La historia de los espejos

Para cristal te quiero,
Espejo nunca

Pedro Salinas

Mayo de 1985. Madrugada. La luna se asoma al espejo de la laguna y ésta, celosa, le arruga el rostro con sus olas. A mitad del trayecto entre una y otra orilla vamos en un cayuco que tiene la misma estabilidad que mi decisión de cruzar el lago. El viejo Antonio me ha invitado a probar su cayuco. Durante 28 noches, de luna nueva a luna llena, el viejo Antonio ha labrado, a filo de machete y hacha, un largo tronco de cedro. Siete metros de largo mide la embarcación. Me explica el viejo Antonio que los cayucos se pueden hacer de los troncos del cedro, la caoba, el huanacastle o el bariy, y me señala los distintos árboles que nombra. El viejo Antonio se empeña en mostrarme uno y otro, pero yo no alcanzo a apreciar la diferencia entre ellos; para mí todos son árboles grandes. Pero eso fue en el día; ahora vamos de madrugada, como es ley, navegando en esta barquita de madera de cedro a la que el viejo Antonio ha bautizado como La Malcontenta. «En honor a la luna», dice el viejo Antonio mientras rema con un largo y delgado palo. Estamos ya en mitad de la laguna. El viento le peina unos bucles de olas al agua y el cayuco sube y baja. El viejo Antonio decide que hay que esperar a que amaine el viento, y deja la embarcación a la deriva. «Una de estas olas nos puede voltear el cayuco», dice mientras, con un cigarrillo, forja espirales de humo como olas el viento. La luna es plena y, a su luz, se alcanzan a distinguir los grandes islotes que salpican la laguna de Miramar. Por una espiral de humo el viejo Antonio llama una vieja historia. Yo estoy más preocupado de un naufragio que veo inminente (no me decido aún entre el mareo o el terror), así que no estoy para cuentos ni historias. Eso, por lo visto, al viejo Antonio lo tiene sin cuidado porque, recostado en el fondo del cayuco, empieza, sin trámite alguno, a contarme...

La historia de los espejos

«Cuentan los viejos más viejos que la luna se nació aquí mismo, en la selva. Cuentan que hace muchos tiempos, los dioses se habían quedado dormidos, cansados de tanto jugar y de mucho hacer. Estaba el mundo un poco silencio. Callado se estaba. Pero un lloriqueo quedito empezó a sonarse allá en la montaña. Resulta que a los dioses se les había quedado olvidada una laguna en medio de la montaña. Cuando repartieron las cosas de la Tierra, les vino sobrando esta lagunita y, por no saber dónde ponerla, la dejaron por ahí botada, en medio de unos cerros tan grandes que nadie se entraba en ellos. Entonces la tal lagunita estaba llorándose porque estaba sola. Y así como estaba en su chilladera, a la Ceiba madre, la sostenedora del mundo, se le puso triste el corazón por su lloradera de la lagunita. Recogiéndose sus grandes naguas blancas se acercó la Ceiba hasta donde se estaba la lagunita.

«­ ¿Qué te pasa, pues? ­le pregunta la Ceiba al agita que ya parecía un charquito nomás, por culpa de su tanta chilladera.

«­ No quiero estar sola ­dijo la lagunita.

«­ Bueno, yo me quedaré a tu lado ­dijo la Ceiba, la sostenedora del mundo.

«­ No quiero estar aquí ­dijo la lagunita.

«­ Bueno, yo te llevaré conmigo ­dijo la Ceiba.

«­ No quiero estar abajo, pegada a la tierra. Quiero ser alta. Como tú ­dijo la lagunita.

«­ Bueno, te levantaré hasta mi cabeza. Pero sólo por un rato, porque el viento es malhora y te puede tirar ­dijo la Ceiba.

«Como pudo, la Ceiba madre se arremangó sus naguas y se agachó para tomar en sus brazos la lagunita. Con cuidado, porque era la madre, la sostenedora del mundo, la Ceiba, colocó la lagunita sobre su copete. Despacio se incorporó la Ceiba madre, teniendo cuidado de no derramar ni una gota del agua de la lagunita, porque veía la Ceiba madre que muy flaquita se estaba la lagunita.

«Cuando ya estaba arriba la lagunita exclamó:

«­ Está bien alegre acá arriba. ¡Llévame a conocer el mundo! ¡Quiero verlo todo!

«­ El mundo es muy grande, niña, y allá arriba te puedes caer ­dijo la Ceiba.

«­ ¡No importa! ¡Llévame! ­insistió la lagunita y empezó a hacer como se lloraba.

«La Ceiba madre no quiso que se llorara tanto la lagunita, así que empezó a caminar, muy derechita, con ella sobre la cabeza. Desde entonces las mujeres aprendieron a caminar con el cántaro lleno de agua en la cabeza, sin que se les caiga ni una gota. Como la madre Ceiba caminan las mujeres de la selva cuando traen el agua del arroyo. Derecha la espalda, levantada la cabeza, y un paso como de nubes en verano. Así camina la mujer cuando lleva, en lo alto, el agua que alivia.

«Buena para la caminada era la Ceiba madre, porque en esos tiempos los árboles no se estaban quietos, sino que se andaban de un lado para otro, haciendo hijos y llenando de árboles el mundo. Pero el viento andaba por ahí, silbando de aburrido. Y entonces la vio a la Ceiba madre y quiso jugar a levantarle las naguas con un manotazo. Pero la Ceiba se enojó y le dijo:

«­ ¡Estate silencio, viento! ¿Qué no ves que llevo en la cabeza una lagunita lloradora y caprichuda?

«Hasta entonces el viento la miró a la lagunita, asomada allá arriba, en el rizado copete de la Ceiba. Bonita la miró el viento a la lagunita, y pensó de enamorarla. Y se fue el viento hasta arriba de la cabeza de la Ceiba y empezó a hablarle palabras bonitas en el oído de la lagunita. La lagunita, pues, lueguito que se puso a modo y le dijo al viento:

«­ Si me paseas por el mundo, ¡entonces me voy contigo!

«El viento ni se lo pensó dos veces. Se hizo un caballo de nubes y en ancas se llevó a la lagunita, tan aprisa que la Ceiba madre ni cuenta se dio de cuándo le quitaron a la lagunita de la cabeza.

