Al pueblo de México:

A los habitantes originales de estas tierras

Hermanos:

Hoy camina nuestra palabra hasta su corazón de ustedes para hablar con verdad lo que hoy, cuando se cumplen 502 años de la larga pesadilla que duele en nuestras tierras, anda en el paso de los zapatistas.

Nosotros somos indígenas mexicanos. Los más pequeños de estas tierras, pero los más primeros. Los más olvidados, pero los más decididos. Los más despreciados, pero los más dignos. Nosotros somos los hombres y mujeres verdaderos, los dueños de estas tierras, de estas aguas y de nuestros corazones. No viviremos ya más de rodillas.

Nosotros venimos a esta vida a hablar la palabra de nuestros muertos. Desde la noche del mundo vino la palabra de los más grandes sabedores de la vida y la muerte para caminar en nuestros pasos y mover nuestros corazones.

Nosotros, indios mexicanos. Nosotros, olvidados. Nosotros, humillados. Nosotros, engañados. Nosotros, maltratados. Nosotros, muertos. Nosotros, rebeldes. Nosotros, dignos. Nosotros, verdaderos. Nosotros, muertos vivos. Nosotros no nos rendimos.

Siendo nuestras estas tierras hay quien ajeno es y sin embargo manda y ordena en ellas. Hay quien tiene el corazón de extranjero y mata y pega. Hay quien hablando de paz hace la guerra. Hay quien predicando hermandad divide. Hay quien tiene doble el corazón y la palabra.

No hay justicia sin libertad y sin democracia. La justicia sin libertad y sin democracia es una limosna disfrazada por la mentira. Es indigna y es falsa la justicia que sola camina en un suelo sin libertad ni respeto a la voluntad de gobierno de las gentes. Si el poderoso gobierna, se le suplica clemencia y generosidad para con el débil. Si el débil reclama sus derechos políticos de gobernar y gobernarse, entonces es irreverente y profano, siervo de Satanás y vehículo de intereses ajenos a la ignorancia santificada del desposeído.

Nosotros somos los habitantes originales de estas tierras. Todo era nuestro antes de la llegada de la soberbia y el dinero. Por derecho todo nos pertenece, y nunca antes tuvimos problema para compartirlo con justicia y razón. Es nuestro derecho el vivir con dignidad, y ningún hombre o mujer son dignos si viven como esclavos. No queremos una cadena de oro para adornar nuestra esclavitud. Queremos el derecho a gobernarnos, a decidir libremente lo que queremos y la forma en la que lo queremos. Por eso luchamos, no sólo por justicia, por vivienda, salud, educación, tierra, trabajo, alimentación. También luchamos por nuestro derecho a ser libres, a elegir libremente a los que gobiernan, a vigilarlos, a sancionarlos si no cumplen su labor. Luchamos también por libertad y democracia. Quien pretenda negarnos esos derechos y trate de convencernos de conformarnos con menos, pone su palabra al servicio de la mentira y nos trata como animales que rehúsan vivir en una celda aseada, pero una celda al fin y al cabo.

No aceptaremos un gobierno que no sea el nuestro. Preferimos morir a vivir con la vergüenza de un tirano dictando nuestro rumbo y palabra. Pelearemos, moriremos, pero no seguirá esta larga noche sin que un relámpago anuncie la mañana... para todos.

Hermanos:

Desde el principio del año ha escogido nuestro andar armado y sin rostro la voz de un mexicano para que por ella hable nuestra palabra. Siendo clara la piel de este hombre y su paso anterior a estas tierras, vino a ser parte nuestra. Es su corazón indígena como cualquiera de nuestros muertos y tiene el alma morena como la entraña de estos suelos. No es más lo que fue antes. No es ya él sino nosotros. No existe. No tiene nombre anclado en el pasado. No tiene rostro en la historia. No tiene, por vocación propia, mañana su paso. En nosotros es él. Todos nosotros somos nosotros y también él. Son sus ojos los nuestros, habla nuestra boca en sus labios, y van en sus pasos los pasos nuestros. Él no existe, existimos nosotros. Él no vive, vivimos nosotros. Él no habla, nosotros hablamos. Así quiso nuestra palabra llegar hasta ustedes. Así recibe nuestro corazón su pensamiento de ustedes.

Hermanos:

Hoy, 502 años después de que el poder invadió nuestros suelos, quiere el poderoso arrinconarnos en nuestro dolor indio, que se haga sordo al lamento del hermano que, diferente en color, lengua y cultura, es el mismo en el triste andar bajo el dominio de la soberbia. Sabemos nosotros que nuestro estar abajo de todo no es por culpa de un color de piel o de la maldición de una lengua que no es la nuestra.

