A Proceso, La Jornada, El Financiero, Tiempo:

Señores:

Van comunicados varios. ¿Me extrañábais? ¿Qué ocurre? Crímenes, crisis económica, crisis política, peligro de guerra, falta de credibilidad, devaluaciones, fuga de capitales, desconfianza. ¿No era eso lo que iba a ocurrir si un partido de oposición llegaba al poder?

Con estupor recibí la "objetiva" noticia de que el supremo gobierno nos culpa de la devaluación nueva del nuevo peso. Prometo solemnemente reducir mi cuenta bancaria no en dólares, sino, por aquello del "mesianismo", en "marcos". Además, dada mi popularidad en los mercados financieros internacionales, haré una campaña de "¡Viva la emoción del riesgo y la incertidumbre! ¡Compre nuevos pesos! Informes en la Oemecé".

Por lo demás estamos bien. Además de sortear helicópteros, aviones y tanquetas, ahora tenemos que vérnoslas con perros. Como antes a los esclavos que luchaban por su libertad, el gobierno persigue con perros de caza a los zapatistas. Eso no es lo más triste, lo más indignante es que esos perros están mejor alimentados que los hombres y mujeres a quienes persiguen. "Diferencias dietéticas", dicen los especialistas en promesas inútiles y útiles devaluaciones.

Vale. Salud y muuuuy feliz año nuevo (a partir de ahora el lº de enero tiene otro significado para todos. ¿No?).

Desde las montañas del sureste mexicano

Subcomandante insurgente Marcos

P.D. que, comisionada por el "Sup", le responde al "patriótico" sector empresarial. Si yo fuera el principal promotor del desempleo en Chiapas, sería presidente de la Coparmex y no un "profesional de la violencia".

P.D. especuladora y saca-dólares. Me comunico de urgencia con el Comité. "Nos acusan de la devaluación del peso frente al dólar", les digo mirando a los ojos a cada uno de ellos, tratando de encontrar al culpable del desorden financiero en el país. Nadie responde, todos se miran entre sí. El Beto interrumpe y pregunta: "¿Y qué quiere decir «dólar»?" El sonido de las aspas de los helicópteros artillados es la única respuesta...

P.D. que, aguzando la vista por la niebla, ve y oye lo que a continuación platica: Un señor ilustre y banquero, destacado miembro del sector social más poderoso, criminal y cínico de la historia de la humanidad, es decir del capital financiero, dejó escapar las palabras como escupiéndolas:

"El problema de la economía mexicana se llama subcomandante Marcos".

La sentencia de muerte está dictada. Los dineros empiezan a buscar el precio de la bala que elimine ese "problema". A la misma hora en que el señor banquero pronuncia el dictamen, Antonio hijo tirita bajo la lluvia y el frío en las montañas del sureste mexicano. Tiembla Antonio hijo, pero no de miedo, tiembla porque no hay un fuego esa noche para espantar el frío, para tapar el agua, para alumbrar la noche. Marcos se acerca a Antonio hijo y se sienta junto a él.

-Hace frío -dice.

Antonio hijo asiente en silencio. Bajo el plástico negro que hace otro techo nocturno bajo el techo de lluvia y frío, están los dos hombres que son el mismo. No hay fuego, es cierto. Pero ya está el viejo Antonio acercándose con otro calor en las manos: la palabra. El viejo Antonio pone la palabra en el suelo, en medio de los tres, y empieza a hablar, empieza a dar calor y consuelo con palabras que abrazan como amigas, como compañeras. La tibieza llega al pecho y a los ojos, Antonio hijo y Marcos dormitan bajo la noche y el frío del diciembre chiapaneco.

El viejo Antonio habla para guiar y velar su sueño. Lleva su voz, de la mano, a Antonio hijo y a Marcos a un tiempo anterior. Vuela la historia para atrás, hasta llegar 10 años antes de este frío, esta noche y este dormitar. Regresa el tiempo hasta llegar a...

La historia de las palabras

Los agarró la noche platicando. "Mi focador no tiene pilas" dice, desesperanzado, Antonio hijo. "Yo lo olvidé en la mochila" dice Marcos mirando el reloj. El viejo Antonio sale y regresa con hojas de watapil. Sin decir una palabra empieza a construir una champita. Antonio hijo y Marcos ayudan. Con bejuco y palos con punta en horqueta toma forma, poco a poco, un cobertizo. Después a buscar leña. Tiene rato que la lluvia y la noche se hermanan. De entre las manos expertas del viejo Antonio surge, al fin, una llamita que se convierte en hoguera. Marcos y Antonio hijo se acomodan como pueden, recostados junto a la hoguera. En cuclillas, el viejo Antonio habla y arrulla la noche y el sueño con esta historia, con esta herencia...

