EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL
MEXICO
2 de octubre de 1998
A la Digna Generación de 1968
Hermanos y hermanas:
Les escribo a nombre de los hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional para saludarlos en esta fecha que recuerda los 30 años de la matanza de Tlatelolco, pero también los 30 años de un movimiento que luchó por la democracia, la libertad y la justicia para todos los mexicanos.
68 no es sólo el 2 de octubre y la dolorosa Plaza de las Tres Culturas.
68 no es sólo aquel Tlatelolco, aquel edificio Chihuahua contemplando, olímpicamente atónito y apenado, la matanza de niños, hombres, mujeres y ancianos, desarmados e inermes ante las tanquetas, los fusiles, las ametralladoras, la estupidez hecha gobierno.
68 no es sólo la plaza resumiendo y rezumando la sangre de tres culturas bajo la muerte decretada por un sistema político que hoy se mantiene y se reproduce sobre matanzas semejantes.
68 es también, y sobre todo, la Marcha del Silencio, el Poli, la UNAM y cientos de estudiantes de instituciones de educación superior viendo para abajo, el Topilejo de la autonomía popular, las asambleas, las pintas en los muros, las brigadas, los mítines relámpago, la calle subvertida y vistiendo la dignidad con ropajes nuevos. La calle como territorio de la otra política, la de abajo, la nueva, la luchadora, la rebelde. La calle hablando, discutiendo, haciendo a un lado automóviles y semáforos, pidiendo, reclamando, exigiendo en lugar en la historia.
68 es una ventana para ver y aprender de la abierta confrontación entre varias formas de hacer política, entre distintas maneras de ser humanos.
El movimiento de 1968 marcó la historia de este país de manera definitiva. Entonces se enfrentaron dos países: el construido sobre la base del autoritarismo, la intolerancia, la represión y la explotación más brutales; y el que se quería y quiere construir sobre la democracia, la inclusión, la libertad y la justicia.
Allá arriba, el México de los poderosos, de los que deciden con la fuerza y por la fuerza el rumbo que más convenga a sus propios intereses, de los que hacen del monólogo, el garrote y la mentira la forma de gobierno, de los que no escuchan más que la voz que les devuelve el falso espejo que el Poder construye para quienes lo sirven e idolatran, de los que ofrecen la mano tendida y el diálogo directo mientras golpean, persiguen, encarcelan, violan, asesinan y mienten a quienes no les rinden obediencia ciega, sumisión, cabezas gachas.
El México del PRI y de los militares. El México de la violencia y la mentira.
El México de los que inventan confabulaciones desestabilizadoras, conspiraciones extranjeras, bienestar para la familia, rescates bancarios, voluntades de diálogo, ayuda a damnificados, caminos y puentes.
El México de los que simulan gobernar para todos.
El México de los que administran la catástrofe para beneficio de unos cuantos.
El México de los criminales que ordenan y que jalan el gatillo en Tlatelolco, en Acteal, en Chavajeval, en Unión Progreso, en Aguas Blancas, en El Charco.
El México de los de arriba. El México que agoniza.
Abajo, el México de 68.
El México de los que viven y mueren la rebeldía y la lucha por la justicia de la única forma posible, es decir, de vida entera.
El México de los que siguieron, y siguen, exigiendo, luchando, organizando, resistiendo.
El México de los que no vieron pasar los años con amargura, los que se levantaron, volvieron a caer. Los que volvieron, vuelven siempre, a levantarse.
El México de los que no limitaron la rebeldía y la exigencia de justicia a meros asuntos de calendario, a enfermedades pasajeras que la edad cura.
El México de los que no definieron "rebeldía" sólo como una noción que no iba más allá del largo del pelo de los hombres e inversamente proporcional al largo de la falda de las mujeres.
El México de los que no se contentaron sólo con buscar en el cuadrante de su radio la respuesta que está en el viento, que no vieron la rebeldía nada más como una incómoda moda de decir "no", que no definieron la lucha por la justicia sólo como el éxito musical que se tararea continuamente.
