Al semanario nacional Proceso:

Al periódico nacional El Financiero;

Al periódico nacional La Jornada;

Al periódico local de S.C.L.C., Chiapas, Tiempo:

4 de abril de 1995.

Señores:

Van carta y comunicado que confirman encuentros esperados (me imagino que, cuando llegue ésta a sus manos, ya estarán por realizarse). Finalmente, el supremo rechazó nuestra propuesta de una sede más atractiva. Nosotros estamos claros que, como corresponde a un buen pensamiento, el ezetaelene debe dar muestras de flexibilidad y razonamiento frente a la tozudez del gobierno, por eso presentamos una nueva propuesta que, estábamos seguros, sería del agrado de más de uno:

A).- Fecha: 10 de abril de 1995, en horas de la tarde.

B).- Lugar: Hacienda de Chinameca, Morelos.

C).- Punto único de la agenda: Historia de México.

Sólo habríamos puesto tres condiciones:

1.- Que las fuerzas gubernamentales no disparen a la cara. Esto es porque luego es un problema identificar los cadáveres y para que las fotos de rigor no presenten una imagen de barbarismo e irracionalidad de nuestro país. Esto último es muy importante, sobre todo ahora que, para saber lo que ocurre con el gobierno mexicano, hay que leer Newsweek, New York Times, Washington Post, y otras conocidas publicaciones de amplia distribución nacional (en los iueséis).

2.- Que la orden de fuego la den los legisladores de la llamada "Comcopa" (que, como todos saben, quiere decir "Comisión de Contubernio y Parafernalia"'), para que así quede claro su papel de "pacificadores".

3.- Que, consumado todo, el coreógrafo de la Cámara de Diputados, Roque Villanueva, deleite al respetable con esa fina expresión corporal que sirve para expresar el júbilo por las medidas populares y nacionalistas.

No sé por qué razón el supremo rechazó la propuesta. ¿No era buena?

Vale. Salud y un salvavidas (para las vacaciones y para la crisis).

Desde las montañas del Sureste Mexicano.

Subcomandante Insurgente Marcos.

México, abril de 1995.

P.D. QUE, DECIDIDA, SALE AL RUEDO.-

Sigo sin poder bajarme de la ceiba. La luna es un toro de plateada ornamenta y, con un par de afilados pitones, embiste al oriente. Yo pienso que, no siendo guerrillero, torero fuera. Pretendo entonces tomar la noche como negro capote, pero tiene tantos agujeros semejando estrellas que desisto de mi intento. Me quito del cuello el descolorido paliacate, ya más marrón que rojo, y lo despliego con una elegancia que ya quisiera Sánchez Mejía. Grillos y cocuyos llenan el tendido de sombra, el sol está vacío por obvias circunstancias. Yo me dirijo al centro de la plaza que, como es el centro de la copa de la ceiba, es más seguro y queda a unos pasos. Cito a la luna intentando unas "media verónica". La luna-toro se sigue de largo. Es inexplicable que no perciba a tan gallardo torero. Cito de nuevo, el público está impaciente y una martucha bosteza con fastidio. Nada, apenas una luciérnaga embiste zigzagueante. Un muletazo untado en la cintura no consigue arrancar del respetable nada que no sea el continuo aserrar de los grillos. El toro lunático sigue adelante sin voltear siquiera. Yo me siento en un rincón y suspiro con tristeza. Lo que es a mí, ni las mujeres ni las lunas me hacen caso...

Durito ha subido también a la copa de la ceiba, extrañado de mi tardanza. Tan pronto se acomoda, le informo rápidamente de la situación. Durito opina que es más fácil torear cometas, salen de donde menos se espera uno y son enjundiosos como toro de miura. La luna siempre tiende a un mismo derrotero y, aunque esto facilita el estoque final, no permite mucho lucimiento del traje de luces y el respetable tiende a aburrirse soberanamente...

