A la prensa nacional e internacional.

27 de octubre de 1995.

Señores:
Va comunicado. Nosotros ya no vamos a correr. Tenemos por costumbre correr una vez al año y este 1995 ya nos tocó en febrero. En lo que corresponde a los judiciales, hay que otorgarles el premio nacional de agronomía por su habilidad para "sembrar" pruebas. (Como quiera que sea, la pregunta clave a responder es: ¿Quién dio la orden de la detención? Y de ella se pueden derivar otras, por ejemplo: ¿A quién beneficia que el proceso de diálogo en Chiapas fracase? Manden las respuestas (si alguien las tiene) a la Secretaría de Gobernación, ahí ya las saben. Sólo necesitan confirmar.

Por lo pronto ya me arruinaron los clásicos de octubre, aunque en el beisbol (como en la política) no siempre gana el mejor. Si no me creen, pregúntenle a Castillo Peraza. No, mejor no le pregunten nada. Capaz de que piensa que es un piropo. Lo que es el analfabetismo!

Vale. Salud y haceos acompañar siempre por un notario público que certifique que no portáis más armas que las que Dios os dio.

Desde las montañas del Sureste mexicano.

Subcomandante insurgente Marcos.

México, octubre de 1995.

PD: Que acepta todos los regaños que no vengan de la mediocre soberbia que preside a ciertos partidos políticos.

La madrugada se empieza a dibujar apenas. El frío y la oscuridad cobijan el desvelo de un gallardo y andante caballero y la pena de su escuálido escudero. A la luna no hay quien la encuentre y a un relámpago se sigue el trueno. El lodo se renueva con la lluvia y el trigo con un beso.

Durito revisa el periódico, mordisquea su pipa y me dirige miradas de reproche.

­ Vaya que habéis provocado un desaguisado de ésos que hacen historia! ­dice mientras cierra el periódico.

­ ¿Yo? ­digo fingiendo que estoy muuuy ocupado con mi bota rota.

­ ¡Seguro! ¿Quién si no? Habéis demostrado, una vez más, que hablando tenéis la habilidad de una estampida de elefantes dentro de una cristalería. Y no sólo eso, vuestra torpeza ha permitido que un alud de mediocres declaren tontería y media respecto a la media tontería que dijísteis...

­ Yo... Lo que pasa es que no me entendieron! Yo no quise decir lo que dije, sino decir lo que no dije y por eso no dije lo que quise decir y si dije lo que no quise decir... ­me defiendo mientras oculto mi vergüenza en el agujero de mi bota, ¿alguien lo duda?, izquierda.

­ ¡Pamplinas! Ese razonamiento tiene la lógica de un diputado del PRI argumentando su voto en contra de que se reduzca el IVA.

Yo me quedo callado y empiezo a dibujar espirales y circulitos en el suelo con una varita. Durito se conduele de mí y me palmea en el hombro. Para hacerlo, Durito debe treparse por mi brazo y librar las carrilleras. Se sienta junto a la costura del cuello y me dice:

­ ¡Ah mi querido y torpe escudero! El hablar es resbaladizo y problemático. En realidad sólo vale la pena hablar con una mujer, único ser con quien es gratificante resbalarse y meterse en problemas. Y para hablarle a una mujer uno debe hacerlo al oído. Así no importa tanto lo que uno dice, sino el tibio acercarse al cuello. En política las palabras encierran mil trampas y enredos, y no sólo en las que nos dicen, también en las que decimos. Y ya que hablamos de política, eso me recuerda un cuento que os servirá para el libro ése que preparáis y que se titula, si mal no recuerdo, Cuentos para una noche de asfixia.

Yo suspiro resignado a tener que soportar otro cuento de Durito, pero él cree que es por la pena de las declaraciones en contra de Don Porfirio, así que continúa. Se aclara la garganta y me ordena que tome papel y lápiz y escribo, mientras lo dicta, el cuento que se llama...

"La historia del pie frío y el pie caliente".

­ Estaban una vez dos pies juntos. Estaban juntos pero no unidos. Un pie era frío y el otro era caliente. Y entonces el pie frío le dijo al pie caliente: "Tú eres muy caliente". Y el pie caliente le dijo al pie frío: "Tú eres muy frío". Y en eso estaban, o sea peleándose, cuando llegó Hernán Cortés y los quemó a los dos.

­ ¿Ya se terminó? ­le preguntó incrédulo.

­ ¡Claro! Si es un cuento, no una de tus conferencias de prensa ­me responde.

Yo lo quedo viendo con un reproche. El dice:

­ Ya, ya. Está bien. Déjame pensar... Mmmh, Mmmh. ¡Ya sé! Ponle al final:

"Y Hernán Cortés vivió muy feliz. Y colorín colorado, este cuento no ha terminado".

