El club de las caricias mutuas.
¿Cuál es la velocidad del sueño?
No lo sé.
"No lo sé", esas tres palabras deberían estar más
presentes en el repertorio de todos, tan obligados como a veces nos sentimos
a opinar acerca de todo, y a suplantar opiniones por dogmas y recetas ("verdades",
dicen).
En el "Club de las Caricias Mutuas", es decir, en la selecta intelectualidad
que, en y desde los medios masivos de comunicación de derecha (y algunos
"de izquierda"), se mantiene ajena ("objetiva", dicen) a
la realidad, hace tiempo que la crítica y el debate fueron suplantados
por el escándalo mediático, por "neutralidades" (que,
al fin de la edición, son más fundamentalistas que Bush-Bin Laden),
y por profecías que no importan si no se argumentan ni se cumplen ("después
de todo, ¿a quién le importa la realidad?").
Cortesanos versátiles en la periferia del Poder, esos intelectuales hablan
de todo, son expertos en todo. En su filosofía instantánea y soluble
("salimos al aire- entrego mi colaboración en unos minutos, mi buen,
no hay tiempo de pensar en lo que se va a decir-escribir"), estos neo filósofos
de la postmodernidad, siguiendo las modas que se renuevan cada tanto, imitan
las poses y el método de los "grandes" pensadores, es decir,
abstraen y generalizan. O sea que suponen y crean un molde, y luego lo aplican.
¿Las sobras?, al basurero (o sea fuera de la programación o del
índice del artículo).
Más aún, el intelectual y el comunicador que se desempeñan
como analistas políticos de derecha (y no pocos de "izquierda"),
se erigen en jueces que dictan sentencia y esperan, sentados en la academia
o en la sala de prensa, a que la realidad sea el verdugo que ejecute la sentencia.
Si el "éxito" de la filosofía política reaccionaria,
es decir, la del analista de derecha, está en su capacidad de "justificar"
una acción, el de los que predican desde el púlpito de los medios
de comunicación está en trivializar la sinrazón. Proponiendo
emociones reflejas y no razones, los comunicadores abordan la guerra, la pobreza,
las catástrofes naturales, las arbitrariedades gubernamentales, los crímenes,
y los cada vez más frecuentes brotes de descontento popular.
Después de todo, los sentimientos pueden ser tan fugaces como los temas
"más importantes" de los noticieros. Así, se desesperan
por la falta de videos.
Pero los hay, lo que pasa es que muchos de ellos provocan reflexiones, y digamos
que la reflexión profunda no es el fuerte de la comunicación de
masas.
La velocidad de la pesadilla.
Y es con la reflexión teórica (que no es sinónimo de masturbación
mental), el debate (que no es el ping-pong de calificativos), el intercambio
de experiencias (que no es el intercambio de recetas), que, si no se puede saber
cuál es la velocidad del sueño, se puede, en cambio, calcular
la velocidad de la pesadilla. De nuestra propia experiencia y de lo que vemos
en el globalizado piso de arriba, hemos aprendido que es la misma que tiene
el bajar las manos, el rendirse, el resignarse, el asumir la cómoda y
estúpida posición de espectador, el abandonar ideales en aras
de un pragmatismo a final de cuentas estéril y deformante.
Si el Poder mundial rinde un culto morboso al 11 de septiembre y al 11 de marzo,
es para traerlos como argumento de la pesadilla que globalizan, y nos quieren
"vender" el sueño de que su poderío militar y policiaco
evitará que se repitan más "onces" en el calendario…
sembrando su terror en otras fechas y en todo el mundo.
Pero, frente a los "11" del terror de uno y otro lado, hay, por ejemplo,
un "15", el de febrero del 2003. En esa fecha más de 30 millones
de personas de más de 100 naciones del mundo, se movilizaron en contra
de la guerra.
Muchos dirán que fue inútil, que como quiera la guerra se realizó.
Pero se olvida que las cosechas de las siembras de abajo nunca son inmediatas.
Y no siempre las movilizaciones terminan cuando terminan los noticieros. Las
más de las veces derivan en aprendizaje y organización. El Poder
bien puede vivir con demostraciones masivas de repudio, que acaban cuando cambian
de canal; pero no puede estar cómodo con la organización de ese
repudio, mucho menos con su crecimiento.
Porque, abajo, aprender es crecer.