«Buen rato que se anduvo paseando la lagunita con el viento. Que muy bonita que era, le decía el viento a la lagunita. Que qué chula la condenada, que cuál sed no se aliviaría con el agua que se tenía la lagunita, que cómo no hundirse en ella, y muchas cosas le decía el viento para convencerla a la lagunita de hacerse un amor en un rincón de la madrugada. Y bien que se lo creyó todo lo que le decía el viento. Y cada que pasaban por encima de un charco de agua o de un lago, la lagunita aprovechaba para mirarse reflejada y se arreglaba el húmedo pelo y se entornaba los ojos líquidos y gestos de coquetería se hacía con sus olitas en su cara redonda.

«Pero puro andar de un lado pa' otro quería la lagunita y nada de hacerse un amor en un rincón de la madrugada y el viento como que se fastidió y se la llevó bien alto y ahí nomás pegó un relincho y reparó y aventó a la lagunita y cayendo se fue la lagunita y como muy alto estaba pues mucho se tardaba en caer y seguro se hubiera dado un buen golpe si no es porque unas estrellas la miraron que se caía y como pudieron fueron y la prendieron con sus puntas. Siete estrellas la agarraron por los lados y, como sábana, se la levantaron de nuevo hasta el cielo. Pálida quedó la lagunita por el miedo que le dio que se caía. Y como ya no quiso bajar a la tierra, le pidió a las estrellas que la dejaran quedar con ellas.

«­ Bueno ­le dijeron las estrellas­, pero tendrás que ir con nosotros para donde vamos.

«­ Sí ­les respondió la lagunita­, yo me camino con ustedes.

«Pero la lagunita se ponía triste de andar siempre el mismo camino y se daba otra vez a la chilladera. Así, con su lloradera, se despertaron los dioses y se fueron a ver qué pasaba o de dónde venía esa chilladera y vieron a la lagunita, jalada por siete estrellas, cruzando la noche. Cuando supieron la historia, los dioses se enojaron porque ellos no habían hecho las lagunas para andar en el cielo, sino para estar en la tierra. Fueron a donde estaba la lagunita y le dijeron:

«­ Ya no serás laguna. Las lagunas no viven en el cielo. Pero como ya no te podemos bajar, entonces te vas a quedar aquí. Ahora te vas a llamar «luna» y tu castigo, por coqueta y presumida, será reflejar siempre el pozo donde se guarda la luz en la Tierra.

«Porque resulta que los dioses habían guardado la luz adentro de la Tierra y habían hecho un agujero grande y redondo para que ahí se llegaran a beber las estrellas cuando la luz y el ánimo se les apagaran. Entonces la luna no tiene luz, sólo es un espejo que, cuando aparece como luna llena, refleja de frente el gran agujero de luz donde se beben las estrellas. Espejo de luz, eso es la luna. Por eso, cuando la luna se pasea frente a una laguna, el espejo se mira en el espejo. Y como quiera nunca está contenta ni enojada la luna, es la malcontenta...

«A la Ceiba madre también la castigaron los dioses por andar de consentidora. Le prohibieron caminar para que no anduviera de un lado a otro y le dieron a cargar el mundo, además le pusieron más doble la piel para que no sintiera lástima de las lloraderas que escuchaba. Desde entonces, con la piel como de piedra, la Ceiba madre está de pie y sin moverse. Si se camina un poquito siquiera, el mundo se cae.

«Así pasó» dice el viejo Antonio. «Desde entonces la luna refleja la luz que se guarda dentro de la Tierra. Por eso cuando encuentra una laguna, la luna se detiene para arreglarse el pelo y la cara. Por eso también las mujeres, siempre que ven un espejo, se paran a mirarse. Eso fue regalo de los dioses; a cada mujer le dieron un pedacito de luna, para que pudiera arreglarse el pelo y la cara, y para que no le dieran ganas de andar de paseadora y de subirse al cielo.»

El viejo Antonio terminó, pero el viento no, y las olas siguen amenazando la barquita. Pero yo no digo nada. Y no es que esté reflexionando en las palabras del viejo Antonio, sino que estoy seguro de que, si abro la boca, voy a echar hasta el hígado sobre el agitado espejo en el que la luna ensaya su coquetería...

I. Dentro de la noche del rencor y el desconcierto

En México, en veces, la luna se pinta de un rojizo resplandor. Ni rubor ni sangre, son el coraje y el rencor los que le iluminan el rostro nacarado. De regreso de su largo viaje por la noche mexicana la luna termina su reiterado camino de espejos y se vuelve a su cansado andar. Tiene ya arrebolado el mirar... por el rencor... y el desconcierto....

¿Por qué? ¿Qué ha visto? Titubeando, sofocada y con un delgado hilo de voz que semeja una espiral del viento de mayo, la luna cuenta la historia de su viaje pasado. Cuenta que caminó la noche mexicana y que, dando tumbos por entre el gigantesco laberinto de espejos que es nuestra historia contemporánea, se llegó hasta el...

Espejo primero: El Poder como espejo y como imagen

CAPÍTULO 1

Que muestra la absurda coherencia del espejo puesto frente al espejo, de la doble duplicidad de la imagen del Poder, y la gran verdad que, dicen, debemos creer: el Poder es y es necesario, suficiente y eterno.

Primera Duplicidad:

En el Poder el espejo refleja una doble imagen: lo que se dice y lo que se hace. No oculta nada este espejo. Los recursos se le agotaron, ya no es el mismo de antes. Tiene la superficie enmohecida y manchada. Ya no «invierte» la realidad. Por el contrario, muestra la contradicción. Pero al hacerla evidente, la controla y la pone a su servicio. Ahora, simplemente, trata de que esa imagen contradictoria sea vista como «natural», como «evidente», como «incuestionable».

Si la primera mitad del año de 1994 fue de sorpresas y hechos inéditos, el mismo periodo de 1995 es de ratificación de que el rumbo del neoliberalismo es que no tiene rumbo. La contradicción y la improvisación constituyen la columna verbal de la nueva política nacional y se convierten en programa de gobierno.

Donde decía «Bienestar para tu familia» se muestra carestía, desempleo, caída de los índices económicos.

Donde decía «paz con negociación política» se muestra toda la parafernalia militar de tanques, aviones, helicópteros, miles de tropas.

Donde decía «reforma política definitiva» se muestra el aval a las imposiciones de gobernadores, «democracias» que se mantienen con el respaldo de un ejército que cada vez más adquiere características de ejército de ocupación... en su propio suelo.

Donde decía «defensa de la soberanía nacional» se muestran las etiquetas con los precios de venta de las riquezas del país.

Donde decía «hablar siempre con la verdad» se muestra un manejo de los medios de comunicación, primordialmente los electrónicos, donde la mentira es tan burda que sorprende y provoca risa en lugar de indignación.

