte en la destrucción y el despojo, y lo hizo con métodos y formas arcaicas que fueron, y son, un insulto a la inteligencia. Dejan de herencia un país sumido en la crisis económica y, además, con un descontento que rebasa ya con mucho las formas de control de los dominados que heredó de su antecesor tricolor. Su color se destiño aún más y el hombrecito gris que lo representará en las elecciones le marca su nueva tonalidad cromática.

El equipo tricolor, por su parte, apuesta a la desmemoria. Sus integrantes fueron los iniciadores de la pesadilla que hoy sufrimos todos los mexicanos y que, con la coartada de la revolución institucionalizada, adornaron con fraudes, matanzas y control corporativo. Hoy este equipo representa las aspiraciones del crimen organizado para consolidar su poder institucionalizado. Su regreso al Poder no significará el regreso de los felices, para ellos, tiempos idos, sino el encumbramiento de la corrupción, el crimen y la traición. Si antes su slogan fue “La revolución hecha gobierno”, ahora será “el crimen hecho gobierno”.

A diferencia del tricolor y el blanquiazul, el equipo negroamarillo sí ve para adelante.

Fortificado con los despojos que los otros equipos han dejado en el camino, propone una “nueva modernidad” o, más bien, una administración moderna. No basta, dicen, con continuar con la destrucción, hay que prever y tratar de paliar las previsibles inconformidades. Hay que atenuar los excesos, hay que “limarle los filos al neoliberalismo”. Ofrece control, mediación, administración de los conflictos. Su equipo es experto en eso, y su sucesivo paso por los equipos tricolor y blanquiazul así lo prueba. “Somos nuevos”, dicen, aunque su nómina tenga un olor a rancio y decrépito.

El equipo negroamarillo ha ofrecido, y lo reitera en sus reuniones a puerta cerrada con los mensajeros de la “sociedad del poder”, control donde ahora hay descontrol, orden donde ahora hay desorden. Ofrecen lo que más demanda tiene en épocas oscuras y sin salida aparente ofrecen esperanza. La esperanza es la nueva mercancía. Esperanza en que las cosas cambien o en que no se pongan peor, en que mejoren o en que no empeoren, esperanza en que ahora sí es la nuestra.

Pero la esperanza, como la comida, el salario, la ropa y la vivienda varía de una clase a otra. No es lo mismo la esperanza de una política cultural que incentive la producción artística, que la esperanza de que el campo reciba los apoyos necesarios y de que la tierra sea de quien la trabaja. No es lo mismo la esperanza en que se abata la criminalidad en la colonia y la calle, que la esperanza de una vivienda digna en los cinturones de miseria que rodean ya todas las ciudades de nuestro país. No es lo mismo la esperanza en que mejoren las vialidades, a la esperanza en que ya no se criminalice la diferencia. No es lo mismo la esperanza en una administración honesta y sin corrupción, que en la esperanza en que no se sigan destruyendo las conquistas sociales de los trabajadores. No es lo mismo la esperanza de que se aumenten los apoyos a la investigación científica, que la esperanza en que no se privaticen más los recursos naturales. No es lo mismo la esperanza de que el norte revuelto y brutal modere sus reclamos y exigencias, que la esperanza de que se dé por sobrepagada la deuda externa. No es lo mismo la esperanza de que se bajen los altos sueldos de gobernantes y funcionarios, que la esperanza de que termine la precariedad en el trabajo. No es lo mismo la esperanza en que gane el menos malo, que la esperanza en que exista y gane un proyecto de transformación profunda de nuestra realidad.

Todas, debo dejarlo claro para que no se piense que despreciamos unas y otras, son esperanzas legítimas y justas. Y todas deberían ser atendidas. Pero resulta que unos se conforman con unas. También legítimo. Pero otros no, y quienes se conforman con unas pretenden, nos exigen, nos demandan, que también nos conformemos con ellas.

Pero la única diferencia no está sólo en la oferta de una nueva mercancía. Es claro y evidente que el negroamarillo es atacado por la más extrema derecha y por algunos señores del dinero. Cada vez menos, por cierto, pero todavía es notable.

¿Por qué entonces, preguntan los que sinceramente ponen esperanzas y empeño en ese cambio de color apostando a que el cambio es más profundo, la saña con que es atacado el negroamarillo por ciertos sectores de las “Sociedad del Poder”? ¿Por qué los intentos sucios, como el desafuero, por dejarlo fuera? ¿Por qué el temor en determinados sectores del Poder del dinero a que llegue a la grande, a la silla, a la presidencia de México?

