El
bolsillo roto
Las Altas Finanzas según los zapatistas
(Escuchado
en la celebración del 21 Aniversario del EZLN y 2° Aniversario de
la Revista Rebeldía, el 16 de noviembre del 2004)
La Revista "Rebeldía" es cumpleañera y me ha pedido un texto para su aniversario. Yo les he respondido que ya no hago textos, ahora produzco videos para el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica (SZTI), "la única televisión que se lee".
Necios como son (por algo llevan ya dos años publicando), los de "Rebeldía"
han replicado diciendo que poseen la tecnología necesaria para enlazarse
con el SZTI y que basta con saber qué programa se trasmite a la hora
de su mesa redonda (que seguro es cuadrada) para que un número indeterminado
de jirafas, perdón, de televidentes, se apersonen frente a la pantalla
(o sea la cartulina) de la televisión zapatista.
Así las cosas, nuestro selecto público (por el número,
se entiende) podrá ahora deleitarse con nuestro programa de finanzas
zapatudas que, como todo economista post moderno sabe, tiene como ejes fundamentales
los siguientes: la paga, el crédito, las cuentas y un saldo.
Así que saquen sus calculadoras, sus ábacos y sus tablas de multiplicar,
porque ya en la cartulina, o sea que en la pantalla, aparece…
I.- LA PAGA.-
Ignoro si la Eva todavía atesora el video de "Escuela de Vagabundos"
y si aún suspira cuando Pedro Infante le canta al oído a Miroslava.
La Eva ya tiene 15 años y es, como decimos acá, toda una soltera.
Eso quiere decir que al aleteo de sus ojos se sienten convocados vientos jóvenes
que rondan su casa (cosa que, dicho sea de paso, no le causa ningún entusiasmo
a su papá).
Hace casi 10 años, cuando la Eva cumplía 4 y entraba en 5 (o sea
que tenía 6 años), metió en un paliacate sus pocas pertenencias
y salió, junto con todo su pueblo, al exilio. El 10 de febrero de 1995,
de la mano de la traición de Ernesto Zedillo (ése que, junto con
dios, está en el altar del "cambio" foxista), helicópteros
artillados, tanques de guerra y tropas de élite del ejército federal
mexicano tomaron su pueblo, Guadalupe Tepeyac y, violando el derecho internacional,
irrumpieron en la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja, donde
los pobladores tojolabales se habían refugiado.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), como luego lo habría
de refrendar en el campamento de refugiados de Polhó, en los Altos de
Chiapas, tiene vocación por la buena mesa y los halagos gubernamentales
y no por la labor humanitaria, así que nada dijo. El neoconverso a la
democracia, Gustavo Iruegas (quien, en una borrachera con Bernal y Del Valle,
dio su memorable receta de "diálogo": "hay que acabar
a las comunidades zapatistas, sin ellas el EZLN no vale nada"), entonces
arquitecto de la política zedillista contra el EZLN, consoló a
la delegación de la Cruz Roja Internacional con una opípara cena
en un restaurante de lujo en la Ciudad de México.
Mientras los "próceres" del humanismo y la neutralidad del Comité Internacional de la Cruz Roja cenaban con el asesino desmemoriado, los pobladores de Guadalupe Tepeyac subían la montaña e iniciaban lo que serían 7 años de exilio, mismos que no habrían de terminar hasta que la movilización de "sociedades" civiles nacionales e internacionales, en el marco de la Marcha del Color de la Tierra, obligaron al gobierno de Fox a retirar el ejército de esas tierras, posibilitando así el retorno de los autodenominados "tepeyaqueros".
Pero dejemos al discípulo dilecto de George Castañeda intentando
engañar bobos con cenas y escritos con posiciones supuestamente democráticas,
y permitamos que la Cruz Roja Internacional acumule ridículos y desprestigios
en todo el planeta. Dejemos que en el carnaval de arriba siga el intercambio
de máscaras y la venta de dignidades.
Dejemos eso y vayamos con la Eva. Ahora la Eva tiene 15 años y serios
problemas económicos por delante. Hace 10 años la Eva no iba a
la escuela y no tenía más problemas que lavar ropa y cargar leña.
Ahora va a la escuela y sus problemas no sólo crecieron, también
se complicaron. Sin embargo, no tienen qué ver con la suma, la resta,
la multiplicación y la división. O bueno, sí, pero no en
el salón de clases.
Resulta que la Eva no tenía la paga para conseguir un su cuaderno y un
su lapicero. Alguien le ha ofrecido regalárselos, pero la Eva respondió
con un: "Acaso estoy pidiendo que me den lo que no tengo".