Donde decía «él sabe cómo hacerlo» se modifican los signos de puntuación y se recita: «¿él sabe cómo hacerlo?»

Habla el espejo del Poder: «Yo o el fascismo», y aumenta la represión, la persecución, el terrorismo de Estado. «Yo o la anarquía», y la política y la economía, tomadas de la mano, dan bandazos sin rumbo ni orden. «Yo o el caos», y los funcionarios se dicen y desdicen en hechos y palabras. «Yo o la incertidumbre», y la única certeza es que el futuro es una incógnita que aterra.

Segunda Duplicidad:

La imagen que ofrece el espejo del Poder es doble.

Por un lado es una imagen hacia dentro, una imagen que el Poder se da a sí mismo. La soberbia atestigua, frente a sí misma, su esplendor. Su imagen le devuelven estas palabras:

«Somos los mismos, los de siempre. Somos menos, eso sí, pero más ricos. La incertidumbre del futuro la suplimos importando dosis suficientes de pasado. El ayer se puede convertir en hoy, basta una modesta inversión en dólares y una adecuada campaña publicitaria.»

Para el Poder, el presente es un espejo que mira hacia atrás y se reconforta. Hacia adelante prefiere no mirar, el precipicio produce vértigo.

Pero el Poder es, también, una imagen hacia afuera, una imagen que el Poder ofrece al consumo externo, es decir, internacional. ¿Y la imagen que se ofrece al pueblo de México? Después de todo, es el gobierno de México ¿no? Bien, no hay de qué preocuparse, esa imagen le llegará al país... ¡Por medios de comunicación extranjeros! Los informes sobre la situación económica, sobre los planes gubernamentales, sobre la política interna, sobre los magnicidios pendientes, todo le llegará al pueblo de México a través de agencias noticiosas del exterior. El mexicano común y corriente, para saber de la marcha de la economía, no deberá fijarse en su salario, en su poder adquisitivo, en su estabilidad laboral o financiera, o en su nivel de vida. En lugar de eso deberá atenerse a las declaraciones de funcionarios... ¡de otros países o de organismos internacionales!

El Poder, o mejor aún, el neoliberalismo hecho Poder en México, ha renunciado ya a luchar por legitimarse frente a sus gobernados. Ahora el espejo juega un nuevo truco. No se trata de «invertir» la imagen de ilegitimidad y «convertirla» en legítima. Ahora hay que «sobreponer» otra imagen a la de la «ilegitimidad», una imagen que borre o pase a segundo plano a la original, una imagen que se titula Legalidad. Incapaz de ganar su legitimidad, incapaz de luchar por lograrla, el Poder se viste con el ropaje de la «legalidad». Con el manto legal se puede todo.... incluso violar la ley. Así trabaja ahora el Espejo del Poder, con una imagen legal aunque ilegítima.

El ciudadano común y corriente, en México, no deberá esperar que el gobierno que (supuestamente) eligió, lo represente y vea por su bien. En cambio, deberá conformarse con un gobierno-que-representa-a-la-ley-que-representa-al-gobierno-que-representa-a-la-ley, y así hasta el infinito en ese rebote de imágenes de un espejo frente a otro espejo.

Este es el Poder: el espejo tautológico. En su imagen, en el reflejo que de sí mismo obtiene, el Poder se dice:

«existo porque soy necesario,
soy necesario porque existo,
por lo tanto:
existo y soy necesario.»

Como la imagen que recibe de sí mismo le basta para satisfacerse, el Poder se sabe suficiente y, nuevamente el espejo frente al espejo, eterno.

Paréntesis: Los detalles en la imagen del espejo. (La alternancia del poder: cambio de ángulos del reflejo, pero el mismo espejo.)

Entre el populismo y el neoliberalismo, entre dinosaurios y tecnócratas, entre el PRI y el PAN, la imagen del poder juega a buscar su mejor ángulo, el más atractivo, el más eficiente. El sistema no es más fuerte ni más débil que ayer. Continúa su contradicción y prepara su mutación para seguir igual y producir el mismo efecto: asegurar al poder la reproducción de su imagen. La derecha siempre fue parte del espejo. No aspiran a acceder al poder por la vía de la legitimidad, por la sencilla razón de que en el poder ya están.

Pero han descubierto que las imágenes, de tanto reflejo, se agotan, se deterioran, se desgastan y empiezan a irritar al respetable. Dejan de ser efectivas y se vuelven inservibles... y criminales. Una nueva figura (que no es una nueva imagen, sino el paso a primer plano de uno de los detalles) es necesaria: la alternancia del poder que proponen es, en realidad, la alternancia en las imágenes de un mismo espejo, el intercambio de primeros y segundos planos en los detalles de la misma imagen, del mismo espejo, del poder...

Los salinistas de ayer son los panistas de hoy, y los dinosaurios de ayer son los tecnócratas de hoy, lagartijas con estudios de posgrado en el extranjero.

No es para el año 2000 que se prepara el cambio de reflejo. Dentro del poder es un secreto a voces que la imagen actual difícilmente durará hasta el fin de siglo.

Es la imagen la que caduca. El espejo, es decir El poder, es eterno...

*

Con asco y terror, como quien sale de una pesadilla a la que sabe que habrá devolver, la Luna se sacude el pálido velo. Ojerosa y demacrada, hace un gesto de desilusión cuando cuenta que siguió rebotando de una imagen a otra, que, espejo ella misma, logró, de pronto, mirarse en el...

Espejo segundo

CAPÍTULO 2

Que platica de que hay tantas verdades como fuerzas opositoras, de como el poder contamina con su cinismo de mercadotecnia a quien se le opone, y de otras imágenes deformadas en espejos ídem.

En el espejo segundo vive la oposición. En México, ser de oposición es muy sencillo: basta no ser del PRI. Pero hay de oposiciones a oposiciones. La imagen, apenas hace casi dos décadas, del espectro político legal en México era bastante sencilla: En el centro estaba el PRI, a su derecha el PAN y a su izquierda el mismo PRI y, a veces, el PPS. El PARM sólo jugaba a que era partido en algunas localidades. A la extrema izquierda estaba toda la oposición que era mantenida en la ilegalidad.