Preguntan

¿No es algo que debería tomar en cuenta la panza con el pasamontañas que es el vocero del EZLN, para moderar sus críticas, modernidades y groserías? Después de todo, lo único que les ha hecho el negroamarillo es lo mismo que les han hecho los tricolores por décadas, ya deberían de estar acostumbrados y guardar silencio o, en el peor de los casos, usar las formas comedidas que allá arriba han establecido. ¿No sabe el cintura de boiler enmascarado que las críticas duelen más en tiempo electoral, que los balazos en manifestaciones pacíficas? ¿No están sobredimensionando los ezelenitas la contrarreforma indígena que volvió a ponerlos frente a la oscura puerta de la guerra a mediados de 2001? ¿No pueden dejar pasar o, en su defecto, sacar un largo texto que sólo leen unos cuantos, el hecho de que las legislaciones, aprobadas por unanimidad por PRI, PAN y PRD, le han dado soporte jurídico a lo que un dirigente indígena llamó la “privatización de la vida”? ¿No se dan cuenta que con esa grosera estridencia le sirven a la derecha, al retorno del otro innombrable, y a la “sociedad del poder” a la que dicen combatir?

En suma, preguntan: “¿por qué, si los zapatudos dicen que el negroamarillo y quien lo abandera en la carrera presidencial, es lo mismo que el truhán tricolor y el infumable del blanquiazul, por qué entonces lo atacan algunos poderosos (ojo, algunos, no todos, no los que son más entre los más)?

Parte de la respuesta está ahora frente a mis ojos. Estuvo en la reunión preparatoria con organizaciones políticas y en la que se realizó con las organizaciones indígenas. Estará también en la que se realice con organizaciones no gubernamentales, grupos y colectivos. Volverá a estar en la de individuos y “otr@s”. Otra parte, tal vez la mayor, es la que pretendemos escuchar con la “otra campaña”.

Lo que arriba temen es que el descontento social, y más en concreto, el descontento social ORGANIZADO, no sólo no encuentre un dique y una administración que lo controle, sino que ese movimiento social organizado trastoque esa esperanza en realidad, que crezca, que se desborde, que empiece a cuestionar todo y, sobre todo, que empiece a construir, abajo y a la izquierda, una alternativa social, un nuevo país, una nueva sociedad, un nuevo mundo.

Al orden que viene de arriba, el que impone con violencia su hegemonía y pretende homogeneizarnos, ustedes y muchos como ustedes contraponen la identificación de las diferencias en tres palabras, que se pronuncian de muchas maneras pero tienen un solo significado: democracia, libertad y justicia.

La Sexta Declaración de la Selva Lacandona parte de lo que somos y en dónde estamos los zapatistas del EZLN, es cierto. Pero sigue en el reconocimiento de que ni somos los únicos ni mucho menos los mejores. Sigue en el reconocimiento de que hay otras experiencias y otras organizaciones, es decir, otras historias. Sigue en el reconocimiento de que son muchos los caminos de la resistencia y de la rebelión contra las injusticias, de que son muchas y variadas las diferencias entre esas resistencias y rebeldías, y que son diferentes quienes las llevan adelante. Y culmina con el llamado a intentar, juntos y abandonando todo intento de hegemonizar y homogeneizar, organizar esas experiencias, esas organizaciones, esas historias, en un proyecto con otra forma de hacer política, de izquierda anticapitalista y por una nueva constitución. Un proyecto que se autodenomina “la otra campaña”.

Compañeros y compañeras:

Repetiré lo evidente: nosotros no los estamos invitando a votar por uno u otro candidato, por uno u otro partido político.

Pero también repetiré lo que, según se ve, no es tan evidente: tampoco los estamos invitando a no votar por uno o por otro, ni a abstenerse. Como ya hemos dicho, nosotros los respetamos y respetamos sus decisiones. No seremos nosotros los jueces de lo que hagan o dejen de hacer en el proceso electoral que viene. Si deciden apoyar a alguien o deciden abstenerse, será su decisión soberana e independiente, y en nada afectará lo que ahora les ofrecemos a ustedes y a todos los que se reivindican de izquierda no institucional.

Todas las voces se han respetado y se seguirán respetando. Hay quien ha llamado a apoyar a López Obrador. Hay quien ha llamado a lanzar un candidato independiente y ha dado un nombre como propuesta. Hay quien ha llamado a promover la abstención. Y hay quienes, la mayoría hasta ahora, piensan no en el proceso electoral venidero sino más allá y, en ese sentido, no les angustia la definición de la “Otra Campaña” respecto al apoyo o rechazo a uno, el lanzamiento de un independiente o la abstención.

