A LA PRENSA NACIONAL E INTERNACIONAL:
14 de Febrero de 1997.
Damas y caballeros:
Salud y saludos (créanme que, entre tantos aviones, helicópteros y tanques, una y otros hacen falta). Va aquí, anexa, una carta para recordar el engaño de hace un año (en sintonía con la cacofonía) y la traición de hace dos. A pesar del uno y de la otra, nosotros seguimos acá... todavía.
Allá no parece que les vaya muy bien, acá los únicos partidos que hay son los de cabeza (por la pedradas de la tiradora de el Beto) y sólo hay precandidatos para enfermarse. Aprovecho para saludar al pueblo ecuatoriano. Ojalá alguien enseñara a cantar a los gobernantes mexicanos.
Tal vez así...
Vale. Salud y recordad que esa bandera, la que celebráis el 24 de este mes, es también nuestra.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
México, Febrero de 1997.
P.D. QUE PREGUNTA (A PROPÓSITO DE LOS GRITITOS HISTÉRICOS DEL YO-YO PRECISO EN EL ESTADO DE HIDALGO).- Eso de “no reivindicaremos intereses políticos de falsos redentores”, ¿es una autocrítica? Lo de la “fragmentación de la Nación mexicana”, ¿se refiere a que se ordena en Dublín y se obedece en Los Pinos? Lo de “no podemos ni habremos de aceptar que en aras de la causa indígena se nutran posiciones demagógicas y aspiraciones ilegítimas de poder político”, ¿significa que el PRI modificará su estrategia electoral? Y, por último, ¿eran rojos los paliacates nuevos que les dieron a todos los “acarreados”? (digo, es que así ahorramos...) (¿Remember a Salinas y a los “acarreados” inaugurando el Hospital de Guadalupe Tepeyac?).
P.D. QUE ACTUALIZA UN CUENTO DE HACE 174 AÑOS.- “Érase un perico que no sabía decir otra palabra sino esta “victoria”. Pues sí, Señor, yendo días y viniendo días, en uno que estaba muy descuidado nuestro pobre perico en su estaca, le echó el ojo un gavilán y cargó con él por esos aires de Dios. Viéndose el triste verde entre sus garras, comenzó a quejarse, pero no pronunciaba otra palabra que la que sabía de memoria. A cada mordiscón que le pegaba el gavilán, gritaba el perico “victoria”; le soltaba otra, “victoria”; le trozaba una pata, “victoria”; le separaba un alón, “victoria”; y de esta manera se le arrancó cantando siempre la “victoria”. Hasta aquí el cuento.” (La Victoria del Perico.
El Pensador Mexicano. José Joaquín Fernández de Lizardi. 11 de Octubre de 1823).
Ahora, substituya “victoria” por “democracia”, “independencia” o “justicia”. En el papel del perico ponga al funcionario de su preferencia.
Tan, tan.
P.D. PARA LOS CÓMPLICES LOCALES.- Hablando de aniversarios y mentiras, el señor Ruiz Ferro cumple dos años de usurpar el gobierno chiapaneco. A cambio de que no lo metan a Almoloya, el tal Ferro dicta editoriales y boletines de prensa mientras deja que los militares gobiernen. En el Ecuador a los simuladores e hipócritas los expulsan, en Chiapas los hacen gobernadores interinos...
P.D. DONDE SE DICE LO QUE SE DICE.- Llovía mucho. La mar dormitaba el cansancio que el amor regala y, en la grabadorita, Mercedes Sosa deshilaba ésa que dice “Gracias a la vida que me ha dado tanto...”. Era madrugada y el avión había ya ronroneado la muerte sobre las oscuras montañas del sureste mexicano. Recordaba yo a Neftalí Reyes, el autodenominado “Pablo Neruda”, en eso que dice “...que la hora/ llegue a su horario en el instante puro,/ y el pueblo llene las calles vacías/ con sus frescas y firmes dimensiones./ Aquí está mi ternura para entonces./ La conocéis. No tengo otra bandera.” El reloj de la guerra marcaba “14 de febrero de 1997”. 10 años antes, en 1987, llovía igual. No había ni mar, ni grabadorita, ni avión, pero la madrugada rondaba la posta de nuestro campamento guerrillero. El Viejo Antonio se quedó para platicar. Con la tarde y con un costal de tostadas llegó. En la cocina del campamento ya no había nadie, aparte de nosotros dos. La pipa y el cigarro de doblador competían con el humo que salía de los rescoldos del fogón. Pero no se podía platicar más que a gritos. Parecía que había silencio, pero la lluvia rompía todos los rincones de la noche y no había ni un pedacito sano. Había un ruido de lluvia sobre el techo de árboles con el que la montaña se arropa, y había otro ruido de lluvia en el suelo. Doble era el ruido de la lluvia de abajo, estaba el que le filtraban los árboles de arriba y el que de por sí le dolía al
suelo. En medio había otro ruido, el de los techos de plástico hablando la lluvia del febrero en la selva. Ruido arriba, abajo, en medio. Ni un rinconcito para la palabra. Tal vez por eso me sorprendió escuchar claramente la voz del Viejo Antonio que, sin soltar de los labios el enésimo cigarrillo hecho con doblador, me contaba...