El México de los que no dejaron que el paso del tiempo igualara cordura con claudicación.
El México de los que no cortaron su dignidad ni alargaron la desmemoria.
El México de los que no hicieron del 68 pasado vergonzante, mera travesura juvenil, escalera al mal gobierno.
El México de los que no fueron, ni son, ni serán líderes, pero que en la casa, en el trabajo, en el camión, en el taxi, en el caballo, en la máquina, en el aula, en la fábrica, en la iglesia, en el pesero, en la silla de ruedas, en el autobús, en el arado, en la peluquería, en el salón de belleza, en el tractor, en el avión, en el taller, en el puesto ambulante, en la motocicleta, en el mercado, en el hospital, en la curul, en el estadio deportivo, en el consultorio, en el escenario, en el laboratorio, en el cabaret, en el asilo, en el escritorio, en la oficina, en los estudios de cine, radio y televisión, en los talleres de artes plásticas, en el metro, en el clóset, en las salas de redacción, en el mostrador, en la bicicleta, en cualquiera de los colores con los que se pinta lo cotidiano y silencioso, levantan una mano, una imagen, un sonido, una boleta, un voto, un puño, un pensamiento, una voz para hacer frente a las mentiras gubernamentales y decir: No, ya no. Ya basta. No les creo. Queremos algo mejor. Necesitamos algo mejor. Merecemos algo mejor.
El México de los que en sindicatos, en centros de educación, en los partidos políticos de oposición, en las organizaciones sociales, en las organizaciones no gubernamentales, en las colonias populares, en los ejidos y comunidades, en la clandestinidad, en las calles y en los campos y en las montañas, en todas partes continuaron, siguieron, resistieron.
El México de los que aprendieron que la esperanza se construye también con dolores y caídas.
El México de los que dijeron NO a la falsa comodidad de la rendición, de los que con el pelo corto, largo o sin cabellos hicieron crecer su dignidad, de las que acunaron la memoria sin importar si la falda cubría o no las rodillas.
El México de los que vivieron y murieron 68 y empezaron a parir otro mañana, otro país, otra memoria, otra política, otro ser humano.
El México de los que no construyen escaleras, de los que ven a los lados y encuentran al otro para hacerse y hacerlo "camarada", "compañera", "compañero", "hermano", "hermana", "pareja", "compita", "valedor", "amigo", "amiga", "manito", "manita", "colega" o como quiera que se le llame a ese largo y accidentado camino colectivo que es la lucha por todo para todos.
El México de los de abajo. El México que vivirá.
El México de 1968.
El México de 1998.
El México de los todos que se repiten y renuevan en su lucha -distintos, diferentes, otros- por la democracia, la libertad y la justicia sin importar edades, sexos, colores, culturas, provincias y localismos, lenguas y credos.
El México de los que lucharon y luchan por ser mejores de la única forma en que es posible ser mejores, es decir, con todos.
A ellos y ellas. A los que siguen. A los que resisten. A los que continúan. A los que, aún muertos, sobrevivieron 68 y hoy vemos de este lado, junto nuestro aunque distintos y diferentes. A ellos y ellas. A los de siempre saludamos nosotros los zapatistas.
1968. 1998.
Tiempo de exigir que se conozca toda la verdad, que no queden impunes los crímenes de ayer y de hoy.
1968. 1998.
Entonces y ahora la mentira de arriba vino para esconder la realidad.
Entonces y ahora la verdad de abajo viene para mostrar la realidad.
1968. 1998.
La realidad de la sangre manchando las plazas.
La realidad del autoritarismo llevado al crimen.
1968. 1998.
La realidad de los muertos y los vivos recordando y cultivando la memoria.
La realidad de la lucha que sigue.
La realidad del mañana que se anuncia, que vendrá...
Vale. Salud y no hay que olvidarlo: 30 años después... la lucha continúa.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Subcomandante Insurgente Marcos
México, octubre de 1998.