Ejército Zapatista de Liberación Nacional

La noche... la noche es nuestra

Discurso de Marcos en el Encuentro Nacional en Defensa del Patrimonio Cultural

Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Esta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía. No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto que hiciera mundo, ni cosa alguna que se moviera ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo.

No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.

Solamente había inmovilidad y silencio en la oscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz. De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo. Así contaban.

Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la oscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo juntaron sus palabras y sus pensamientos.

Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre. Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.

Popol Vuh

Agosto es hoy larga noche en el mundo. Otro agosto, en las montañas del Sureste mexicano afila despacio el Viejo Antonio su machete de dos filos. La luz del fogón arranca destellos naranjas y azules del plomado y alargado espejo que sostienen las manos del Viejo Antonio, mientras la Doña Juanita le arranca al comal una y otra tortilla. Yo espero sentado en un rincón, fumando. Esta noche saldremos de cacería con el Viejo Antonio y me supongo que planea estarse en la montaña hasta que se amanezca, porque le ha pedido a la Doña Juanita que nos prepare algunas tortillas y pozol. La Doña Juanita, entre suspiro y suspiro, ha molido el maíz, ha torteado la masa y ya tiene un altero de tortillas recién hechas así de grande. Sobre el fogón, relamida por un lúbrico fuego, una ollita recalienta el café.

Yo me voy adormeciendo con el rítmico tallar de la lima sobre la doble lengua del machete y con el olor de las tortillas de la Doña Juanita. De pronto, el Viejo Antonio se levanta y dice:

­ Me voy pues.

­ Sí, pues ­dice la Doña Juanita, mientras termina de envolver en hojas de plátano una bola grande de pozol y lo mete, junto con las tortillas, dentro de la morraleta del Viejo Antonio. Con cuidado vierte el café en una vieja botella, de plástico y lo coloca junto al pozol y las tortillas.

Yo me despabilo y me incorporo. Salimos ya al dintel de la puerta cuando veo que el Viejo Antonio no lleva su vieja chimba.

­ Olvida usted su arma ­le digo.

­ No la olvido, esta noche no necesitamos la chimba ­responde el Viejo Antonio, sin detenerse siquiera.

Salimos a la noche. Yo sé que está expresión de "salimos a la noche" se usa en sentido figurado, pero en este caso era más que eso. Cuando estábamos dentro de la champa del Viejo Antonio parecía que la noche se había quedado allá afuera, como si no estuviera invitada a la ceremonia del afilado del machete, el calentado del café y el cocimiento de las tortillas. Aunque la desvencijada puerta de la casita estaba abierta, la noche no se entraba, se llegaba hasta el borde mismo pero ahí se quedaba nomás, como sabiendo que no era ese su lugar sino otro, allá afuera. Así que, cuando salimos de la champa del Viejo Antonio, salimos a la noche.

Un rato largo caminamos por el camino real. Acababa de llover y fuerte, pero ya jugueteaban de nuevo las luciérnagas, colgando rápidas serpientes de luz en ramas y bejucos. No obstante, agosto salpicaba charcos y lodos por todos lados, y a ratos era imposible encontrar un cruce que no significara andar con el lodo hasta las rodillas. Al poco, tomamos el desvío de una vieja picada, acaso sólo transitada de vez en cuando y, por lo tanto, sin mucho lodo. Aquí ya había monte alto, quiero decir que los árboles eran grandes y frondosos y era como si hubiéramos salido de una noche y hubiéramos entrado a otra más oscura, una noche dentro de la noche.

Yo ignoraba que es lo que buscábamos, y qué íbamos a cazar si el Viejo Antonio había dejado su chimba en el pueblo, pero como no era la primera vez que el salir con el Viejo Antonio era un misterio al inicio (que terminaba por aclararse al final de la jornada, justo como se aclara la madrugada cuando el sol empieza a arañarle las espaldas a los cerros), nada dije y seguí en silencio el paso del Viejo Antonio.