Nadie entendió entonces a la Eva. Tampoco cuando la vieron ocupándose,
hacendosa, en la cría de conejos. Mucho menos cuando pudo vender dos
conejos y conseguir un poco de paga. La sorpresa vino cuando, en lugar de comprarse
un su prensapelo, un su medio fondo o un su portapechitos, la Eva se mandó
a comprar un cuaderno nuevecito que tiene muchas hojas: unas en blanco, otras
con rayas y otras con cuadrícula. En la portada del cuaderno hay dibujada
una Jirafa rosa cargando unos libros y la Eva, que también se mandó
comprar un lapicero y un juego de plumines, le ha pintado un pasamontañas
azul a la Jirafa.
"Acaso los zapatistas usan pasamontañas azul", le dice el Heriberto
(su hermanito que ahora tiene 13 años) cuando la Eva le muestra su cuaderno.
La Eva vuelve a mirar su Jirafa y replica "Acaso te estoy preguntando,
si yo lo conseguí la paga de mi cuaderno y yo le pongo el pasamontañas
del color que se me da la gana"
El Heriberto (que durante algunos años logró rehuir la escuela
argumentando que qué iba a hacer si el maestro le preguntaba algo, porque
él no sabía nada), está enojado, pero no con la Eva. Bueno,
no sólo con la Eva, sino con el mundo entero. Está enojado porque
no le dan un su caballo, a pesar de que ya ha demostrado que, subido en una
piedra, puede alcanzar con su pie el estribo. El Heriberto se desespera, pero
aprende, y no precisamente en la escuela.
Después de la respuesta de la Eva, el Heriberto va y se planta frente
a sus papás y les dice "Acaso estoy pidiendo que me den lo que no
tengo. Yo lo voy a juntar la paga y me voy a comprar un mi caballo y lo voy
a pintar de azul", y voltea a mirar a la Eva como pidiendo apoyo.
La Eva sigue haciendo la tabla del 7 y, sin siquiera voltear a verlo, le dice:
"Acaso hay caballos azules".
"Hay", dice el Heriberto.
"No hay", dice la Eva.
"Hay", dice el Heriberto.
"No te doy dulce", dice la Eva.
"No hay" dice el Heriberto que comprende que debe ser flexible y que,
después de todo, todavía no tiene la paga y a él le gustan
los caballos negros porque, dice que el Sup le dijo, "los caballos azules
son para las niñas".
No le crean al Heriberto, los está mentirando. Yo no dije que los caballos
azules son para las niñas.
Lo pensé, pero no lo dije.
II.- EL CRÉDITO.
En las conquistas de territorios en los siglos pasados, los poderosos buscaron
siempre la coartada de la civilización. Civilizar no era otra cosa que
domesticar. El despojo de riquezas continentales se llamó entonces "nacimiento
de nuevas civilizaciones", y el fraude humano que significó no se
refiere sólo a que nunca han podido demostrar que lo construido es mejor
que lo destruido. También y sobre todo, a que la "domesticación"
fracasó.
Una y otra vez, en la historia que arriba se escribe, la "pacificación"
después de una guerra de conquista no era sino una definición
del nuevo status de los contrarios: unos ganaron, otros perdieron. Es decir,
unos domesticaron a otros. O en términos más llanos: unos pasaron
a mandar y otros a obedecer.
En los grandes trancos que la humanidad ha dado desde entonces, para la historiografía
del Poder las cosas no han cambiado mayormente: siguen habiendo guerras, siguen
habiendo vencedores y vencidos, siguen las domesticaciones, y siguen quedando
unos mandando y otros obedeciendo.
Una de las muchas consecuencias de esta manera de entender la historia es que
define los acontecimientos con resultados definitivos de triunfo y derrota.
En la historia de arriba no hay gradación en el éxito obtenido:
se vence o se es vencido.
Y en el reparto de gracias y desgracias, el Poder es tan magnánimo como
lo permita el pincel de quienes le adornan el rostro al de arriba y al de abajo.
Así, el consuelo para el derrotado no es la revancha, sino la belleza.
De esta forma se construye la estética del derrotado: "Perdimos
sí, pero éramos tan hermosos"
Sin embargo la derrota no tiene ninguna belleza. La aparente hermosura de la
nostalgia que la adorna no ha sido construida desde abajo. Es sólo una
mala pintura para que nosotros, los derrotados de siempre sigamos siempre derrotados,
enamorados de la caída y convencidos de que la victoria no nos pertenece
porque su fealdad sólo atañe al poderoso.
Lo que el Poder quiere es, simple y sencillamente, que volvamos a luchar sí,
pero sin otro objetivo que acumular esas bellezas que no son sino la triste
moneda de la derrota. Ahora tenemos los almacenes repletos de ella, y sólo
la podemos comercializar con otros como nosotros, abajo.
En suma, en las finanzas de la desmemoria, el que gana cobra al contado, el
que pierde paga a crédito y largo plazo. El sistema bancario del Poder
sólo ofrece a los de abajo crédito para la derrota. Mientras más
crezca la cuenta de nuestras caídas, más fastuosa será
la bienvenida que recibamos en el sistema bancario de la desesperanza.
