"Para saludarlos y recordarnos"
Ejército Zapatista de Liberación Nacional
Para: Cristina y Carlos Payán
De: Subcomandante Insurgente Marcos
Doña Cristina y don Carlos:
Con el agitado aire de un rubio molino de viento llegaron hasta
acá las noticias y, un poco por ellas y otro poco a pesar de
ellas, nos animamos a escribirles a los dos para saludarlos y recordarnos.
Nos recordamos de doña Cristina, de la vez que hablamos con ella
en 1994, de su preocupación por la situación y el destino
de las ruinas de Toniná, de la recomendación que nos hizo
de cuidar ese pedazo de historia indígena. Lo cuidamos mientras
pudimos. Ahora el Ejército federal construye uno de sus
más grandes cuarteles y realiza prácticas militares con
fuego real sobre las ruinas de Toniná, pero esas otras ruinas de
la historia indígena que somos nosotros seguimos resistiendo y,
siguiendo la recomendación de doña Cristina, cuidando el
pedacito de memoria que somos.
Nos recordamos también de don Carlos, de las veces que nos
encontramos con él, de su valiente compromiso con la verdad (que,
desgraciadamente, no siempre coinciden), de sus críticas y
distancias, de su necio empeño por un presente mejor. Enmendamos
lo que creímos y tratamos de salvar las distancias que pudimos.
Ahora el mal gobierno nos niega verdad e historia, pero ese otro
empeño necio que somos también nosotros seguimos
resistiendo para que el presente no redite las pesadillas del pasado.
Así que hicimos cuentas de nuestros recuerdos, sumamos la
preocupación de doña Cristina por recuperar y cuidar lo
mejor de nuestro pasado con la preocupación de don Carlos por
construir y cuidar el mejor presente. Y así, a la cuenta de la
historia que nos ayudan a hacer, agregamos un pedacito del ayer que se
hace hoy. Y quién mejor que el viejo Antonio para hacer cuentas y
contar cuentos...
Decía el viejo Antonio que son muchos los ingredientes para que el
pan que muchos llaman
Uno de ellos es el dolor, agrega ahora el viejo Antonio, mientras acomoda
el tercio de leña junto al fogón.
Salimos a la tarde, abrillantada después de una de esas lluvias
con las que julio pinta de verde a la tierra, y la doña Juanita se
queda preparando el pan de maíz y azúcar que acá
llaman "marquesote" y que, a la hora de servirlo, tendrá la forma
de la lata de sardinas que le sirvió de molde.
No sé desde cuándo son pareja el viejo Antonio y la
doña Juanita, y nunca se los pregunté. Hoy, en esta tarde
de la selva, el viejo Antonio habla del dolor como ingrediente de la
esperanza y la doña Juanita le cocina un pan como argumento.
Tiene noches que una enfermedad aqueja el sueño de la doña
Juanita, y el desvelo del viejo Antonio la alivia con historias y
juegos. Esta madrugada el viejo Antonio le ha montado un grandioso
espectáculo: jugando con sus manos y la luz que viene del
fogón, le dibuja con sombras una multitud de animales de la
selva. La doña Juanita ríe del noctámbulo
tepescuintle, del inquieto venado cola blanca, del ronco saragüayo,
del vanidoso faisán y de la escandalosa cójola que pintan,
sobre el lienzo de las paredes de su champa, las manos y la garganta del
viejo Antonio.
--No me curé, pero mucho reí--me cuenta la doña
Juanita--, no sabía que también las sombras son alegres.
Esta tarde la doña Juanita le cocina un "marquesote" al viejo
Antonio, no para agradecerle la inútil medicina de la noche de las
sombras alegres. Tampoco para él y su contento...
Es para dejar testimonio de que el dolor, si se duele juntos, es alivio y
sombra que se alegra. Para eso cocina la doña Juanita el pan que
sus manos y la leña del viejo Antonio nacen dentro de una vieja
lata de sardinas.
Y, para que no se perdiera nunca, con café caliente nos comimos el
testimonio del dolor conjunto de la doña Juanita y el viejo
Antonio, ese dolor que se hizo alivio y pan compartido...
Esto que les contamos pasó hace muchos años, es decir, hoy.
Ahora, ya de este lado del calendario, además de este recuerdo
queremos mandarles un gran abrazo que los alcance a los dos para traerlos
cerca nuestro y para que, junto a nosotros, limpiemos, cuidemos y
construyamos el pasado y el presente de la única forma posible:
con la dignidad como guía y el recuerdo como ingrediente.
Vale, salud y que nada falte en el horno de la memoria.
Subcomandante
Insurgente Marcos
México, julio de 1997