Yo le doy la razón y la muleta. Durito quiere enseñarme unos pases que, dice, le enseñó Federico García Lorca. A mi pregunta de si los escarabajos también torean, Durito responde que uno debe saber de todo y que el toreo es como la política, aunque en ésta los toros salen bastante mañosos y traicioneros. "Es más, a mí me decían 'Durito El Camborio' y lo que en otros no envidiaban, ya lo envidiaban en mí", dice. En ésas estamos cuando escuchamos voces al pie de la ceiba.

­ Es woyo ­dice Camilo.

­ No, es tejón, el "andasolo" ­dice mi otro yo.

­ Mira si lo afocas para tirarle ­instruye Camilo a mi otro yo mientras carga el arma.

Yo me quedo inmóvil, fumando. Mis lances toreriles deberán esperar, para mostrar su gracia, mejores ocasiones y públicos menos beligerantes. Durito suspira en tono flamenco pues no hay trigo en los tendidos. Abajo se aburren y se van...

La luna termina por embestir el horizonte, justo en la oscura muleta de una montaña.

De reojo mira la luna al Sup. El está enjugándose la cara con el capote. Ya no supo si lloraba...

P.D. QUE, AUNQUE NO OS DEIS CUENTA, ENCIERRA UN MISTERIO (encantador, como todos los misterios).-

"Este es el lugar, ¡oh cielos!, que disputo y escojo para llorar la desventura en que vosotros mesmos me habéis puesto. Este es el sitio donde el humor de mis ojos acrecentará las aguas deste pequeño arroyo, y mis continos y profundos suspiros moverán a la contina las hojas destos montaraces árboles, en testimonio y señal de la pena que mi asendereado corazón padece. ¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad inicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recites a la causa total de todo ello!" (1).

Durito ha dicho todo de corrido y con notable entonación. De pie sobre una piedrita, y enarbolando en la diestra mano una ramita que, según supe luego, era una espada, Durito ha volteado a mirarme cuando dijo aquello de "Oh tú, escudero mío, agradable etcétera". Yo volteo a mis espaldas por ver si se refiere a alguien más, pero no hay nadie.

­ Sí, tú ­dice Durito señalándome con su ramita­. Tú serás mi escudero.

­¿Yo? ­digo visiblemente sorprendido.

Durito no hace caso de mi pregunta y sigue:

­ Además, no es una ramita... Es una espada... la única, la mejor... ¡Excalibur! ­dice blandiendo la ramita.

­ Creo que se te están confundiendo los tiempos y las novelas ­le digo­. El inicio de tu discurso se parece demasiado a una parte del Quijote de la Mancha y Excalibur era la espada del Rey Arturo ­quedé titubeando de esto último y trataba de recordar el video que tenía la Eva y que se llamaba La Espada en la Piedra. Durito aprovechó mi silencio para arremeter:

­ ¡A callar bellaco! ¿Acaso ignoráis que la naturaleza imita al arte? ¡Qué importa si Alonso Quijano o el paje Arturo! Ahora es... ¡Don Durito de La Lacandona!

Yo me reí.

­ ¿De qué os reís, oh gente soez e ignorante? ­reprocha y amenaza Durito.

­ De nada ­le digo, conciliador­. Me estaba acordando que en los expedientes de la PGR, donde levantan los cargos contra los presuntos zapatistas, pusieron "La Candona".

­ Esos ignorantes de la PGR no encuentran ni la selva chiapaneca, menos van a encontrar a los asesinos de LDC, JFRM y el Cardenal Posadas ­dice con desprecio Durito.

­ Bueno, pero ¿qué te dio por hacerte caballero andante? ­le pregunto sentándome y teniendo cuidado de no acercarme demasiado a "Excalibur". Durito se sienta también, suelta un suspiro quijotesco, y dice como en lamento:

­ Ah mi ignorante escudero, una mujer es la culpa de mi desvarío, herida en mi costado, razón de mi desvelo, causa de mi pena, y responsable de mi desventura.