Sin embargo, algo no embona. Como si fueran piezas de rompecabezas en un tablero
equivocado, la resistencia a la domesticación y la rebeldía contra
la cadena de mando/obediencia, rompen con la lógica de una historia impuesta
y se niegan a adquirir el póster tridimensional del hermoso ángel
caído.
Cuando el Poder escribe la palabra "FIN", la resistencia agrega el
signo de interrogación que no sólo cuestiona el fin de la historia,
sino que, también, se niega a aceptar un mañana que sólo
lo incluye como derrotado. De esta forma, apostando a transformar el futuro,
la resistencia apuesta a cambiar el pasado.
La resistencia es así el doble vaivén de la mirada, el que niega
y el que afirma. El que niega el fin de la historia, y el que afirma la posibilidad
de rehacerla.
III.- LAS CUENTAS.-
Hacer realidad las cuentas en La Realidad no es sencillo. Sentado junto a mí,
Andrés está "enseñándome" a contar. Manteniendo
la respiración, Andrés empieza por el uno y pasa sin dificultad
hasta el 77. Al llegar ahí acelera y, ya morado, termina con un "97,
98, 99 y siento que ya no puedo más". Andrés me queda viendo.
Yo entiendo que tengo que felicitarlo (y, por supuesto, no debo hacer notar
que omitió los números del 37 al 66), así que aplaudo discretamente.
El Andrés vive en La Realidad y tiene 7 años y está entrado
en 8. Nació el mismo día en que se firmaron los primeros Acuerdos
de San Andrés, donde el gobierno federal se comprometía a reconocer,
en la Constitución, los derechos y la cultura de los pueblos indios de
México.
Ahora estamos con el Andrés sentados a la orilla del arroyo donde se
bañan los caballos. Llegamos ahí corriendo, después de
tomar por asalto la tiendita "La Nana", en el Caracol de La Realidad.
Ahora podemos descansar, porque todavía falta para que encuentren al
Moy y le digan que "Vino el Sup con unos niños y se llevaron los
"Totis", las galletas "María", los chicles y los
refrescos y dijeron que van a pagar hasta cuando ganemos la guerra", lo
que no es sino una mentira flagrante, porque no había refrescos.
Pensando que me ha conmovido con su "cuenta" hasta el cien, Andrés
me confiesa que tiene roto el bolsillo del pantalón y que se le cayó
todo su botín. Yo hago como que no vi que lo escondió detrás
de un arbusto y le convido de mis "Totis".
Con la boca repleta de frituras y en un tono mantecoso, Andrés me dice
que él, cuando sea grande, va a ser contador. Yo entiendo que Andrés
no quiere decir lo que quiere decir y le pregunto qué va a contar.
"Estrellas", me dice, como si dijera "vacas".
"Mmh, pero ésas son muchas", le digo tratando de orientarlo
a una profesión más lucrativa.
Él dice "No importa, yo aquí voy a estar hasta tarde".
Yo le iba a pedir que me firmara un autógrafo cuando llegan el Olivio
y el Marcelo a invitarme a cazar "gallinita de agua". Yo les pregunto
si no tienen miedo. Ellos se indignan.
"Ya somos grandes ya", me dicen-informan-advierten.
"¿Cuántos años tienen pues?", les pregunto.
"Ya no alcanzan las manos para hacer la cuenta" me dicen, así
que yo debo deducir que tienen 11 años.
Viendo un rollo de galletas "Marías", el Olivio me dice: "Oí
Zup, en el Caracol ya llegaron ya los promotores de salud".
"Sí", dice el Marcelo, "… ¡y traen muchas
inyecciones!".
Les di las galletas "Marías". De todos modos a mí las
que me gustan son las "pancrema".
El Olivio y el Marcelo prometieron avisarme cuando se vayan los promotores,
así que sigo escondido en la Ceiba, mientras el Andrés está
de guardia.
Aunque ya está oscuro, sé que sigue ahí. Claro escucho
que cuenta:
"35, 36, 57, 58, 59…".
De pronto se detiene y, hasta la copa de la Ceiba, avienta una pregunta:
"Oí Zup, las estrellas que se caminan, ¿cuentan o no cuentan?
IV.- UN SALDO.
(In) definición financiera de la rebeldía: "Una cantidad
indefinida de jirafas que de pie sueñan que en su cuenta aparecen estrellas
feas y no hermosas derrotas. No son sujetas de crédito y, sobre todo,
ni se venden ni se compran. De rendirse mejor ni hablar".
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Noviembre del 2004. 20 y 10.
P.D.- Aquí termina nuestro programa de finanzas globalizadas. Siga sintonizando
el Sistema Zapatista de Televisión Intergaláctica, "la única
televisión que se lee".