Debía ser ya pasada la medianoche cuando la picada terminó, o se perdió por el crecimiento del monte (que persevera en cerrarse las heridas que hombre y tormentas le hacen). Sin embargo, seguimos caminando. De cuando en cuando, el Viejo Antonio usaba su machete para abrirnos paso, sobre todo cuando los bejucos se hacían pared enfrente nuestro.

Aunque yo usaba mi focador todo el tiempo, el Viejo Antonio sólo encendía el suyo de vez en cuando y lo hacía dirigiendo el haz de luz hacia uno u otro lado, sólo un momento, como buscando algo. De pronto se detuvo y su lámpara se obstinó un largo rato en el suelo. Yo alumbré también para ese lado, pero no vi nada especial: algunas ramas tiradas por el viento, bejucos, hierbas, plantas pequeñas, alguna raíz asomando sus nudos y jorobas por entre la tierra.

­ Aquí es ­murmuró el Viejo Antonio, y se fue a sentar bajo un árbol, justo enfrente y a unos 10 metros de donde había alumbrado unos segundos antes.

Un buen rato estuvimos ahí, sentados, esperando. Cuando, vi que el Viejo Antonio empezó a forjar su cigarro, supe tres cosas: una era que no estábamos esperando ningún animal (el olor del tabaco lo alejaría), la otra era que se podía fumar, y la tercera era que el Viejo Antonio empezaría a hablar en cualquier momento. Así que saqué la pipa y el tabaco, le encendí su cigarrillo al Viejo Antonio y le di fuego a la pipa lanzando grandes bocanadas, tratando de ahuyentar al chaquiste y de ayudar al Viejo Antonio a traerse, tal y como alguna vez se la conté a la mar y ahora lo hago con ustedes...

La historia de la noche

Dice la gente que no es sabedora, que guarda la noche muchos y grandes peligros, que es la noche cueva de ladrones, lugar de sombras y temores. Eso dice la gente que no sabe. Pero vos debés saber que el mal y el malo no se andan ya escondidos tras los negros pliegues de la noche, ni se guardan más en cubiles. No, el malo y el mal andan a cielo abierto y caminan el día impunemente. Habitan el mal y el malo en los grandes palacios del Poder, poseen fábricas, bancos y grandes comercios, visten ropas de senadores o diputados, son presidentes de las distintas repúblicas que en estas tierras duelen, y hablan como si no fueran el mal y el malo quienes hablan. Esconden el mal y el malo su gris pestilencia debajo de mil colores y andan las modas que ellos mismos decretan.

Sí ­dice el Viejo Antonio exhalando una redonda voluta de humo­, no se esconden ya el mal y el malo, ahora se muestran y hasta se hacen gobierno. Pero no fue siempre así. Hubo antes un tiempo en que el mal y el malo no se andaban el día. Es más, nadie andaba el día porque el día no se hacía todavía. Era el tiempo en que todo era noche y agua, y todo y todos se estaban dentro de la noche, nada ni nadie se salía. Cuentan los viejos más viejos de los viejos que los seres todos se estaban dentro de la noche y no hacían más que caminarla de una a otra orilla, pero sin pasar nunca al otro lado. No porque no quisieran, era porque no había todavía otro lado, sólo noche grande y en silencio. Cuentan también que en la noche fue que se reunieron por vez primera los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los más primeros. Algunos dicen que fue su primer acuerdo hacerse el día porque bueno vieron que se hubiera el día y que a la noche siguiera. Pero no así fue, no. El primer acuerdo que sacaron los más primeros dioses fue expulsar de la noche al mal y al malo. Cuentan los más viejos que muchas y grandes razones se dieron los primeros dioses, para tomar la decisión de expulsar al malo y al mal de la casa de la noche. Habló, dicen, el Tepeu, el vencedor de todas las batallas, y claro dijo que ni la noche ni el mundo que habrían de parir los dioses eran lugar para el mal y el malo, y que aunque largo tardaran, había que luchar para sacar al malo y al mal de todo.