­ ¿No? ­le pregunto mientras guardo el papel en mi bolsillo.

­ ¡Claro que no! Hay todavía muchos pies fríos y calientes, así que Hernán Cortés terminará por llevarse una sorpresa muuuy desagradable.

­ Hablando de cosas desagradables ­lo interrumpo­, en algún periódico se están quejando de ti.

­ ¿De mí? ¿Quién osa quejarse del andante caballero por quien suspiran doncellas de todas las edades, en quien sueñan los niños grandes y chicos, y a quien respetan y admiran todos los varones nobles que en el mundo han sido?

­ Bueno, no se quejan precisamente de ti. Sólo dicen que ya chole de Durito, que Durito para allá, que Durito para acá. En fin, me sugieren que te omita de mis epístolas y que... ­Durito no me deja continuar y me grita al oído:

­ ¡Calla bellaco insolente! Sólo a un pelafustán como vos se os puede ocurrir que el respetable no goce y obtenga solaz esparcimiento y nobles enseñanzas del relato de mis grandes hazañas, de mi innegable simpatía y de la honda sabiduría de que están plenos mis parlamentos.

­  ¡Pero Durito! ¡No es a mí a quien se le ocurre ese absurdo! Reconoce que puede existir, es una hipótesis, alguna persona a la que no le causes tanto entusiasmo como...

Durito interrumpe de nuevo:

­ Bueno, os concedo que es posible que exista algún ser que puede no interesarse en saber de mí y de mis portentos. Así que haremos algo para determinar el raiting que tenéis vos, patán insolente, y el que tengo yo, alto y andante caballero.

­ De acuerdo con lo de "andante", pero lo de "alto" permíteme dudarlo.

­ Me refiero a la altura de los ideales, cretino.

­ Bueno, ¿qué propones?

­ Una consulta.

­¿Una consulta? Pero Durito... van a decir que es choteo...

­ ¡Ni una palabra más! Una consulta será. Nacional, Internacional e Interplanetaria. Y estas serán las preguntas:

Primera. ¿Debe el Sup eliminar las historias de Durito de sus cartas?

Segunda. ¿Debe el despreciable ser que osó demandar la desaparición de las historias de Durito, morir entre las llamas de un infierno que haga parecer el de Dante como un refrigerador?

Son dos preguntas para responder "si", "no", "no sé".

­ ¿Y a dónde deben dirigir sus respuestas los que quieran responder? ­pregunto con escepticismo.

­ A mi oficina: "Don Durito de la Lacandona, Hoyito de Huapác número 69. Montañas del Sureste Mexicano, Chiapas, México".

Veo muy decidido a Durito, así que es mejor que aclare algunas cosas.

­ ¿Y cuáles son las edades mínima y máxima para participar en esta "consulta"?

­ La mínima es de seis meses de nacido. La máxima es de un minuto antes de exhalar el postrer suspiro.

­ Pero Durito ¿Tú crees que a los seis meses de nacido alguien puede responder estas preguntas?

­ ¡Seguro! A los seis meses de edad yo ya componía algunos sonetos de ésos que hacen que un húmedo y femenino vientre provoque tempestades y, paradójicamente, brinde sosiego.

­ ¡Pero tú eres un escarabajo!

­ Más a mi favor. ¡No se discuta más! Elabora la convocatoria y agrega que todas las féminas podrán prender a su boleta su suspiro mejor... Aunque pensándolo bien... No, mejor un suspiro no... Porque es seguro que con tantos suspiros que llegarán por acá, se convertirán en un huracán que dejará al Roxana en la categoría de "brisas inoportunas". Mejor que envíen rojos claveles. Tal vez podamos hacer negocio y exportarlos... Bien, ¿qué te parece?

­ Me parece que estás delirando. Que has enloquecido ­le digo.

­ ¡Ah mi querido y enflaquecido escudero! El mañana sólo se puede amanecer con una cierta dosis de delirio y locura... ­dice Durito mientras se vuelve a su lugar y se cobija de nuevo en su hojita de huapác, no sin antes dibujar un grande y rotundo "69" en la parte de arriba.

­ Avísame cuando empiecen a llegar las respuestas. ¡Demonios! No podré siquiera conciliar el sueño por esta dulce espera... ­dice Durito segundos antes de empezar a roncar como si fuera motosierra sin escape.

Yo me quedo en silencio. Enciendo la pipa y aspiro despacio algún recuerdo. Arriba la madrugada diluye sus últimos y oscuros grises, a lo lejos el día le pega un mordisco al horizonte y el frío se vuelve tibieza aquí... en las montañas del Sureste Mexicano...

Vale de nuevo. Salud y que la locura y el delirio se multipliquen.

El Sup añorando la flor con que octubre adornó la Ceiba.