Una década después, años más o menos, varias organizaciones de izquierda participaron en la lucha legal por el poder político. El lugar izquierdo de la geometría política mexicana era disputado por varios partidos. Al centro seguía, impávido, el PRI. En el centro, el PRI podía hacerse a la izquierda o a la derecha, según conviniera al espejo. Pero he aquí que la crisis llegó, y la crisis del sistema es también la crisis de los partidos políticos. Y para crisis internas no hay como el PRI, que, en vísperas de las elecciones presidenciales de 1988, se fractura. Acción Nacional encuentra, en el carismático Maquío, el líder que le hacía falta. La izquierda legal, pulverizada, descubre que, tal vez, una alianza interna no le vendría mal. Un frente amplio surge en torno a un hombre de apellido Cárdenas, de nombre Cuauhtémoc, y de rostro austero. El descontento, de la más diversa procedencia social, revienta y se encauza en el neocardenismo. El malestar social se hace votos y, por vez primera, el PRI es derrotado en las urnas electorales de la presidencia por una fuerza de oposición. Una cosa es perder y otra muy diferente es entregar el poder. El fraude obra prodigios cibernéticos y el PRI gana en las leyes y pierde en la legitimidad. Las protestas poselectorales se van apagando conforme avanza el nuevo sexenio y el futuro candidato al penal de Almoloya, Carlos Salinas de Gortari, construye en torno a sí mismo un espejo gigantesco de mentiras. Le ayudan los medios electrónicos, el clero reaccionario, el gran capital y la bandera de las barras y las turbias estrellas. «¡Por porquito!», se dicen en el poder, «¡Que no vuelva a ocurrir! ¡Trabajemos ya para preparar el 94!»

El frente que se formó en torno a Cárdenas Solórzano empieza a recibir los primeros golpes y los satélites de siempre se desprenden. El amplio frente opositor ensaya a hacerse partido político y se convierte en el Partido de la Revolución Democrática. Su bautizo lo recibe con su propia sangre derramada: asesinatos selectivos inician la cuenta mortal que acompañará la campaña salinista en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y del PRD.

Nacido en medio de esos ataques, el PRD a ratos parece sintetizar todas las desventajas de un frente y todas las desventajas de un partido político. El pasado priísta de una parte de sus componentes se hace espejo de nuevo en este intento de alternativa al sistema de partido de Estado. Sin embargo, no se puede negar que el PRD ha logrado, a costa de la vida de los suyos, abrir un importante espacio de participación política ciudadana. Una buena parte del pequeño espacio democrático que hoy existe en México se le debe al PRD.

El mejor homenaje al carácter de oposición que recibe el PRD lo constituyen los múltiples ataques que recibe del poder. Le teme el poder y lo ataca de todas formas y todo el tiempo. Ahora las grandes cabezas pensantes de la reacción se atropellan para decretar, con análisis diversos, el acta de defunción de este partido que es el único registrado, hoy, que se puede preciar de ser un partido de oposición. En cuanto a Cárdenas, no sólo el poder pretende declararlo un difunto político. Sus mismos compañeros de partido tratan de deshacerse de él, pero sobre todo tratan de deshacerse de lo que representa: la intransigencia frente al autoritarismo.

Ahora el PRD se haya preso en el espejo de moda: la lucha por el centro. La izquierda legal se desdibuja y trata de pelear la conquista de un espacio que todos se arrebatan. El centro lo quieren el PRI, el PRI, el PAN, y lo reclama Manuel Camacho Solís. El centro, dicen, garantiza un tránsito sin dolor, una alternancia estable, un... «cambio sin ruptura». Con un espacio tan peleado, el PRD no tiene la mejor de las oportunidades. Sin embargo, la aparente pugna entre «dialoguistas» e «intransigentes» es, en realidad, la lucha entre quienes aspiran a conquistar el centro (y reeditar los «triunfos» electorales de Acción Nacional) y quienes prefieren la izquierda por vocación... y por historia.

¿Y a la izquierda? Nada legal que aspire a ocupar el vacío que quiere dejar el PRD. Sin embargo, existe esa izquierda. Su carácter ilegal (que no significa «clandestino») no anula su trabajo político y su influencia en espacios regionales y en lo que llaman «las coyunturas».

Tanto la izquierda legal como la ilegal comparten un espejo antropófago, un espejo que engulle todo lo cercano y que, sin embargo, padece serios problemas digestivos: se la pasa devolviendo lo que engulle. Toda izquierda que se precie de serlo es la vanguardia. Esto significa que hay tantas vanguardias que nadie sabe para dónde se camina y no hay «contingente» que siga a estas vanguardias. El «realismo político» y el cinismo son, más que lugares comunes, artículos de primera necesidad. La nueva izquierda profesa la vieja política y las siglas son sólo pequeños espejos del gran espejo de la oposición en México.

Fragmentada, enfrentada a sí misma, la oposición de izquierda tiene el honor, irrebatible, de no haberse rendido, de volverse a levantar después de cada golpe, de seguir luchando (pese a todos y pese a sí misma), y pensando que la revolución es necesaria... y posible...

*

Con coraje, con frustración, sale la Luna de este reflejo. Por entre los dos espejos se alcanza a distinguir un destello. Con una hábil pirueta, acróbata de nubes y tormentas, la luna alcanza a prenderse de un filo y, tirando con fuerza, se llega hasta el reflejo del...

Espejo tercero

CAPÍTULO 3

Que habla del «pueblo», de «los sin partido», de la «sociedad civil», de las «mayorías», de la «masa que espera, anhelante, una vanguardia», de la «sociedad», y de todos esos nombres con los que se llama a los que no tienen nombre, ni voz, ni rostro y son, apenas, un voto posible, un lugar en el contingente, un grito en la manifestación, una guardia en el plantón, un consumidor, un televidente, un radioescucha, un lector, un número que agregar a la cuenta propia...

Los protagonistas de las más grandes movilizaciones de los últimos años son los más golpeados por todo y por todos. La crisis y, sobre todo, la «brillante» administración de la crisis que hacen los tecnócratas neoliberales, está operando una curiosa campaña de concientización que no soñó nunca ninguna vanguardia revolucionaria. La necedad de una realidad económica cada vez más deteriorada siembra en mentes y corazones el ansia de cambio. Los medios masivos de comunicación electrónica empiezan a exhibir ineficacias: la ilegitimidad del poder los alcanza y no hay televidente que no reciba con una cierta dosis de escepticismo a los Zabludovsky, a los Ferriz de Con, a los Alatorre y a sus equivalente radiales.

Algo apesta allá arriba, algo se pudre. Y lo que se descompone provoca efectos dramáticos en la cotidianidad: aumentan los suicidios. La crisis económica se sale de la Bolsa de Valores, de los grandes centros bancarios y de las páginas especializadas en las publicaciones de análisis financiero. La crisis económica se vive ya en las mesas de la mayoría de eso que llaman «pueblo mexicano». En el vestir, en el comer, en el vivir, en el trabajo, en el amar, y hasta en el morir, la crisis pasa a cobrar su cuota. Se debe pagar, y al contado.