Gucumatz, de alargado cuerpo y plumas de quetzal vistiéndola, la más grande sabedora, dijo que la noche es para hacerse cosas buenas y el mal y el malo lo impedían. Mucho hablaron los primeros siete dioses, los más grandes, que siete veces eran dos en uno. Al final acuerdo sacaron de que el mal y el malo debían ser expulsados de la noche y arrojados muy lejos, donde ninguna memoria los alcanzara. Eso acordaron los dioses más grandes, los que nacieron el mundo, los más primeros. Ese fue el primer acuerdo, cuando el mundo no era todavía, ni el día, ni nada, cuando todo era noche nomás y agua negra que en silencio se estaba. Esto cuenta los más viejos de los viejos, que es donde las comunidades van escribiendo sus historias pasadas. En los más viejos de los pueblos, como cajitas que hablarán luego, guardan los hombres y mujeres de maíz las historias de cómo y para qué fue hecho todo.

Y cuentan los más viejos de los viejos que al primer acuerdo se siguió el primer problema: no había adónde expulsar al mal y al malo, porque en ese tiempo sin tiempo, toda era noche y agua, nada estaba hecho todavía, nada se hacía, todo esperaba su hora. Entonces los dioses primeros se volvieron a reunir y vieron que primero tenían que hacerse las cosas y los lugares, y que sólo entonces tendrían un lugar a dónde expulsar al mal y al malo. Fue así como fueron hechas las cosas todas, como el día de la noche fue nacido, al igual que las mujeres y hombres de maíz, y fueron hechos los pájaros y los animales y los peces y hubo movimiento en tierra, mar y cielo y el mundo se echó a andar, y aunque recién nacido, el mundo despacio se empezó a andar porque mucha era la carga con la que su larga jornada empezaba. Y algo cansados quedaron los dioses primeros, porque mucho fue lo que se nacieron, un mundo pues, y dentro de ese mundo había de por sí muchos mundos y todos diferentes y otros y, sin embargo, mundos del mundo. Tan agotados quedaron los más grandes dioses que olvidaron que su acuerdo había sido expulsar al mal y al malo de la noche y mandarlos muy lejos, donde nos los alcanzara memoria ni recuerdo alguno. Se acordaron los primeros dioses de lo que habían olvidado y buscaron al mal y al malo para, con su grande grandeza, expulsarlos. Los buscaron por toda la noche y no los encontraron, todos y cada uno de los rincones nocturnos fueron revisados y nada que aparecían el mal y el malo. Y es que, cuentan los más viejos de los viejos, el malo y el mal habían aprovechado la confusión de cuando todo se estaba naciendo por vez primera y, por una rendija, se habían escapado de la noche para llegarse al día y en él se habían escondido bajo el disfraz de gobernantes. Cada tanto, a lo largo del tiempo en el que camina el tiempo, el mal y el malo mudan de ropaje para, sin dejar de ser Poder y gobierno, aparentar que son otros siendo como son, los mismos.

La noche quedó pues, ahora con sus orillas y sus puertas y ventanas, nació su propia vida y se fue construyendo las luces que en la oscura nagua le cuelgan. Tiene la noche sus sombras, es cierto. Pero, sombras de la sombra, los hombres y mujeres que en la montaña la habitan y cuidan, tienen su propios destellos y, a su modo, también alumbran. Eso cuentan los más viejos de los viejos. Y cuentan que todavía andan los dioses primeros buscando al mal y al malo por la noche toda, y que es común encontrarlos levantando alguna piedra, sacudiendo alguna nube somnolienta, haciéndoles cosquillas a la luna o arañando estrellas, todo para ver si el mal y el malo no se han escondido por ahí.

Cuentan también que, cuando se cansan de buscar, los dioses primeros se reúnen, juntan un montón de estrellas sobre el negro fogón de la montaña y, con la lumbre azul y nácar, se hacen su bailadera y su cantadera y la marimba de hueso, madera y luz que tocan llena la noche que se nace en las montañas del Sureste mexicano. Hacen así porque cuentan que el mal y el malo no gusta del baile y del canto, y que lejos se huyen cuando se organizan alegrías en estos suelos.