Hay quienes tienen la piel clara y el dolor moreno. Con estas pieles camina nuestra lucha.

Y hay quienes tienen la piel morena y la soberbia blanca; también contra ellos es nuestro fuego.

Nuestro andar armado de esperanza no es contra el mestizo; es contra la raza del dinero. No es contra un color de piel sino contra el color del dinero. No es contra una lengua extranjera, sino contra el lenguaje del dinero. Por eso nuestro ejército es de liberación nacional. Por los indígenas luchamos. Pero no sólo por ellos, también por los campesinos sin tierra, por los obreros agrícolas, por los trabajadores de la ciudad, por las mujeres humilladas, por los ancianos olvidados, por los niños sin futuro, por los desempleados, por los maestros, por los estudiantes, por las amas de casa, por todos aquellos que tienen la pobreza por presente y la dignidad por futuro.

El nuestro no es el Ejército Zapatista de Liberación Chiapaneca. El de nosotros es el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y hasta que no haya democracia, libertad y justicia en todos los rincones de nuestra nación que es México, seguirá ondeando la estrella roja de cinco puntas sobre la negra bandera y seguirán los zapatistas en las montañas mexicanas.

Hoy hemos decidido no escuchar ya más la palabra de mentira que camina en la boca del usurpador. Fue voluntad de los más detener el fuego que iba en nuestras manos para ver si la verdad podía caminar en las palabras. Así hicimos, hablamos y escuchamos. Hablamos antes lo que hoy hablamos; verdadera era y es nuestra palabra cuando dijo y dice: democracia, libertad, justicia. Pero escuchamos doble la palabra del poderoso: en donde decía paz, guerra hacía. En donde decía vida, muerte daba. En donde decía respeto, desprecio decretaba. En donde decía verdad, mentira caminaba.

Escuchen, hermanos:

Nos cansamos de oír otra vez lo mismo; nos cansamos de esperar que la verdad ganara a la mentira su lugar en la historia. Hoy hemos decidido romper el diálogo con el mal gobierno. Hasta que no haya verdad en su palabra del gobierno no encontrará lugar en su corazón de los hombres y mujeres verdaderos.

Quiso nuestra voz pedir buen consejo en otros hermanos. Cansado y sordo encontró su oído nuestra voz. "¿Por qué la prisa?", preguntaron, mientras los aviones del mal gobierno manchaban el aire que respiramos. "¿Por qué en Chiapas?", preguntaron, mientras nuestra gente era vejada por las máscaras verde olivo del mal gobierno. "¿Por qué la premura?", preguntaron mientras nuestras mesas seguían vacías, mientras la muerte nos abrazaba amiga, mientras el dolor volvía a nuestros ojos. Solos estamos, hermanos. Solos hemos tenido que tomar esta decisión que nos acerca a los nuestros y nos aleja de la vida.

Hoy se quiere manchar nuestro paso con la calumnia de que el dinero extranjero es el que sustenta nuestra rebeldía. Que la ayuda de otras tierras se hace fuego en las manos nuestras. Que vino de fuera y no de nuestro dolor el acero que puebla nuestras manos y el armado aliento que cubre nuestro pecho. ¿Quién podrá creer esa mentira que anda en la palabra del máximo extranjero de estas tierras? Él, el que vendió nuestra sangre a cambio de un puesto en el exterior. Él, el que malbarató el dolor de su pueblo para pintar la bandera nacional del color del dinero. Nosotros hoy decimos que esa vocación extranjera que hoy se sienta, sin derecho ni razón, en la silla grande de la nación, debe salir con la vergüenza y la maldición de todas las gentes buenas de estas tierras.

Hoy vuelve nuestro dolor a buscar un lugar en su corazón de ustedes. Poco pide nuestro pensamiento: que no se detenga ya el ansia de encontrar la dignidad perdida. Que aunque sea un pedacito de su corazón de ustedes sea zapatista. Que no se venda. Que no se rinda. Que resista. Que sigan, en su lugar y con sus medios, luchando siempre porque la dignidad, y no la pobreza, sea la que se coseche en los rincones todos de la patria.

Eso pide nuestra voz. Hagan un lugar para ella en su andar de ustedes.

Hoy les recordamos a todos que el nuestro es un ejército, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que quiere decir organización que lucha para que en todo México exista la democracia, la libertad y la justicia que esta larga noche nos oculta.

Hoy les recordamos a todos que, en las montañas del sureste mexicano, brilla todavía la estrella digna del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

¡Larga vida a la dignidad indígena!

¡Larga vida a la lucha mexicana!

¡Democracia! ¡Libertad! ¡Justicia!

Desde las montañas del sureste mexicano

C C R I - C G  del  E Z L N