La crisis logra lo que soñaría cualquier frente de oposición: une a sectores y clases sociales a los que la «bonanza» mantenía separados y, no pocas veces, enfrentados.

Cuando mayo empaca sus cosas para salir y no volver hasta el año que entra, una nota se pierde en los periódicos.

Déficit de 19.2 millones de empleos en el país.

En 1995 se sumarán, al menos, 1.2 millones de demandantes de trabajo. Se suman a los 6 millones de desempleados y a los 12 millones de subempleados.

La PEA asciende a 36 millones (40 por ciento del total de México). (SHCP)

Al menos 622 mil despedidos para 1995. Según la SHCP, en el primer trimestre fueron despedidos 436 mil 191.

Según GEA (Grupo de Economistas Asociados), el PIB crecerá en menos 4.9 por ciento en 1995.

En este año 1995, el salario mínimo perderá 17.6 por ciento de poder adquisitivo en términos reales.

(La Jornada, 29 de mayo de 1995)

Pero lo que la economía une, que lo separe la política. El primero de mayo de 1995 se registra la más grande movilización nacional e independiente de las últimas décadas. Dos son sus características: Una es que es en protesta contra la política gubernamental, la otra es que no tuvo dirección política unificada. Una gran movilización, síntoma de un gran descontento. Una ausencia de dirección unitaria, síntoma de que «algo» falta...

Nuevas y creativas formas de «hablar» genera este renombrado «pueblo de México». La sentencia de muerte de la esperanza mexicana, sintetizada en la frase «los mexicanos aguantan todo», empieza a ser contradicha. La esperanza empieza, balbuceante, a ensayar sus palabras propias, a construirse un nuevo lenguaje, a labrar un espejo nuevo, una nueva imagen...

*

Sale la luna del tercer espejo con una esperanza apenas prendida del pelo. Se despide con pena. Cansada y aterida de frío por el súbito desprecio de la madrugada, la luna se arropa en el mar de occidente. Se mira en el espejo de las olas y se limpia el rostro con el agua salada. El sueño y la espuma le impiden ver que, lejos, se abre el...

Espejo cuarto

CAPÍTULO 4

Que manda, a través del mar de oriente, un saludo a los hombres y mujeres que, en Europa, descubrieron que comparten con nosotros el mismo padecimiento: la enfermedad de la esperanza.

INSTRUCCIONES PARA VER EL CUARTO ESPEJO:

Busque un espejo cualquiera, colóquelo frente a usted y asuma una posición cómoda. Respire hondo. Cierre los ojos y repita tres veces:

«Soy lo que soy, un poco, lo que puedo ser.
El espejo me muestra lo que soy, el cristal lo que puedo ser.»

Hecho lo anterior, abra los ojos y mire el espejo. No, no mire su reflejo. Dirija su mirada hacia abajo, a la izquierda. ¿Ya? Bien, ponga atención y en unos instantes aparecerá otra imagen. Sí, es una marcha: hombres, mujeres, niños y ancianos que vienen del sureste. Sí, es una de las carreteras que llevan a la ciudad de México. ¿Ve usted lo que hay caminando al costado izquierdo de la caravana? ¿Dónde? ¡Ahí abajo, en el suelo! ¡Sí, eso pequeñito y negro! ¿Que qué es? ¡Un escarabajo! Ahora ponga atención, porque ese escarabajo es...

¡Durito IV!
(EL NEOLIBERALISMO Y EL SISTEMA DE PARTIDO DE ESTADO)

Camina Durito a las carreras. Estos tabasqueños, después de tantas jornadas de camino y enfermedades, no parecen cansados. Caminan como si apenas esta mañana hubieran iniciado este Éxodo por la dignidad y la soberanía nacional. Nuevamente, como antes en la voz de los zapatistas, del sureste de México marcha un llamado a toda la Nación. Es el mismo anhelo: democracia, libertad y justicia. En el heroico delirio del sureste mexicano, la esperanza insinúa un nombre: Tachicam, la unidad del anhelo de un futuro mejor. El sueño de un lugar donde el derecho al baile esté garantizado en la Constitución...

Aprovecha Durito un alto en la marcha y, acalorado, busca refugio bajo una matita, Después de un rato, ya recuperado el aliento, saca papel y lapicero. Sobre una piedra, supliendo el pequeño escritorio que dejó en la selva. Durito escribe una carta. ¡Ande! ¡No tema! Asómese por encima del hombro de Durito y lea:

Ejército Zapatista de Liberación Nacional México

México, mayo de 1995

Al Señor Tal y Tal
Profesor e investigador
Universidad Nacional Autónoma de México
México, D.F.
De: Don Durito de La Lacandona
Caballero Andante de quien el Sup-Marcos es escudero

Señor:

Tal vez le parezca extraño que yo, un escarabajo que se desempeño en la noble profesión de los caballeros andantes, le escriba a usted. No se angustie ni vaya al psicoanalista, que yo te explicaré presto y súbito. Resulta que usted le propuso al Sup que escribiera un artículo para un libro (o algo así) sobre La Transición a la Democracia. El libro (o lo que fuera) sería editado por la UNAM (lo que casi es una garantía de que no lo leerá nadie, más si se toman en cuenta la crisis de la industria editorial y el aumento en el costo del papel). El trato era que la desorbitada cantidad de N$ 1,000.00 (Un mil nuevos pesos), que paga la UNAM por la «colaboración» escrita fuera entregado, en su equivalente en dólares o en liras italianas, a los obreros de la FIAT en Turín. Nos hemos enterado, también, de que los obreros italianos de COBAS han recibido ya la cantidad referida como solidaridad de los zapatistas a la causa obrera europea. Usted ha cumplido, los obreros de la FIAT han cumplido, y aquí el único que está quedando mal es el Sup porque clarito me acuerdo que la fecha límite de entrega y nada que escribía el Sup. Se llegó enero de 1995 y el Sup andaba con sus ingenuidades de que el gobierno sí estaba dispuesto al diálogo, por eso en enero tampoco escribió el encargo. El febrero de la traición lo volvió a la razón y lo puso a correr (al Sup) hasta que llegó a mi vera. Repuesto del desengaño, me contó lo que su compromiso sobre el artículo y me pidió que lo ayudara en tan grave predicamento. Yo, senor mío, soy un caballero andante, y los caballeros andantes no podemos dejar de socorrer al necesitado, por más narizón y delincuente que sea el desvalido en cuestión. Así que acepté de buen grado otorgar la ayuda que se me demandaba y por eso le escribo yo y no el Sup. Claro que usted se preguntará por qué, si la encomienda la recibí en febrero, le estoy escribiendo hasta mayo. Bueno recuerde usted que, como bien señaló un periodista, ésta es la «rebelión de los colgados».