Y cuentan los más viejos de los viejos que los dioses primeros escogieron a un grupo de hombres y mujeres para que buscaran al mal y al malo por el mundo todo y para que, encontrándolos, lejos los mandaran. Y cuentan que, para que nadie lo supiera, escondieron la grandeza de esos hombres y mujeres en pequeños cuerpos y de moreno los pintaron para que anduvieran la noche sin miedo y para que en el día tierra fueran de la tierra. Y para que no olvidaran que la noche fue la madre y el inicio y casa y lugar de los dioses primeros, de negro les vistieron el rostro para que sin rostro quedaran y llevaran, aun de día, un pedazo de noche en la memoria.

Eso cuentan los más viejos de los viejos ­dice el Viejo Antonio, forjando un nuevo cigarrillo. Después de encenderlo, sopla y reaviva la palabra:

Estos hombres y mujeres de quienes tanto se cuenta son los que llaman "verdaderos" y empezaron a buscar al mal y al malo en la noche, junto a los dioses primeros. Pero alguna vez tendrán que salir al día para también ahí buscar y encontrar al malo y al mal. Saldrán y entrarán del día a la noche por la puerta mejor, por la madrugada...

Se queda en silencio el Viejo Antonio. Arriba la madrugada empieza a ceder ante el implacable cortejo del sol. Un último suspiro deshace el último rincón oscuro y, después de haber dejado las huellas de sus uñas en la espalda de aquel cerro, el sol se encarama en la loma más alta.

El Viejo Antonio se incorpora, estira sus piernas, revisa el filo doble de su machete y dice:

­ Vámonos, pues.

­ ¿Vámonos? ­pregunto­. ¿No estábamos esperando algún animal para cazarlo o algo así?

­ No ­responde el Viejo Antonio sin detenerse­, no estábamos cazando ningún animal; estuvimos velado por si el mal y el malo aparecían.

Recorrimos el camino de regreso rápidamente. Cuando salimos al potrero, a media loma, el día ya envolvía toda la cañada, las últimas gotas de lluvia eran derrotadas y un montón de gallos, más que cantar, alertaban.

El Viejo Antonio paró un poco y señalando a lo lejos, a occidente dijo:

­ Esta es la hora en que el mal y el malo reinan. No se ocultan ya, en el día caminan y de día apestan y pudren lo que tocan. En la noche no. La noche... la noche es nuestra.

En silencio queda el Viejo Antonio, y en silencio cubrimos la última legua que nos separaba de su champa. Cuando llegamos, la Doña Juanita llegaba también, con un tercio de leña a la espalda. Mientras lo bajaba, la Doña Juanita preguntó:

­¿No aparecieron, pues?

­ No, pues ­respondió el Viejo Antonio, mientras le ayudaba a desanudar el mecapal y a apilar la leña contra una de las paredes de la champita.

­ Habrá que seguir velando ­dice la Doña Juanita, mientras junta algunas brasas aún anaranjadas y llama al fuego.

­ Sí, pues, habrá que seguir velando ­dice el Viejo Antonio, mientras vuelve a afilar con la lima la doble lengua del machete.

Afuera el día seguía agazapado, sin entrar a la champa del Viejo Antonio, como si supiera que ahí dentro se velaba en la búsqueda del mal y el malo, como si temiera que ahí dentro, en el fuego que la Doña Juanita alimentaba, otro día y otro mañana se forjaran...

