INTERVENCIÓN DE MARCOS EN LA MESA 1 DEL ENCUENTRO INTERCONTINENTAL, 30 de julio de 1996.

 

 

Buenas tardes a todos. Queremos pedirles permiso para dirigirles a ustedes unas palabras sobre nuestro pensamiento de los temas de trabajo que hay en esta mesa 1: "¿Qué política queremos y qué política necesitamos?" Me refiero a los cuatro subtemas en los que está dividida la mesa. Tratando de cumplir con el tiempo que tienen asignado por intervención, que es de una hora [risas]. Voy a intentar ir despacio por si alguien está traduciendo. ¿Alguien está traduciendo?

Lo primero que tengo que decir es que ésta es una reflexión desde adentro, una reflexión de los zapatistas sobre los zapatistas. Evidentemente va a haber y debe de haber gente con tiempo en otro lugar que pueda hacer un análisis mejor sobre lo que el zapatismo es y ha sido. A nosotros nos falta tiempo y distancia para poder reflexionar sobre lo que hacemos, pues sobre todo es una especie de autoconcentración que puede o no coincidir con lo que en realidad ocurre.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional nace el 17 de noviembre de 1983 en las montañas del Sureste mexicano, ochenta kilómetros hacia el este, tierra adentro en la selva. En 1983, en ese entonces todavía está el mundo bipolar dividido en dos grandes potencias: el capitalismo, por un lado -hegemonizado principalmente por los Estados Unidos de Norteamérica, la Comunidad Económica Europea y el Japón- y por el otro, el campo socialista, hegemonizado totalmente por la entonces llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Este mundo bipolar había surgido del fin de la segunda guerra mundial, después de la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki y al fin de la represión de la Alemania nazi. Entonces se crean los dos nuevos grandes ejércitos que van a conducir la tercera guerra mundial: el Pacto de Varsovia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, que es donde se produce el concepto de guerra global que induzca una guerra en todos los niveles y en todas partes. En lo militar, localizada o graduada en las distintas universidades, una de cuyas doctrinas dará origen a lo que se conoce como la guerra de baja intensidad: guerra ideológica, guerra social, guerra política y guerra económica. El objetivo de esta tercera guerra mundial es, como el de todas las guerras mundiales, repartir el mundo de nuevo, y esto culmina, como sabemos nosotros, con la derrota del campo socialista a mediados de los ochenta, el fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el paso del mundo a lo que se llama ahora la unipolaridad.

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional entonces está en la montaña, formado por un grupo que viene con toda la tradición de las guerrillas latinoamericanas de los setenta, grupo de vanguardia, ideología marxista-leninista, que lucha por la transformación del mundo buscando la llegada al poder en una dictadura del proletariado. En ese momento, mientras que el mundo resuelve su tercera guerra mundial y abre la cuarta guerra mundial, que se conoce ahora como el neoliberalismo, el EZLN ha enfrentado o ha chocado con el pensamiento en las comunidades indígenas, en una de las bolsas de olvido a las que ha conducido el neoliberalismo. A la hora que plantea abrir las fronteras para el dinero y tratar de globalizar el mundo, el neoliberalismo consigue fragmentar el mundo en muchos pedazos, y no sólo eso, además de fragmentarlo consigue enfrentarlo entre sí. El ejemplo de la exYugoslavia en Europa, el de Líbano en Asia, son una muestra de lo que el neoliberalismo nos ofrece como futuro a cualquiera de los pueblos del mundo. Sin embargo, vemos que el neoliberalismo pone como tasa del ser humano la capacidad de compra, de venta, la capacidad de comercio; empieza a olvidar a todos aquellos que no son productivos, que no pueden comprar, que no pueden vender, que no tienen capacidad de comercio. Y crea las bolsas de olvido. Una de ellas en el Sureste mexicano, en las montañas del Sureste mexicano, precisamente tratando de olvidar y de aislar a aquellos que son los más improductivos, los que menos pueden comprar y vender, qué son los indígenas. A la hora de meterlos en esta bolsa de olvido, el poder quiere aniquilarlos de la forma más barata en términos políticos y de propaganda, es decir olvidar, meter en una bolsa de olvido a centenares de miles de indígenas, más de un millón; era más barato que una bomba y menos costoso en la prensa y más selectivo. Esta bolsa de olvido, además, había que producirla para poder aprovechar el petróleo, la madera, la electricidad y el uranio que guardan estas tierras sobre las que ustedes están reunidos ahorita. Esa bolsa de olvido, a la hora que se da este choque entre las viejas ideologías, más viejas que las que vienen del pensamiento más o menos joven del marxismo nacido a finales del siglo XIX, chocan con ideologías mucho más viejas que no tienen un siglo o dos, sino muchos siglos de haber nacido, casi desde la formación del hombre, pero en concreto desde la formación de la cultura maya. Se produce este choque entre una vanguardia político-militar o una supuesta vanguardia político-militar y una forma política de resistir. Cuando el poder crea la bolsa de olvido en las comunidades indígenas, las comunidades indígenas convierten esa bolsa de olvido en una bolsa de resistencia y empiezan a organizarse para sobrevivir de la única forma que podían sobrevivir, es decir, juntos, en colectivo. La única forma en que esta gente podía asegurarse seguir adelante era juntándose con el otro. Por eso la palabra junto, la palabra nosotros, la palabra unidos, la palabra colectivo, marcan la palabra de los compañeros. Es una parte fundamental, diría yo, la columna vertebral del discurso zapatista.

