Comunicado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

10 de abril de 1996.

Al pueblo de México:

Hermanos:
El día de hoy, 10 de abril de 1996, se cumplen 77 años de la muerte del Jefe del Ejército Libertador del Sur y mando histórico del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el General Emiliano Zapata.

Nosotros, los hijos de Zapata, celebramos en este día no la muerte de Emiliano, sino su lucha y su compromiso.

La demanda zapatista de Tierra y Libertad sigue sin ser cumplida y nuestros hermanos campesinos de todo México siguen en la pobreza en la que los tiene el supremo gobierno. En lugar de reconocer que la tierra es de quien la trabaja, el supremo gobierno la malbarata para que los poderosos del extranjero se queden con ella. En lugar de usar la riqueza para apoyar a los campesinos pobres y a los pequeños propietarios para que hagan producir sus parcelas, el supremo gobierno usa el dinero para apoyar a los ricos banqueros, a esos ladrones que quieren despojar a todos los trabajadores honestos de sus bienes. Para poder cumplir sus planes mercantiles, el mal gobierno está dispuesto a afectar a campesinos pobres, obreros agrícolas, pequeños y medianos propietarios, y sobre todo a las comunidades indígenas.

Apenas hace poco tiempo, los pequeños y medianos propietarios se espantaban de que los campesinos pobres les invadieran sus tierras. Pero no vino de los pobres el mal para los pequeños y medianos propietarios; vino de los ricos más ricos. Estos poderosos no sólo les quitan las tierras: también les quitan las maquinarias, las cosechas y hasta sus bienes personales, para después llevarlos a la cárcel. Hoy, el mayor enemigo del campo mexicano es la usura que practican los grandes banqueros.

Engañados por el supremo gobierno, los pequeños y medianos propietarios aplauden los sangrientos desalojos de campesinos, la muerte y la cárcel para sus líderes, el crimen disfrazado de legalidad.

Pero no se dan cuenta de que esos desalojos no son para restituirlos de las tierras, sino para asegurar que los bancos tengan riquezas que embargar. Del gran dinero vienen las órdenes de desalojo. No buscan ayudar al pequeño y mediano productores, sino a la banca usurera que espera a que las tierras queden libres para poder embargarlas.

Apenas unas horas le dura el regocijo al ranchero cuando las fuerzas públicas desocupan las tierras que fueron tomadas por derecho histórico, por hambre y por desesperación. La misma ley que asesina para devolverles sus tierras al pequeño y mediano agricultor es la que, horas después, los despoja de todo para cobrarse no las deudas contraídas, sino los intereses de préstamos que no son sino un robo legalizado. El pequeño o mediano propietario, ése que aplaude y festeja el Imperio Frontal de una ley que no beneficia sino al que todo tiene, lamentará mañana esa fuerza asesina que hoy aplaude; le quitará tierra, casa, maquinaria, cosecha, ganado, bienes personales y familia, y además lo llevará a la cárcel por el mismo pecado que lleva a la cárcel y a la muerte a los indígenas y a los campesinos sin tierra, es decir, por no ser ricos.

La bandera zapatista de Tierra y Libertad hoy es levantada por los trabajadores del campo, por campesinos sin tierra, por ejidatarios empobrecidos, por los pequeños y medianos propietarios, y por aquellos que son los últimos en la riqueza y en la vida, los primeros en la miseria y en la muerte: los indígenas mexicanos.

Nosotros los zapatistas sabemos muy bien que Zapata vive, que la lucha por la tierra y por la libertad no ha terminado, que los papeles del gobierno y las declaraciones de los funcionarios no resuelven la miseria que hay en el campo de México.

Nosotros los zapatistas sabemos muy bien que las reformas neoliberales del artículo 27 de la Constitución mexicana no están hechas para dar seguridad a la pequeña y mediana propiedad; no fueron para promover la inversión en el campo, no fueron para mejorar la vida de los ejidatarios y comuneros. La reformas antizapatistas del artículo 27 son para que los poderosos tengan legalizados sus robos y despojos, y a esos ladrones que viven en el gobierno, en los bancos y en el extranjero, no les importa que la tierra produzca, no les interesa para trabajarla, para sembrar, para cosechar alimento. Les interesa para venderla, para especular con ella, para destruirla tratando de extraer lo que esconde en su vientre: el petróleo, el uranio y otros minerales; o para explotar lo que le da vida: la madera y el agua. Esos ladrones necesitan energía, y para conseguirla están dispuestos a la guerra y acabar con todo lo que les estorba. Les estorban los indígenas y los campesinos pobres, pero también les estorban los pequeños y medianos propietarios.

Se engañan quienes piensan que con la arbitraria fuerza de la ley van a recuperar o retener sus riquezas; lo único que esa ley busca es darle un camino más rápido y cómodo al robo.

No son pocas las lecciones que hoy recordamos, que hoy no deben olvidarse.

Una de ellas es que el poderoso traiciona y que no podemos confiar en él.

Que detrás de la sonrisa de los gobernantes está la mentira, que detrás de su palabra esta la muerte, que detrás de sus promesas está el olvido.

Pero hay otra lección: el problema del campo mexicano sólo podrá resolverse con la participación de todos los que viven del campo, los que hacen producir con honestidad, nobleza y razón.

Hoy queremos que nuestra palabra llegue a todos nuestros hermanos indígenas de México, a todos los campesinos pobres, a todos los sin tierra, a los obreros agrícolas, pero también a los pequeños y medianos propietarios. Queremos decirles que no nos confiemos del poder, que no dividamos nuestra fuerza y nuestra palabra, que unamos fuerza y palabra no para robar y despojar, sino para exigir lo que nos pertenece: el derecho a trabajar honradamente la tierra.

Hoy queremos hacer un llamado a todos los que no tienen tierra ni libertad. Los queremos llamar a una lucha en contra de un mismo enemigo. La lucha por la tierra y libertad, la lucha en contra del poder, del dinero, de la usura y del crimen. Tenemos que unirnos. Ni uno ni otro podrán sobrevivir solos. El poder necesita que todos perdonemos todo, que nos enfrentemos unos a otros. El poder del gobierno no está para servir a ningún ciudadano honrado. Sólo existe para servirse a sí mismo y a quienes son sus cómplices.

La legalidad que ofrecen no es sino una máscara para esconder una nueva traición; quieren repetir Chinameca en las comunidades indígenas, en los ejidos, en las pequeñas y medianas propiedades. Unidos podemos impedirlo.

¡Mueran la usura y el crimen!

¡Viva siempre Emiliano Zapata!

¡Democracia!
¡Libertad! y
¡Justicia!

Desde las montañas del Sureste Mexicano,

Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General

del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.