***

Hermanos y hermanas del Consejo General de Representantes-Escuela Nacional de Antropología e Historia; hermanos y hermanas del Frente Interno de la Comunidad del Instituto de Antropología e Historia; comunidad de la ENAH; Sindicato Independiente de Trabajadores de Apoyo y Confianza del INAH; profesores investigadores del INAH, delegación D-III-IA-I, sección 10 del SNTE; Administrativos, Técnicos y Manuales del INAII, delegación D-III-24, sección 11 del SNTE; hermanos y hermanas del Frente Nacional de Defensa del Patrimonio Cultural, y de todas las organizaciones políticas, sociales, no gubernamentales, e individuos e individuas que lo forman:

Bienvenidos a La Realidad y a este primer Encuentro Nacional en Defensa del Patrimonio Cultural. Queremos que sepan que es honor para nosotros, los zapatistas, el participar junto a ustedes en esta reunión y en la noble inquietud que es su motor y camino.

Lo que hoy nos convoca es una alerta, un llamado de atención, un pliego. El mal y el malo que ya no se esconden y actúan con fuero legislativo y ejecutivo han decidido poner en venta todo lo que este país, que sigue siendo nuestro a pesar de ellos, tiene.

Quienes gobiernan ahora pretenden ponerle etiqueta de precio a la historia cultural de México y convertir al patrimonio histórico nacional en privatizada pieza de colección, dar un baño aséptico a la historia para, después de adornarla con foquitos multicolores y agregarle algunos efectos especiales, convertirla en un Disney World de lo Ancestral, que no de otra forma concibe el neoliberalismo al pasado.

Para quienes hoy nos gobiernan, si la historia no se cotiza en la bolsa de valores no tiene valor alguno. Y si el patrimonio cultural no se puede vender, es algo inútil y estorboso, además de que tiene un peligroso potencial subversivo.

Si creíamos que los criminales se escondían y aprovechaban la oscuridad para sus fechorías, la nueva generación que padece la clase política mexicana nos ha sacado del error. Los criminales andan a la luz del día, ostentan puestos gubernamentales y partidarios, disfrutan de fueros constitucionales y son quienes tienen en sus manos la administración de la justicia y las fuerzas militares y policiacas.

Hoy, la emergencia que nos convoca fue lanzada a tiempo por una comunidad que vuelve a poner en alto el valor de los jóvenes. Los estudiantes, académicos, investigadores, administrativos y manuales de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) nos han alertado sobre una iniciativa de ley que rezuma podredumbre y bajeza. La iniciativa en cuestión propone la subasta pública del patrimonio cultural de México y que sea el "libre" juego de la oferta y la demanda del que determine el precio de esa molestia histórica.

Gracias a estos jóvenes estudiantes de la ENAH hemos descubierto lo que ese proyecto legislativo anuncia: la privatización de todos y cada uno de los aspectos de la vida de este país.

Por el llamado, por la convocatoria y por la señal de alerta, nosotros, los zapatistas, les damos las gracias a todos los miembros de la comunidad de la ENAH y del INAH, y les decimos que son y siempre serán bienvenidos (claro que excepción hecha de quién ahora padecen como directora).

No sólo los zapatistas hemos escuchado el llamado de quienes han hecho del estudio y resguardo del patrimonio nacional su vida y destino. Hay también hoy con nosotros hombres y mujeres que representan a algo de lo mejor del movimiento social en México: maestros y maestras democráticos, organizaciones de colonos, no gubernamentales, culturales, sindicatos, frentes. Están con nosotros algunos trabajadores que luchan contra la privatización de la industria eléctrica, me refiero a los hermanos trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, a quienes les mandamos nuestro saludo y les reiteramos nuestro compromiso de luchar junto a ellos en la defensa de ese otro patrimonio nacional que es la industria eléctrica.

Mención especial merecen quienes ahora nos acompañan representando al heroico movimiento estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México. Acosados como nunca antes, golpeados y calumniados, perseguidos y denigrados de mil y una formas, los universitarios resisten y sostienen, contra viento y marea, un movimiento que no es sólo por ellos, sino que, como todas las luchas que de abajo nacen, es para todos.