LA HISTORIA DEL RUIDO Y EL SILENCIO
“Hubo un tiempo en los tiempos en que el tiempo no se contaba. En ese tiempo los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, se estaban caminando como de por sí se caminan los dioses primeros o sea bailando. En ese tiempo mucho ruido había, por todos lados se escuchaban voces y gritos. Mucho ruido y nada se entendía. Y es que el ruido ése que se había no era para entender nada, sino que era ruido para no entender nada. Creyeron primero los dioses primeros que el ruido era música y baile y rápido tomaron sus parejas y se empezaron a bailarse así”, y el Viejo Antonio se pone de pie e intenta un paso de baile que consiste en balancearse sobre un pie primero y luego sobre el otro. “Pero resulta que el ruido no era música ni era baile, era ruido pues, y no se podía bailarse y estarse alegre. Y entonces los dioses más grandes se pararon a escuchar con atención para saber qué quería decir ese ruido que se oía, pero nada que se entendía nada, porque era ruido el ruido, pues. Y como el ruido no se podía bailar, pues entonces los dioses primeros, los que nacieron el mundo, ya no pudieron caminar porque los dioses primeros caminaban bailando y entonces se detuvieron y muy tristes se estaban sin caminar porque muy caminadores eran estos dioses, los más grandes, los primeros.
Y unos de los dioses trataron de caminarse, o sea bailarse con el ruido ése, pero no se podía y perdían el paso y el camino y se chocaban unos con otros y se caían y se tropezaban con árboles y piedras y mucho se lastimaban estos dioses”, se detiene el Viejo Antonio para volver a encender el cigarro que la lluvia y el ruido le apagaron. Después del fuego sigue el humo, después del humo sigue la palabra:
“Entonces los dioses se buscaron un silencio para orientarse otra vez, pero no lo encontraban por ningún lado al silencio, a saber dónde se había ido el silencio y con razón porque mucho era el ruido que había. Y desesperados se pusieron los dioses más grandes porque no encontraban el silencio para encontrarse el camino y entonces se pusieron de acuerdo en una asamblea de dioses y mucho batallaron para la asamblea que se hicieron porque mucho era el ruidero que se había y por fín acordaron que cada uno buscara un silencio para encontrar el camino y entonces se pusieron contentos por el acuerdo que tomaron pero no muy se notó porque había mucho ruido. Y entonces cada dios comenzó a buscarse un silencio para encontrarse y empezaron a buscar a los lados y nada, y arriba y nada, y abajo y nada, y como ya no había por dónde buscar un silencio pues empezaron a buscarse dentro de ellos mismos y empezaron a mirarse adentro y ahí buscaron un silencio y ahí lo encontraron y ahí se encontraron y ahí encontraron otra vez su camino los más grandes dioses, los que nacieron el mundo, los primeros”.
Se calló el Viejo Antonio, la lluvia también. Poco duró el silencio, rápido llegaron los grillos a terminar de romper los últimos trozos de esa noche de febrero hace diez años.
Ya amanecía la montaña cuando el Viejo Antonio se despidió con un “Ya vine”. Yo me quedé fumando unos pedacitos de silencio que la madrugada olvidó en las montañas del sureste mexicano.
Vale de nogada. Salud y que el ruido ayude a encontrar el silencio, que el silencio ayude a encontrar el camino, y que el camino ayude a encontrarnos...
El Sup estornudando por las “posiciones demagógicas y aspiraciones ilegítimas de poder político” que se producen sobre una ceiba mojada.