Además debo advertir que yo escribo muuuy en serio y muuuy formal, así que no espere encontrar en mi estilo de redacción esas irreverencias y bromas del Sup que tanto escandalizan a los delegados gubernamentales. Por eso me tardé. No se sulfure, pudo haber sido peor, pudo usted tener que esperar a que el Sup pudiera escribirle algún día. Pero no vale la plena arriesgarse a esperar tan improbable jornada, así que aquí le mando este rollo donde va el tema que propuse y que, si mal no recuerdo, se titula...

I. La transición a la democracia según los zapatistas

Alguien querrá poner «según los Neo-zapatistas», pero, como ya explicó el viejo Antonio en La Historia de las Preguntas, acá los zapatistas de 1994 y los de 1910 son los mismos.

Procederé a exponer nuestra concepción de lo que significa la situación política actual, la democracia, y el tránsito entre la una y la otra.

I. LA SITUACIÓN POLÍTICA ACTUAL: EL SISTEMA DE PARTIDO DE ESTADO, PRINCIPAL OBSTÁCULO PARA EL TRÁNSITO A LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

En el México de hoy nos encontramos con una deformación estructural que atraviesa todo el espectro de la sociedad mexicana, tanto en lo que se refiere a las clases sociales, como a los aspectos económicos y políticos, e incluso a su «organización» geográfica urbana y rural. Esta «deformación», en realidad una consecuencia del capitalismo salvaje mundial de finales del siglo XX, se enmascara en lo que se llama «neoliberalismo» y finca todo su desarrollo en la permanencia y agudización de dicha deformación. Cualquier intento de «equilibrar» esa deformación desde el Poder mismo es imposible y no pasa de ser demagogia barata (Procampo) o el intento más acabado de control fascista a nivel nacional: el Programa Nacional de Solidaridad. Con esto queremos decir que el «desequilibrio» social en México no es producto de un exceso o un problema de ajuste presupuestario. Es la esencia misma del sistema de dominación, es lo que lo hace posible. Sin este desequilibrio, el sistema entero se derrumbaría.

No nos referiremos a las «deformaciones» económicas y sociales, y sólo lo haremos a las políticas de forma muy apresurada:

El sistema político mexicano tiene su fundamento histórico, su crisis presente y su mortal futuro, en esa deformación llamada «sistema de partido de Estado». No se trata sólo de una maridaje entre el gobierno y el partido de Estado (el Partido Revolucionario Institucional), sino de todo una sistema de relaciones políticas, económicas y sociales que invaden, incluso, a las organizaciones políticas opositoras y a la llamada «sociedad civil».

Cualquier intento de equilibrio de las fuerzas políticas, dentro de este sistema, no deja de ser, en el mejor de los casos, un buen deseo que anima a los sectores democratizadores dentro del PRI y a algunos miembros de la oposición. La única forma en que este sistema político sobrevive, hasta ahora, es por el mantenimiento de ese brutal desequilibrio que pone, de un lado, toda la fuerza del aparato gubernamental, el sistema represivo, los medios masivos de comunicación, el gran capital y el clero reaccionario del lado del emblema del PRI, y del otro lado una oposición fragmentada y enfrentada, prioritariamente, a sí misma. En medio o, mejor aún, al margen de estos extremos de la complicada balanza organizativa del sistema político mexicano, están las grandes mayorías, el pueblo de México. Ambas fuerzas, el sistema de partido de Estado y la oposición organizada, apuestan a ese tercer actor que es el pueblo mexicano, a su ausencia o a su presencia, a su apatía o a su movilización. Para inmovilizarla se mueven todos los mecanismos del sistema, para moverla se empeñan las propuestas políticas de la oposición (legal o ilegal, abierta o clandestina).

Cualquier intento de equilibrar este desbalance dentro del sistema es imposible. El equilibrio significa la muerte del sistema político mexicano consolidado desde hace más de 60 años. Dentro de las «reglas de juego» del sistema no es posible acceder siquiera, no ya a un nuevo modelo de organización social más justo, sino también a un sistema de partidos. Así como el sueño del libre juego de la oferta y la demanda no se puede hacer realidad en un sistema económico cada vez más dominado por los monopolios, el libre juego político de partidos no puede ser realidad en un sistema basado en el monopolio de la política: el sistema de partido de Estado.

Permítame usted que este punto quede así señalado (es decir, señalando un problema y no una solución). Permítame posponer, para una luna improbable, la continuación de su explicación. Sobre una caracterización más profunda del sistema de partido de Estado puede usted recurrir a análisis más brillantes y contundentes (dicho sea sin sarcasmos) de excelentes analistas. Nosotros sólo señalamos una diferencia respecto a otras posiciones que, es probable, se presentarán en este libro que usted prepara, a saber: que cualquier intento de «reforma» o «equilibrio» de esta deformación es imposible DESDE DENTRO DEL SISTEMA DE PARTIDO DE ESTADO. No hay «cambio sin ruptura». Es necesario un cambio profundo, radical, de todas las relaciones sociales en el México de hoy. ES NECESARIA UNA REVOLUCIÓN, una nueva revolución. Esta revolución sólo será posible desde fuera del sistema de partido de Estado.

II. LA DEMOCRACIA, LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA, BASE DE UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO EN MÉXICO

El tríptico Democracia-Libertad-Justicia es la base de las demandas del EZLN, incluso dentro de su fundamento mayoritariamente indígena. No es posible uno sin los otros. Tampoco se trata de cuál primero (trampa de la ideología que nos susurra al oído: «Pospongamos la democracia, primero la justicia»). Más bien de los énfasis, o de las jerarquías de articulación, de las dominancias de uno de los elementos en los distintos tiempos históricos (algo precipitados en el año de 1994 y en lo que va de este 1995).

Me referiré ahora a esto de una REVOLUCIÓN en lo que señalamos en una carta a los medios de comunicación el 20 de enero de 1994, cuando las fuerzas gubernamentales apretaban más el cerco sobre nuestras tropas y el grupo de mando era «cazado» por unidades comando del ejército federal. Decíamos entonces:

«Nosotros pensamos que el cambio revolucionario en México no será producto de la acción en un solo sentido. Es decir, no será, en sentido estricto, una revolución armada o una revolución pacífica. Será, primordialmente, una revolución que resulte de la lucha en variados frentes sociales, con muchos métodos, bajo diferentes formas sociales, con grados diversos de compromiso y participación. Y su resultado será, no el de un partido, organización o alianza de organizaciones triunfante con su propuesta social específica, sino una suerte de espacio democrático de resolución de la confrontación entre diversas propuestas políticas. Este espacio democrático de resolución tendrá tres premisas fundamentales que son inseparables, ya, históricamente: la democracia para decidir la propuesta social dominante, la libertad para suscribir una u otra propuesta y la justicia a la que todas las propuestas deberán ceñirse» (20 de enero de 1994).