Durito no me deja protestar por lo de "ignorante" ni por lo de "escudero", y sigue su triste desahogo;

­ Es bueno que yo os platique mi tragedia para que aprenda así vuestro corazón a andarse con tiento y cuidado en la escabrosa senda del amor. Ved que no es por gusto que mis pasos me han traído a parajes tan lejanos, donde la soledad hiere como afilado cuchillo y el silencio oprime a hombres y a cielos. Sabed bien, mi escuálido escudero, que es ley divina que un gallardo caballero andante, triste vague por el mundo y por la vida, y muera suspirando por alguna Doña ausente que, criminal adorable, le ha robado, con tan sólo una mirada, el entendimiento todo. ¡Ah pero qué mirada! ¡Un relámpago en el sol de abril! ¡Una estrella rota en mitad del día! ¡Un diamante que flota y mata! ¡Un mar todo olas y coral! ¡Un deseo que mirando habla! ¡Un mudo suplicar del ansia!

Yo lo conmino a terminar de una vez la historia:

­ Más vale que te apures porque ya llevamos varias páginas y no va a haber periódico que publique esto. De por sí dicen que sólo uso de pretexto los comunicados para mandar lo que se me ocurre...

­ A fe mía que tenéis razón y verdad hay en vuestras palabras. Certeza tengo de que no habrá periódico ni libro ni enciclopedia que abarcar pueda todas las venturas y desventuras que, por mal de amores, he padecido. ¡Ni la biblioteca del "Aguascalientes" bastaría para tan grande y dolorido amor que en mi pecho duele! ­dice Durito con voz quebrada.

­ De la biblioteca del "Aguascalientes" ni te procupes, ésa ya la tienen en la PGR ­le digo para consolarlo.

­ Harto bien me parece. Así será que aprendan algo de geografía y de ortografía esos bellacos y malandrines ­dice Durito guardando su espada y caminando hacia su hojita. La noche ya cerró todos los rincones y una de esas lluvias con las que marzo salpica a abril se siente en la humedad del viento.

Desconcertado pregunto:

­ ¿No vas a seguir la historia?

­ Es inútil, no hay palabras suficientes que puedan llenarse de tanto dolor y pena tanta ­dice Durito mientras se cubre con su hojita.

Antes de taparse completamente me dice:

­ No olvidéis tener listas las monturas. Mañana partiremos con el alba, como es ley que cabalguen los caballeros andantes. De madrugada, para que el brillo de nuestras armas apene al sol cuando ose enfrentársenos y sea, así, menos fiero.

Durito lanza un último suspiro y calla. Yo me quedo sentado, dispuesto a velar el sueño de mi amo, el valeroso caballero "Don Durito de La Lacadona". Estoy decidido a defender su noble sueño ante cualquier adversidad. Monstruos y gigantes no osarán perturbar tan hidalgo reposo. Hasta me he conseguido una rama que, con un poco de imaginación, semeja una lanza temible. Empieza a llover y, como todo escudero que se precie de serlo, abandono guardia y amo, corro y me refugio en mi techo. Ya se empieza a llegar la madrugada con su frío abrazo y no deja de llover...

Yo no duermo. No he podido resolver dónde diablos voy a encontrar las monturas sobre las que habremos de cabalgar mañana...

(1) Capítulo XXV.- "Que trata de las estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros".

P.D. QUE, COLGADA DE UN CAIREL ROJIZO, MURMURA AL OIDO DISCULPAS, (PUES BAUDELAIRE FUE TOMADO PRESO POR LA PGR Y NO HA SIDO PRESENTADO), Y OFRECE, A CAMBIO, QUE...

"En dulcísmos conceptos, la dulcísima Poesía, altos, graves y discretos, señora, el alma te envía envuelta entre mil sonetos.

Si acaso no te importuna mi porfía, tu fortuna, de otras muchas envidiada, serás por mí levantada sobre el cerco de la luna".

Miguel de Cervantes Saavedra.

El Sup en mitad del ruedo esperando, paciente, a que el reloj marque las cinco de la tarde...