Si hasta ahora la información en los medios de comunicación se ha cargado a lo electoral ha sido en parte por nuestra palabra, que empezó para aclararles dudas a personas y organizaciones que nos identificaban como de un lado, y siguió y seguirá definiéndose frente a ese lado.

Lo que estamos haciendo ahora nosotros es trazar una línea clara. Una línea que no sólo fue difusa en otras ocasiones, sino, que en alguna, fue de apoyo a unos y de rechazó a otros. Muchos de ustedes fueron parte de esos otros. Para nadie es un secreto la cercanía y simpatía que teníamos, como zapatistas, con el neocardenismo y el perredismo que se congregaba en torno al señor Cárdenas Solórzano, incluyendo a López Obrador pero no sólo a él. Todo eso ha cambiado y llevamos años diciéndolo pero, como no había elecciones, no nos escucharon. Revisen la posición del EZLN a partir de mayo de 2001 y verán que lo que ahora decimos es sólo una continuación y una ratificación de lo que hemos dicho a lo largo de estos 4 años.

Lo seguiremos haciendo hasta que consideremos, nosotros y nadie más, que le ha quedado claro a quien debe quedarle claro, y hasta que allá arriba abandonen definitivamente la esperanza de que el proyecto de control que se ofrece, incluye controlar al zapatismo del EZLN que, dicho sea de paso y precisamente frente a ustedes, no es el único zapatismo, ni la única rebeldía, ni somos tampoco los únicos reticentes a los intentos de domesticación.

Las reuniones de la de la “otra campaña” y de la Sexta seguirán. Habrá después una primera reunión general con quienes se adhirieron. De ahí saldrá un primer esbozo de lo que sigue, pero ya definido no sólo por el EZLN sino por todas y todos los adherentes. A partir de ahí, la “otra campaña” no será sólo zapatista, sino de todos y todas los que la hagan suya.

Las campañas electorales, empezarán y serán lo que hasta ahora han sido, una patética exhibición de spots publicitarios. La “otra campaña” empezará antes, después o simultáneamente. Las campañas electorales culminarán. La “otra campaña” seguirá. Serán las elecciones. La “otra campaña” seguirá. Habrá cambio de gobierno. La “otra campaña” seguirá. Vendrán las crudas y las desilusiones. La “otra campaña” seguirá. Tal vez entonces, y sólo entonces, la “otra campaña” se revelará como lo que pretende ser: la construcción de “otra cosa”. Algo que, como todo lo que surge de abajo a la izquierda, parece imposible la víspera.

Compañeros y compañeras:

Ya para terminar nuestra intervención, les voy a contar una historia. Unas partes me las relataron los compañeros y compañeras zapatistas y otras las vi y viví. Si hay algunas imprecisiones, dejémosles a los historiadores su aclaración. Con sus hechos comprobables, sus leyendas, sus imprecisiones y sus vacíos, ésta es parte de nuestra historia, la historia del EZLN.

Este lugar donde estamos era una finca de nombre “Campo Grande”. La historia de este lugar es una síntesis apretada de la historia de los indígenas chiapanecos. Y, en algunas partes, de todos los indígenas del Sureste Mexicano, no sólo de los zapatistas.

“Campo Grande” hacía honor a su nombre: más de mil hectáreas de buena tierra, en planada, con agua abundante, caminos especialmente hechos para sacar ganado y maderas preciosas, pistas de aterrizaje para que los dueños no se empolvaran o enlodaran transitando por los caminos de terracería, y pudieran llegar en sus avionetas, miles de indígenas a quienes explotar, despreciar, violar, engañar, encarcelar, asesinar. Entonces, la reforma agraria del PRI, de la revolución institucionalizada, se concretaba en Chiapas así: las tierras buenas y en planada para los finqueros; los pedregales y los cerros para los indígenas.

El dueño de “Campo Grande” fue Segundo Ballinas, conocido entre los habitantes de más edad de estos rumbos como un asesino, violador y explotador de indígenas, principalmente de mujeres, niños y niñas. ­Después la finca se fraccionó: una parte se llamó “Primor” y su dueño fue Javier Castellanos, uno de los fundadores de la Unión de Propietarios del Segundo Valle de Ocosingo, una de esas asociaciones con las que los finqueros disfrazaban sus guardias blancas; otra parte se llamó “Tijuana” y su propietario era un coronel del Ejército Mexicano, Gustavo Castellanos, que mantenía sojuzgada a la gente con su guarnición personal. Y otra parte fue propiedad de José Luís Solórzano, miembro del PRI y su candidato a distintos puestos, conocido en la zona por sus promesas incumplidas, sus mentiras descaradas y su trato prepotente y despectivo hacia los indígenas. Así que en estas tierras se sintetizaba el Poder en Chiapas: finqueros, ejército y PRI-Gobierno. Para esa maldita trinidad, Chiapas podía ser un potrero para ganado, una hacienda para ejercer el derecho de pernada incluso con niñas, un campo de tiro sobre blancos humanos, y uno de los laboratorios de los más modernos de la “democracia” del PRI: aquí no era necesario conocer los candidatos, ni siquiera sus nombres, ni sus propuestas, ni saber la fecha de la elección, ni cuáles eran las opciones, ni tener identificación. Vaya, ni siquiera era necesario acudir a las urnas.