Finalmente, esta bolsa que les contaba que se convierte en bolsa de resistencia, se convierte en una bolsa en la que se prepara adentro una guerra que se vacía en el punto culminante del éxito, el orgasmo del neoliberalismo, que consistía en la firma del Tratado de Libre Comercio, la entrada en vigor que permitía formalizar en el papel lo que ya era una realidad: la desaparición de las fronteras entre Canadá, Estados Unidos y México para el dinero y para las mercancías, no para las personas. Esa bolsa de resistencia que produce el olvido y que se hace bolsa de guerra llega a ese punto de quiebre ese primero de enero de 1994 y vacía toda la armadura de quinientos años para algunos, para algunos más de quinientos años, aunque para algunos de nosotros décadas de amargura, y logra por supuesto amargarle la fiesta al neoliberalismo y provoca todo lo que ha ocurrido en estos dos años y medio. En ese entonces, hay un nuevo choque de lo que es ese zapatismo que ya no tiene que ver con el zapatismo de 1983, que es ya nuevo en 1993 y que tiene que volver a rehacerse en 1994, a la hora que el zapatismo armado se encuentra con muchas fuerzas de resistencia y muchas bolsas de olvido que se habían repetido mientras nosotros estábamos en las montañas en México y en el mundo. Descubrimos que la bolsa para olvidar a los indígenas se había reproducido para olvidar a otros y a otras en todas partes del mundo, todos aquellos que no podían ser incluidos en un tratado comercial como el que ofrecía el neolibeialismo, que a grandes rasgos denotamos como los excluidos y que marcan ahora cuatro grupos fundamentales de los estorbosos, decimos nosotros, o de los incómodos, los excluidos: las mujeres, los indígenas, los jóvenes y los homosexuales o el movimiento gay, también incluidas las lesbianas. Estos cuatro grupos sociales, que el neoliberalismo ha definido como sus enemigos principales, cualquier forma en la que intenten organizarse debe ser embolsada, etiquetada y apartada del resto de la sociedad.

De una u otra forma, este Encuentro, voy a decirlo, no es la bolsa de valores pero es un encuentro de bolsas, de bolsas de olvido y de resistencias que están buscando sus semejanzas y reconociendo sus diferencias. El zapatismo armado que nace en 1994 empieza a convertirse en algo nuevo a la hora que encuentra al zapatismo civil en México y en el resto del mundo, gente que piensa como nosotros, que lucha por lo mismo pero que no está armada ni tiene un pasamontañas, pero que es igual que nosotros y de una u otra forma consideramos que comparte con nosotros el lugar del balcón que significa estar detrás del pasamontañas. Esto es lo que nosotros llamamos el neozapatismo, algo que no nos pertenece ya, que no es del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, por supuesto que no es de Marcos, pero tampoco es de los zapatistas mexicanos: es el síntoma de algo más grande que está pasando en todo el mundo y que ya nos corresponde a muchos, pero sobre todo a lo mejor que este siglo ha parido en los últimos años, que son ustedes. A todos corresponde ya definir esto y darle rumbo, se puede llamar como se vaya a llamar, pero el zapatismo como lo que ocurrió en el 94, en toda la guerra de palabras que se ha llevado desde entonces, es el síntoma de algo más que está pasando en Sudamérica, en Norteamérica, Europa, Asia, Africa y Oceanía, y para nosotros significa el síntoma de que las bolsas que han estado aisladas y olvidadas están luchando por abrirse, por romperse y tratar de encontrarse unas con otras para acabar con este mundo de bolsas, de bolsas de valores y de bolsas de las otras, de bolsas de olvido.