Tres señalamientos en un solo párrafo, tres señalamientos densos como pozol agrio. El estilo del Sup: oscuridad conceptual, ideas difíciles de entender y peores de digerir. Pero yo me permitiré desarrollar lo que él dejó apenas delineado. Se trata, pues, de tres señalamientos que contienen toda una concepción sobre la revolución (con minúsculas, para evitar polémicas con las múltiples vanguardias y salvaguardas de «LA REVOLUCION»):

El primero se refiere al carácter del cambio revolucionario, de este cambio revolucionario. Se trata de un carácter que incorpora métodos diferentes, frentes diversos, formas variadas y distintos grados de compromiso y de participación. Esto significa que todos los métodos tienen su lugar, que todos los frentes de lucha son necesarios, y que todos los grados de participación son importantes. Se trata, pues, de una concepción incluyente, antivanguardista y colectiva. El problema de la revolución (ojo con las minúsculas) pasa de ser un problema de LA organización, de EL método, y de EL caudillo (ojo con las mayúsculas), a convertirse en un problema que atañe a todos los que ven esa revolución como necesaria y posible, y en cuya realización todos son importantes.

El segundo se refiere al objetivo y al resultado de esa revolución. No se trata de la conquista del Poder o de la implantación (por vías pacíficas o violentas) de un nuevo sistema social, sino de algo anterior a una y a otra. Se trata de lograr construir la antesala del mundo nuevo, un espacio donde, con igualdad de derechos y obligaciones, las distintas fuerzas políticas se «disputen» el apoyo de la mayoría de la sociedad. ¿Confirma esto la hipótesis de que los zapatistas son «reformistas armados»? Pensamos que no. Nosotros sólo señalamos que una revolución «impuesta», sin el aval de las mayorías, termina por volverse contra sí misma. Ya sé que esto da para páginas, pero como ésta es sólo una carta, sólo estoy haciendo señalamientos para desarrollar en otras ocasiones o para provocar el debate y la discusión (que parece ser la «especialidad de la casa» de los zapatistas).

El tercero trata de las características no ya de la revolución, sino de su resultado. El espacio resultante, las nuevas relaciones políticas, deberán cumplir con tres condiciones: la democracia, la libertad y la justicia.

En suma, no estamos proponiendo una revolución ortodoxa, sino algo mucho más difícil: una revolución que haga posible la revolución...

III. ¿UN AMPLIO FRENTE OPOSITOR?

La fragmentación de las fuerzas que se le oponen le permite al sistema de partido de Estado no sólo el resistir los ataques, también la cooptación y mediatización de esa oposición. La principal preocupación del sistema de partido de Estado no es la radicalidad de las fuerzas que se le oponen, sino su eventual unidad. La parcelación de las fuerzas políticas en contra del régimen le permiten al sistema de partido de Estado el negociar o «pelear» la conquista de las «islas» políticas que se forman en la oposición. Aplican una ley de guerra, la «economía de fuerzas»: a un enemigo disperso en pequeños núcleos se le golpea concentrando fuerzas sobre cada núcleo, aislándolo de los otros. Estos núcleos opositores no se reconocen a sí mismos como frente a UN enemigo sino como frente a VARIOS enemigos, es decir, ponen especial énfasis en lo que los hace diferentes (sus propuestas políticas) y no en lo que los hace iguales (el enemigo que enfrentan: el sistema de partido de Estado). Claro que aquí nos referimos a la oposición honesta, no a las marionetas. Esta dispersión de fuerzas opositoras permite concentrar las fuerzas del sistema para «sitiar» y vencer (o anular) cada «isla».

La unidad de esa «isla» representaría un serio problema para el sistema de partido de Estado, pero no bastaría por sí misma (la unidad) para ver derrotado al régimen. Seguiría faltando la presencia y actuación del «tercer elemento»: el pueblo mexicano. Sí, así con minúsculas, evitando su definición y su sacralización. ¿Tiene este «tercer elemento» una característica definida de clase social? Sí, pero no es la que «salta» en primera instancia. Lo que prevalece es su escepticismo y desconfianza frente a la política, es decir, frente a las organizaciones políticas. Queremos decir con esto que, diciendo «pueblo mexicano», señalamos un problema y no una solución. Problema sí, y también una realidad que se presenta con una obstinación que supera los esquemas teóricos, por un lado, y los controles corporativos, por el otro.

La unidad de las «islas» encuentra multitud de obstáculos. Uno, no el único pero sí uno importante, es la diferencia sobre el carácter de esa unidad. Una unidad de clases explotadas o de organizaciones de clases explotadas, versus una unidad pluriclasista. De aquí vienen las subdivisiones.

¿Es posible una construcción paralela de ambos frentes o uno se contrapone al otro? Nosotros pensamos que sí es posible, que no se contraponen. Pero, en todo caso, lo mejor es preguntarle al tercer espejo, al que va a ser «liberado» o «redimido». Preguntar, responder. Hablar, escuchar. Un diálogo, pues. Un diálogo nacional...

(Fin del artículo y compromiso cumplido.)

Es todo, señor. Estoy seguro de que mi estilo literario sí merece estar impreso bajo el lema de «Por mi raza hablará el rock», y no como el de mi escudero que, aunque es leal y honesto, tiende mucho a ver la vida como si fuera un juego entre cristales y espejos...

Vale. Salud y ¡ánimo!, el cristal queda nomás ahí. Sólo falta encontrarlo...

Desde el kilómetro no sé cuánto de no sé cuál carretera, pero estamos, eso sí, en México.

Don Durito de La Lacandona

II. El día por venir

EL CRISTAL PARA VER DEL OTRO LADO

México, febrero-mayo de 1995

Tallado por el lado inverso, un espejo deja de ser espejo y se convierte en cristal. Y los espejos son para ver de este lado y los cristales son para ver lo que hay del otro lado.

Los espejos son para tallarlos.

Los cristales son para romperlos... y cruzar al otro lado...

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.

P.D. que, imagen de lo real e imaginario, busca, entre tanto espejo, un cristal para romper.