En cada proceso electoral, en la Cabecera de Ocosingo, en los locales de las asociaciones de propietarios y ganaderos, se pagaba con una torta y un refresco la jornada llenando boletas electorales. Claro que esa “democracia” tenía sus excesos: en alguna de las elecciones antes del año del 94, el PRI obtuvo más del 100% de la votación. Tal vez fueron demasiadas tortas y refrescos.

En un agosto como éste que nos recibe aquí, pero en el año de 1982, los finqueros y sus guardias blancas desalojaron con violencia a los habitantes del poblado Nueva Estrella. Balacearon, golpearon y tomaron presos a los indígenas varones. Algunos fueron asesinados. A las mujeres las pusieron a parte y las obligaron a ver cómo quemaban sus casas. Les quitaron todo. Al tiempo regresaron. Cuando todavía alguien les pregunta por qué regresaron después de todo lo que les hicieron, ellos responden con este gesto.

En 1994, el primero de enero, miles de indígenas de esta zona tzeltal, junto con miles más de la zona tojolabal, chol y tzotzil, después de 10 años de preparación, se cubrieron el rostro, cambiaron de nombre y, nombrados colectivamente como “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”, se alzaron en armas. Los finqueros huyeron, lo mismo hicieron sus guardias blancas, y dejaron abandonadas las armas sobre las que sustentaban su dominación. Los zapatistas recuperaron las tierras. Ojo: no las “tomaron”, sino que las “recuperaron”. Así llamaron los compañeros y compañeras a este acto de justicia que hubo de esperar decenas de años para cumplirse. Estas tierras que fueron de indígenas y que fueron usurpadas, ahora vuelven a ser de indígenas. Han sido, pues, recuperadas. Las tierras se repartieron. Cientos de familias indígenas, que antes se amontonaban en un espacio de 2 hectáreas, fundaron, junto a otros indígenas sin tierra de otros poblados de la zona, este poblado zapatista que hoy nos recibe. Este poblado ahora habitado, entre otros, por aquellos que fueron atacados por los finqueros en 1982.

Este poblado zapatista se llama “Dolores Hidalgo” y, según me cuentan los fundadores, veteranos del alzamiento de 94, el significado de “Dolores” es el del dolor que tenemos de más de 500 años de resistencia, y el nombre de “Hidalgo” es por Don Miguel Hidalgo y Costilla que luchó por la Independencia de México.

Fíjense que dijeron “500 años de resistencia” y no “500 años de dominación”. Es decir, a pesar de la dominación, nunca se ha dejado de resistir a ella. Y cuando hablamos de la dominación, es decir, cuando contamos nuestra historia, hablamos también de la resistencia. Y ahora no estoy hablando de nuestra historia como EZLN, sino de nuestra historia común, la que compartimos con ustedes, con sus organizaciones y sus movimientos. Nuestra historia común es que, donde alguien dice “Mando y dominio”, nosotros, ustedes, decimos “resisto y me rebelo”.

Pero los zapatistas que fundaron “Dolores Hidalgo”, no se refieren sólo a la resistencia. Nombran también el dolor de ella. El dolor de lo largo del camino, el dolor del cansancio, el dolor de quienes traicionan en el trayecto, el dolor de las derrotas, el dolor de los errores, y, sobre todo, el dolor de seguir adelante a pesar de todos los dolores.

De su historia como organización y como movimiento, de sus dolores, de su resistencia y rebelión, nos contarán ustedes. Seguramente, en más de una historia nos reconoceremos. Muchas de otras nos parecerán ajenas. Pero en todas iremos aprendiendo de ustedes. Y les diremos lo que ya les hemos dicho a otros: que queremos seguir aprendiendo. Aprenderemos, con ustedes y con mucho más como ustedes, a bien pensar, bien decir y a bien sentir cuando digamos: “compañero, compañera”.

Bienvenidos Compañeros, bienvenidas compañeras.

Muchas Gracias.