Para que nosotros podamos construir eso pensamos que había que replantear el problema del poder, no repetir la fórmula de que para cambiar al mundo es necesario tomar el poder, y ya en el poder, entonces sí lo vamos a organizar como mejor le conviene al mundo, es decir, como mejor me conviene a mí que estoy en el poder. Hemos pensado que si concebíamos un cambio de premisa al ver el poder, el problema del poder, planteando que no queríamos tomarlo, esto iba a producir otra forma de hacer política y otro tipo de político, otros seres humanos que hicieran política diferente a la de los políticos que padecemos hoy en todo el espectro político: izquierda, centro, derecha y los múltiplos que haya. Este cambio de la premisa que, por una parte produce el tránsito del Ejército Zapatista de Liberación Nacional al Frente Zapatista de Liberación Nacional, es el encuentro de dos civiles zapatistas, los armados y los pacíficos, pero civiles zapatistas al fin y al cabo, y empieza a tratar de encontrar su propio camino a nivel nacional y a señalar tal vez la necesidad de un encuentro a nivel internacional sobre qué tan posible es hacer esto, sacar la política de la lógica del espectro geométrico de la política que es izquierda, centro, derecha y sus divisiones respecto a lo que es la toma del poder, y plantear lo que nosotros queremos definir a grandes rasgos: que el mundo no sea el mundo que nosotros queremos o que el poder quiere, sino que sea un mundo donde quepan todos los mundos, tantos mundos como sea necesario para que cada hombre y mujer tenga una vida digna donde sea, y que cada quien esté satisfecho con lo que su concepto de dignidad significa. Para que todos vivamos con dignidad, ése es el mundo que queremos los zapatistas. El precio de nuestra vida no es una alcaldía, una gubernatura, la presidencia de México o la presidencia de la Organización de las Naciones Unidas o cualquier equivalente. El precio de la vida de los zapatistas es ése, un mundo donde puedan caber todos los mundos.

Nosotros pensamos que a grandes rasgos eso define el momento en el que estamos. No sabemos qué sigue pero sí sabemos que los pasos que siguen no los podemos decidir nosotros, ni siquiera encontrar; sabemos que para lo que sigue tenemos que escuchar otras voces y necesitamos que esas otras voces se escuchen entre ellas. Necesitamos un encuentro, dos, tres, muchos encuentros para poder construir juntos ese camino, si es que existe; y si es que ese camino no existe, pues cuando menos nos divertimos bastante cuando tratamos de encontrarlo y no estamos matando a nadie como no sea de aburrimiento: es una forma fea de morir. Lo que nosotros estamos pidiendo es eso, que nos encontremos los que venimos a encontrarlos a ustedes, pero también que se encuentren entre ustedes y que juntos podamos construir eso, en todo caso cuando menos compartir la angustia de no saber qué sigue, pero el orgullo de haber participado en una reunión que se planteó seriamente el problema de construir y la solución al problema de construir un mundo donde quepan todos los mundos. Ésa es la política que nosotros creemos que vale la pena construir; es una política que basa sus valores fundamentales en la inclusión y la tolerancia y que, en última instancia, pueda ser construida en cualquier lugar del mundo, siempre y cuando no sea sobre la humillación de alguien para valer la pena. Si no, creemos sinceramente que no vamos a hacer más que repetir el mismo, viejo y cansado girar de la rueda de la historia, que vaya al mismo punto donde comenzamos.

Sabemos que la humanidad se merece una oportunidad y que la humanidad se merece a los mejores hombres y mujeres que tiene. Parte importante son ustedes, y qué bueno que llegaron hasta acá y qué bueno que la lluvia nos perdonó siquiera esta mañana para poder hablar, aunque según sé la lluvia no les impidió el baile de anoche.