Para ellos y ellas, para quienes hoy resisten en las brigadas, en las guardias, en las asambleas y en el Consejo General de Huelga, pido hoy a todos ustedes un saludo, es decir, un aplauso. No sólo para que sepan que no están solos, no sólo porque los aplausos duelen mucho menos que los golpes de los granaderos, también para marcar más la distancia frente a quienes eran, ya no más, la esperanza de los de abajo y ahora gobiernan para las encuestas y reparten golpes y cárcel a quienes les son señalados por los medios electrónicos de comunicación.

Salud pues, hermanos y hermanas estudiantes de la UNAM, sabemos que el aplauso que ahora les mandamos no cura los golpes propinados por quienes se dicen "revolucionarios y democráticos", pero algo alivian. Porque los de abajo se alivian saludándose y se crecen hermanando luchas.

Para los y las que voy a mencionar no pido un saludo, sólo un oído atento. Me refiero a los hombres, niños, mujeres y ancianos indígenas de las comunidades zapatistas que hoy sufren una verdadera campaña de terror encabezada por el ejército mexicano y la policía de seguridad pública del estado de Chiapas. Las comunidades indígenas zapatistas pagan hoy, rigurosamente y sin escatimar nada, el precio de su apoyo al movimiento estudiantil de la UNAM, a la lucha del SME y a la defensa de la memoria que encabezan las comunidades de la ENAH y el INAH. Hoy somos más perseguidos que nunca, más hostigados, más golpeados y más atacados. El Poder pretende derrotar en nuestra dignidad, la dignidad de universitarios, electricistas y defensores del patrimonio cultural.

Por orden de los pueblos zapatistas les comunico a ustedes, y a través de ustedes a los universitarios y a los trabajadores electricistas, que nada de esto que nos hacen nos intimida ni logrará reducir ni la admiración ni el apoyo que ustedes se merecen. Pase lo que pase, escuchen bien, pase lo que pase, no variará nuestro apoyo al movimiento de la UNAM, a los trabajadores del SME y a la lucha que hoy encabezan las comunidades de la ENAH y del INAH. En todo caso aumentará, pero de ninguna manera se reducirá, el apoyo que, aunque pequeño, les damos. Sabemos que ustedes lo saben, los pueblos me piden que se los diga, no para que lo sepan, sino para que no lo olviden.

Hermanos y hermanas asistentes al Encuentro Nacional en Defensa del Patrimonio Cultural: Tal vez ustedes recuerdan las palabras con las que termina la convocatoria que se hizo pública para este encuentro. Si no es así, ahora se las repito. Dicen: "En defensa de la minorķa". Para eso estamos aquí, para eso hemos sido convocados. No podemos permitir que la memoria sea puesta en venta. No sólo porque en perdiéndola, empezaríamos a perdernos irremediablemente todos nosotros, también porque la memoria es la única esperanza que nos queda para, con ella y por ella, abrir un mañana.

Si hoy estamos a la defensiva es porque aún el mal y el malo dominan el día, porque la noche sigue siendo aún el espacio predilecto de la memoria, y porque es en la noche de la memoria donde otro día se forja ya.... y se anuncia.

Tiempo llegará en que, entre todos y todas, encontremos al fin al mal y al malo y lo expulsemos. Y no habrá rincón del día o de la noche para ellos, ni los alcanzará la memoria ni el recuerdo. Y sólo serán lo que ahora son, es decir, una pesadilla, pero ahora al fin acabada.

Hermanos y hermanas: Es otra vez el tiempo de la palabra. Hagámosle el espacio mejor, que siempre será dentro nuestro, y dejemos que sea ella la que nos busque y encuentre.

Que hablen, pues, los todos que son diferentes. Que hablen y encuentren la memoria, que con ella conspiren y que con ella labren el futuro mejor: el mañana. Esta es la palabra de nosotros los zapatistas: en defensa del patrimonio cultural y para todos...

¡Democracia! ¡Libertad! ¡Justicia!

Desde las montañas del Sureste Mexicano

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN

Subcomandante Insurgente Marcos

La Realidad Zapatista, trinchera de la Memoria. México, agosto de 1999.