"La lengua verdadera se nació junto con los dioses primeros, los que hicieron el mundo. De la primera palabra, del fuego primero, otras palabras verdaderas se fueron formando y de ellas se fueron desgranando, como el maíz en las manos del campesino, otras palabras. Tres fueron las palabras primeras, tres mil veces tres se nacieron otras tres, y de ellas otras y así se llenó el mundo de palabras. Una gran piedra fue caminada por todos los pasos de los dioses primeros, los que nacieron el mundo. Con tanta caminadera encima, la piedra bien lisita que se quedó, como un espejo. Contra ese espejo aventaron los dioses primeros las primeras tres palabras. El espejo no regresaba las mismas palabras que recibía, sino que devolvía otras tres veces tres palabras diferentes. Un rato pasaron así los dioses aventando las palabras al espejo para que salieran más, hasta que se aburrieron. Entonces tuvieron un gran pensamiento en su cabeza y se dieron en su caminadera sobre otra gran piedra y otro gran espejo se pulieron y lo pusieron frente al primer espejo y aventaron las primeras tres palabras al primer espejo y ése regresó tres veces tres palabras diferentes que se aventaron, con la pura fuerza que traían, contra el segundo espejo y éste regresó, al primer espejo, tres veces tres el número de palabras que recibió y así se fueron aventando más y más palabras diferentes que se aventaron, con la pura fuerza que traían contra el segundo espejo y éste regresó, al primer espejo, tres veces tres el número de palabras que recibió y así se fueron aventando más y más palabras diferentes los dos espejos. Así nació la lengua verdadera. De los espejos nació.

Las tres primeras de todas las palabras y de todas las lenguas son democracia, libertad, justicia.

"Justicia" no es dar castigo, es reponerle a cada cual lo que merece y cada cual merece lo que el espejo le devuelve: él mismo. El que dio muerte, miseria, explotación, altivez, soberbia, tiene como merecimiento un buen tanto de pena y tristeza para su caminar. El que dio trabajo, vida, lucha, el que fue hermano, tiene como merecimiento una lucecita que le alumbre siempre el rostro, el pecho y el andar.

"Libertad" no es que cada uno haga lo que quiere, es poder escoger cualquier camino que te guste para encontrar el espejo, para caminar la palabra verdadera. Pero cualquier camino que no te haga perder el espejo. Que no te lleve a traicionarte a tí mismo, a los tuyos, a los otros.

"Democracia" es que los pensamientos lleguen a un buen acuerdo. No que todos piensen igual, sino que todos los pensamientos o la mayoría de los pensamientos busquen y lleguen a un acuerdo común, que sea bueno para la mayoría sin eliminar a los que son los menos. Que la palabra de mando obedezca la palabra de la mayoría, que el bastón de mando tenga palabra colectiva y no una sola voluntad. Que el espejo refleje todo, caminantes y camino, y sea, así, motivo de pensamiento para dentro de uno mismo y para afuera del mundo.

De estas tres palabras vienen todas las palabras, a estas tres se encadenan las vidas y muertes de los hombres y mujeres verdaderos. Esa es la herencia que dieron los dioses primeros, los que nacieron el mundo, a los hombres y mujeres verdaderos. Más que herencia es una carga pesada, una carga que hay quienes abandonan en mitad del camino y la dejan botada nada más, como si cualquier cosa. Los que abandonan esta herencia rompen su espejo y caminan ciegos por siempre, sin saber nunca más lo que son, de dónde vienen y a dónde van. Pero hay quienes la llevan siempre la herencia de las tres palabras primeras, caminan siempre como encorvados por el peso de la espalda, como cuando el maíz, el café o la leña ponen la mirada en el suelo. Pequeños siempre por tanta carga viendo siempre para abajo por tanto peso, los hombres y mujeres verdaderos son grandes y miran para arriba. Con dignidad miran y caminan los hombres y mujeres verdaderos, dicen.

Pero, para que la lengua verdadera no se perdiera, los dioses primeros, los que hicieron el mundo, dijeron que había que cuidar las tres primeras palabras. Los espejos de la lengua podían romperse algún día y entonces las palabras que parieron se romperían igual que los espejos y quedaría el mundo sin palabras que hablar o callar. Así, antes de morirse para vivir, los dioses primeros entregaron esas tres primeras palabras a los hombres y mujeres de maíz para que las cuidaran. Desde entonces, los hombres y mujeres verdaderos custodian como herencia esas tres palabras. Para que no se olviden nunca, las caminan, las luchan, las viven..."

Cuando se despertaron, el viejo Antonio aliñaba un tepescuintle. En la fogata la leña ardía y se secaba al mismo tiempo, mojada antes por la lluvia y el sudor de la espalda del viejo Antonio. Amanecía y, al levantarse, Antonio hijo y Marcos sintieron que algo les pesaba sobre los hombros. Desde entonces buscan cómo aliviar esa carga... Todavía lo hacen...

Antonio hijo se despierta y despereza. Sacude a Marcos que, sentado al pie de un ocote, se durmió con la pipa entre los labios. Los helicópteros y el ladrido de los perros de caza espantan la mañana y el sueño. Hay que seguir caminando... Hay que seguir soñando...