Durito V

Madrugada. Ciudad de México. Por las calles aledañas al Zócalo deambula Durito. Con una diminuta gabardina y un sombrero calado a lo Humphrey Bogart en Casablanca, Durito pretende pasar desapercibido. No son necesarios ni el vestuario ni el lento arrastrarse de Durito, pegado a las sombras que huyen de los escaparates iluminados. Sombra de la sombra, callado andar, sombrero calado, gabardina que arrastra. Durito camina por la madrugada de la ciudad de México. Nadie se percata de él. No lo ven, y no porque esté bien disfrazado, o porque esa figura pequeña, diminuto quijote vestido de detective de los años 50, apenas se distingue entre los montones de basura. Camina Durito junto a papeles arrastrados por los pies de cualquiera o por alguna ráfaga de esos vientos impredecibles en las madrugadas del DF. Nadie ve a Durito por la sencilla razón de que, en esta ciudad, nadie ve a nadie.

«Esta ciudad está enferma», me escribe Durito, «está enferma de soledad y de miedo. Es una gran colectividad de soledades. Es muchas ciudades, una por cada uno de los que la habitan. No se trata de una suma de angustias (¿conoces alguna soledad que no sea angustiosa?), sino de una potencia; cada soledad se multiplica con el número de soledades que la circundan. Es como si la soledad de cada uno se metiera en una de esas ' Casa de los Espejos' que hay en las ferias de provincia. Cada soledad es un espejo que refleja la otra soledad que, como espejo, rebota soledades».

Durito ha empezado a darse cuenta de que está en cancha ajena, que la ciudad no es su lugar. En su corazón y en esta madrugada. Durito hace maletas. Hace este recorrido como si fuera un recuento, una última caricia, como la que da el amante que sabe que es la despedida. A ratos disminuye el paso de personas y aumenta el ulular de las patrullas que sobresaltan a los fuereños. Y Durito es uno de esos fuereños, así que se detiene en un rincón cada que los parpadeos rojos y azules cruzan por la calle. Durito aprovecha la complicidad de un zaguán para encender la pipa con técnica guerrillera: un chispazo apenas, una aspiración profunda, y el humo envolviendo mirada y rostro. Se detiene Durito. Ve y mira. Al frente, un aparador conserva su iluminación. Se acerca Durito y mira el gran cristal y lo que detrás de él se ofrece. Espejos de todas las formas y de todos los tamaños, figuritas de porcelana, de vidrio, cristal cortado, cajitas de música. «No hay cajitas parlantes», se dice Durito sin olvidar los largos años pasados en la selva del sureste mexicano.

Durito ha venido a despedirse de la ciudad de México y ha decidido darle un regalo a esta ciudad de la que todos reniegan y nadie abandona. Un regalo. Este es Durito, un escarabajo de la Selva Lacandona en el centro de la ciudad de México.

Se despide Durito con un regalo.

Hace un elegante ademán de mago. Todo se detiene, las luces se apagan como se apagan las velas cuando un lento viento les lame el rostro. Otro ademán y una luz, como de reflector, ilumina una de las cajitas de música del aparador. Una bailarina, de suave traje lila, mantiene una perpetua posición con las manos entrelazadas en lo alto, las piernas juntas en su equilibrio sobre las puntas de los pies. Durito intenta imitar la posición, pero no tarda en enredarse con tantos brazos como tiene. Otro ademán mágico y aparece un piano del tamaño de una cajetilla de cigarros. Durito toma asiento frente al piano y coloca sobre la cubierta un tarro de cerveza que a saber de dónde lo sacó, pero debe de ser de hace rato porque ya está a la mitad. Se truena los dedos Durito y semeja hacer una de esas gimnasias dactilares que hacen los pianistas de bar en la películas. Voltea Durito hacia la bailarina e inclina la cabeza. La bailarina adquiere movimiento y hace una reverencia. Durito tararea una tonada desconocida, inicia un compás con sus patitas, cierra los ojos y empieza a balancearse. Inician las primeras notas. Durito toca el piano a cuatro manos. Del otro lado del cristal, la bailarina inicia un giro y un lento elevarse del muslo derecho. Durito se inclina sobre el teclado y arremete con furia. La bailarina ejecuta los mejores pasos que la prisión de la cajita de música le permiten. La ciudad se borra. No hay nada, sólo Durito en su piano y la bailarina en su cajita de música. Toca Durito y baila la bailarina. La ciudad está sorprendida, se arrebolan sus mejillas como cuando se recibe un regalo inesperado, una sorpresa agradable, una buena noticia. Durito le da el mejor de sus regalos: un espejo irrompible y eterno, un adiós que no duele, que alivia, que lava. El espectáculo dura apenas unos instantes, las últimas notas se apagan conforme adquieren forma de nuevo las ciudades que pueblan esta ciudad. La bailarina vuelve a su incómoda inmovilidad, Durito se sube el cuello de la gabardina y hace una suave reverencia hacia el aparador.

«¿Estarás siempre del otro lado del cristal?», le pregunta y se pregunta Durito. «¿Estarás siempre del lado de allá de mi acá y yo siempre estaré del lado de acá de tu allá?»

Salud y hasta siempre, mi querida malcontenta. La felicidad es como los regalos, dura lo que un destello y vale la pena.»

Cruza la calle Durito, se acomoda el sombrero y sigue caminando. Antes de doblar la esquina voltea hacia el aparador. Un agujero como una estrella adorna el cristal. Las alarmas suenan inútilmente. Detrás del aparador ya no está la bailarina de la cajita de música...

«Esta ciudad está enferma. Cuando su enfermedad haga crisis, será su cura. Esta soledad colectiva, multiplicada en millones y potenciada, terminará por encontrarse y encontrar la razón de su impotencia. Entonces, y sólo entonces, esta ciudad perderá el gris que la viste y se adornará con esas cintas de colores que abundan en provincia.

«Vive esta ciudad un juego cruel de espejos, pero el juego de los espejos es inútil y estéril si no hay un cristal como meta. Basta entenderlo y, como dijo no sé quién, luchar y empezar a ser felices...

«Me vuelvo, prepara el tabaco y el insomnio. Hay mucho que contarte, Sancho», termina de escribir Durito.

Amanece. Unas notas de piano acompañan al día que llega y Durito que se marcha. Al oriente, el Sol es como una piedra rompiendo el cristal de la mañana...

Vale de nuevo. Salud y dejad la rendición para los espejos huecos.

El Sup levantándose del piano y buscando, desconcertado entre tantos espejos, la puerta de salida... ¿o de entrada?