Las mentiras, por más "rating" que ostenten, suelen provocar
indigestión y vómito. Las verdades, ciertamente, provocan dolor
de estómago, pero éste se suele aliviar haciendo algo.
Porque, si bien las mentiras son irremediables, las verdades si tienen remedio.
Frente a la pesadilla, no basta despertar. La vigilia puede florecer en el sueño.
El impreciso sueño zapatista.
Pero, ¿cuál es la velocidad del sueño?
No lo sé.
En nuestro sueño, el mundo es otro, pero no porque algún "deux
ex machina" nos los vaya a obsequiar, sino porque luchamos, en la permanente
vela de nuestra vela, porque ese mundo se amanezca.
Nosotros, los zapatistas, sabemos a cabalidad que no tendremos, ni nosotros
ni nadie, la democracia, la libertad y la justicia que necesitamos y merecemos,
hasta que, con todos, la conquistemos todos.
Con los obreros, con los campesinos, con los empleados, con las mujeres, con
los jóvenes.
Con aquellos que hacen andar las máquinas, que hacen producir al campo,
que le dan vida a las calles y a los caminos.
Con aquellos que, con su trabajo, preceden al sol cada día.
Con aquellos que siempre producen las riquezas y hoy sólo consumen las
pobrezas.
Nuestra lucha, es decir, nuestro sueño, no termina.
Sin embargo, en la vigilia de todos los días nos esforzamos por no heredar,
a quienes sigan, un espacio de rencor y afán destructivo.
A cada momento refrendamos nuestra decisión de no imponer a nadie (ni
a nosotros mismos), - aún desde la impunidad de la ausencia definitiva
(tocados por la varita mágica de la muerte, ésa que convierte
en perfecciones lo que no son sino un montón de contradicciones)-, una
serie de cinismos disfrazados de "razones políticas" o de fundamentalismos
disfrazados de "neo filosofía" universal y eterna.
El zapatismo no es una guía para la acción.
Nos empeñamos cada minuto de cada hora de cada día, en no predicar
ni promover el culto al "todo se vale", que sólo suele ser
una coartada que justifica el que, en el "todo", vaya incluido el
traicionar los principios.
La razón que nos mueve es una razón ética. En ella, el
fin está en los medios.
Queremos, y por eso luchamos cotidianamente contra todo (nosotros mismos incluidos),
poner una piedra más en nuestra casa, la que queremos toda puertas y
ventanas, por la que se pueda entrar, se pueda salir, mirar y ser mirado, sin
más límite que las ganas de hacer una u otra cosa. Una casa donde
no sea un dolor ser mujer, o niño, o anciano, o indígena, o joven,
o gay, o lesbiana, o transexual, o trabajador del campo y de la ciudad. En fin,
un lugar donde no sea una vergüenza pertenecer a la humanidad.
Queremos seguir luchando como lo que somos, como zapatistas. Así el mundo
nuevo no nacerá sólo de nuestro paso, pero también de él.
Queremos, finalmente, desaparecer. Para eso, y no para otra cosa, fue que aparecimos.
Por eso en nuestro sueño, nosotros no estamos.
Pies desnudos.
¿Cuál es la velocidad del sueño?
No lo sé.
Pero ahora, en esta madrugada de septiembre, sin más compañía
que un viento helado, con la lluvia tamborileando impaciente en el techo de
la champa, y sumando la nube que porto a la que afuera reposa, se me ha ocurrido
que, tal vez, es la misma velocidad con la que, en mi sueño, la sombra
que soy se desvanece en la otra y amable sombra de la entrepierna de Ella, mientras
con mis labios escribo promesas imposibles en las plantas de sus pies desnudos…
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Septiembre del 2004. 20 y 10.
P.D.- Aquí termina este programa "científico" del Sistema
Zapatista de Televisión Intergaláctica. Después de un corte
anti-comercial, seguiremos con nuestra programación. No le cambie. (En
la pantalla, o sea en la cartulina, aparece: "Huaraches Yepa-Yepa, el único
huarache g-l-o-b-a-l-i-z-a-d-o, lanza al mercado su nuevo modelo "Pozol
Agrio" –edición limitada- ¡a un precio de sueño!
No se aceptan tarjetas de crédito ni efectivo. Permiso de la Junta de
Buen Gobierno número 69. Aplican restricciones").